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viernes, 14 de septiembre de 2012

Libro: MÁS ALLÁ DEL PENTECOSTÉS, por Clayton Sonmore



Para los que no conocen a este escriba-vigilante del Movimiento de la Lluvia Tardía, un verdadero hijo de Isacar (1º Cr. 12:32), diremos que Clayton fue uno de los quince padres fundadores de la Confraternidad Internacional de los Hombres de Negocio del Evangelio Completo y su primer vicepresidente y director. Entre sus íntimos amigos se contaban el fundador DEMOS SHAKARIAN, WILLIAM BRANHAM, DAVID DUPLESSIS, ORAL ROBERTS, PAT ROBERTSON, HAROL BRENDESEN, HENRY KRAUSE y HANS SCHNABEL, entre otros. Digo esto para que ustedes sepan que este transcendental mensaje está escrito por el quizás más destacado observador del  Atrio Intermedio (o de Pentecostés), cuyos presagios proféticos dados por el Espíritu en los años sesenta se han hecho y están haciéndose tristemente realidad, debido al caso omiso y la obstinación de los grandes líderes que,  aún habiendo sido advertidos por este instrumento de Dios, continuaron construyendo sus propios reinos a expensas del verdadero orden de Dios, y prefirieron RENOVAR los ODRES VIEJOS que atender el llamado del Señor a SALIR DE EN MEDIO DE ELLOS PARA NO SER PARTÍCIPES DE SUS PECADOS NI RECIBIR PARTE DE SUS PLAGAS y, santificados así, dar a luz al HIJO VARÓN que traería el Reino.

Pensamos que conocer sus escritos es de capital importancia para entender el "kairos" en cuanto a las cosas de Dios en lo religioso, político y económico de los últimos sesenta años  y en la actualidad; así como la incestuosa estrategia secreta de la Gran Ramera Católica Romana para adueñarse de la palestra de pentecostés, y convertirla en el Falso Profeta (con sus dos cuernos ecuménico y carismático) que diera vida (hiciera resurgir) la imagen de la Bestia (el Sacro Imperio Romano), encabezada por el Papa como anticristo; empeño grande,  sibilino y oculto, pero conseguido con calificación cum laude.
(Véanse las entradas de este blog Maestros del Engaño I y II en: http://txemarmesto.blogspot.com.es/2011/12/el-titulo-ya-no-hagamos-parte-del-falso.html y http://txemarmesto.blogspot.com.es/2012/01/ii-maestros-del-engano-por-clayt.html)


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Clayt Sonmore

Thy Kingdom Come Ministries
12100 Marion Lane, suite 6104,
Minnetonka, Minnesota 55305





Tabla del Contenido




      Introducción………………………………………………………………………….  3

  1. La Confraternidad de los de Corazón Hambriento……………………………………4
  2. La Edificación de «un reino» vs. El Reino ……………………………………………..8 
  3. ¡Cómo Han Caído los Valientes! .............................................................................      11             
  4. ¿Es Realmente la Democracia El Camino de Dio…………………………………...12
  5. El Debido Orden de Dios……………………………………………………………….14
  6. El Orden del Hombre ………………..………………………………………………….16
  7. La Vida en el Espíritu ……………….…………………………………………………..19
  8. La Unión Con El Padre ………………...……………………………………………… 20
  9. Las Tres Entradas …………………………...………………………………………… 22
  10. La Fiesta de los Tabernáculos………………………………………………………… 23
  11. El Lugar Santísimo   ………………………….………………………………………… 26
  12. Una Voz a «La Entrada del Templo»……………………………..…………………… 29
  13. Subir Más Alto ………………………………………………………..…………………. 34
  14. Para Que Él Pueda Tener la Preminencia …..………………………..………………. 35
  15. Este Evangelio del Reino…………………………………………..…………………… 40
«Tú hijo de hombre, MUESTRA A LA CASA de Israel ESTA CASA [como Dios quiere dar a entender que sea la Casa que el hombre ha construido como substituto de la Casa verdadera], y AVERGÜÉNCENSE de sus pecados; y entiendan su diseño. Si se avergonzaren de todo lo que han hecho. Hazles entender la [verdadera]/ figura de la Casa...; Y DESCRÍBELA DELANTE DE SUS OJOS, para que guarden toda su forma, y todas sus reglas, y las pongan por obra».      
(Ezequiel 43:10,11).



INTRODUCCIÓN

Esta presentación se hace como resultado de mucho sufrimiento y desazón del alma por ver preservada la verdad que no tiene precio y por recuperar el amor ágape y con el fin de destruir el sectarismo. Más aún, deseo ver que los inestimables hermanos de la fe se muevan a más elevadas alturas, al igual que las confraternidades, las iglesias, los organismos, los grupos de oración, etc., que se hayan identificado esencialmente a sí mismos con la «efusión del Espíritu Santo» del Señor del fin de los tiempos, para que se muevan a iguales y más elevadas alturas.

Parece que hubiera una tendencia predominante en todos nosotros, tanto individual como colectivamente, producida por el júbilo de la nueva dimensión a la cual hemos sido llevados, olvidándonos de que aquello que fue un nuevo orden en el «ayer» del pasado es, con frecuencia, un orden viejo en el «hoy» de la actualidad.
Dios quiere llevarnos a una revelación progresiva de Sí Mismo, y de lo que nosotros somos en El.
Reconozco parcialmente la culpa en los demás, sólo por el hecho de que ahora estoy empezando a ver la culpa en mí mismo. He visto la falsedad en muchas actividades y en muchos grupos, solamente porque Dios me ha hecho comprender las falsas tendencias de algunas de las actividades de cuya creación he sido responsable.

La elaboración de la parte substancial de esta presentación ocurrió el 5 de marzo de 1964, y las palabras vinieron bajo circunstancias muy extrañas. Me encontraba en Texas, asistiendo a unas reuniones, cuando me acometió una rara «dolencia,» y estuve terriblemente enfermo durante veinticuatro horas, excepto cuando me ponía a escribir. Cuando empecé a escuchar la voz del Espíritu Santo, las palabras de este escrito, para sorpresa mía, empezaron a brotar de mi pluma bajo Su dirección. En la misma forma en que la terrible enfermedad me dejaba cuando tomaba la pluma para escribir, así también me abandonó inmediata y completamente cuando terminé el último párrafo. En el acto, me levanté de la cama, me vestí y conduje durante todo el camino de regreso a Minneapolis sin detenerme, como no fuera para aprovisionarme de combustible.

No pretendo que el contenido de esta presentación de la revelación progresiva de Dios para Su Iglesia del fin de los tiempos, haya empezado tan siquiera a agotar el tema de lo que Dios está haciendo o está diciendo en la hora actual. Ni tampoco pretendo decir que ella esté exenta por completo de las ideas del hombre. Por favor, amadísimos míos, acepten el grano y desechen la paja. No esperamos que los demás vivan una revelación prestada; pero sí que ustedes oren por estas cuestiones antes de eliminarlas de su consideración.

Algunos fragmentos de este escrito no son producto de las palabras pergeñadas por el Espíritu Santo por el único intermedio de mi persona, sino mediante otros vasos probados también en el fuego, son hermanos preciosos de la misma fe y del mismo entendimiento. Los tratos íntimos de Dios me han hecho saber que las palabras que han escrito estos hombres no fueron las palabras de las obras del hombre, sino las del Espíritu Santo, y que ninguna palabra que yo pudiera escribir sobre el asunto, podría describir tan adecuadamente la congoja de mi corazón, o revelar lo que el Espíritu está diciendo sobre el tema.
En lugar de llamar la atención sobre el hombre, agregando nombres y citas, yo le daré toda la gloria a El, al verdadero autor.

Confiamos en que las ideas del siguiente escrito sean escalones preciosos para ayudar a «llevar a muchos hijos a la gloria,» cuando convengamos conjuntamente en ser «seguidores del Camino Viviente,» y responder al llamamiento de la hora actual de Dios para «Subir Más Alto.»

CLAYTON SONMORE            Marzo 14 de 1964

CAPITULO UNO

LA CONFRATERNIDAD DE LOS DE CORAZÓN HAMBRIENTO

He visto con mis propios ojos muchas sanidades físicas maravillosas, incluso de aquellos cuyos ojos ciegos fueron abiertos, pero jamás he visto ningún milagro comparable al que presencié en una asamblea del Espíritu Santo a principios de los años 50. Simplemente, el milagro fue un poderoso movimiento de «amor y confianza» entre una multitud de hermanos. Creo que no haya habido, ni antes ni después, reciprocidad igual en ninguna otra parte en nuestro siglo. Sólo podríamos decir: «Mirad, cómo se aman unos a otros.» Este fue un verdadero «bautismo de Amor.» Hermanos, hemos perdido esta cualidad fundamental, incluso en las agrupaciones llenas del Espíritu. ¿Qué ha ocurrido?

Como una planta nueva y tierna, como un gorrión recién nacido, incapaz de volar por sí mismo, debemos permanecer juntos. Temerosos y temblando, a pesar de las aparentemente desesperanzadoras perspectivas del futuro. Debemos arrepentir-nos de nuestras imperfecciones, reconociendo nuestra necesidad y luchando de nuevo, encarecidamente, por la restauración de aquello que se perdió. Pensándolo bien, no sólo por lo que se perdió sino - mucho más - por la prometida promesa bíblica de la doble porción del fin de los tiempos.

La «ekklesia» (de los llamados a ser separados hacia El) que están luchando denodadamente por algo más alto, no es muy numerosa. Ellos apenas son un puñado. Ellos reconocen que, de acuerdo con las apreciaciones normales del hombre, parece que no tengan las cualidades básicas para enseñar en las clases de la escuela dominical y - mucho menos - para sacar de Egipto a un pueblo perdido, a una humanidad atrofiada espiritualmente, y llevarlo - a través del desierto - a la Tierra Prometida.

Aunque parezca que la mayoría de los cristianos (no me atrevo a llamarlos creyentes) están combatiendo a este movimiento, no debemos inclinarnos por más tiempo a su llamamiento a la medio-cridad. Estamos separados por miles de kilómetros, por muros denominacionales, por doctrinas, por diferencias de culto, y así sucesivamente. Todavía podemos y debemos tener amor y confianza mutuos que nos pongan por encima de nuestras diferencias y nos permitan ver en los ámbitos del Espíritu mucho más allá del velo de nuestra carne, llevándonos a una nueva revelación de Jesús, de Su Amor, y de Sus propósitos eternos para los suyos.

También, hermanos, no podemos separar el «Amor» de la «Con-fianza.» Debemos detenernos lo suficiente para darnos cuenta de que la Confianza ha llegado a ser, ciertamente, una esquiva y casi perdida cualidad, perdida con frecuencia - incluso - entre aquellos que son reclutados para formar parte del ejército de Dios del fin de los tiempos.

Toda consideración debe ser contrapesada cuidadosamente, con el bien entendido de que miles de almas pueden pender de la balanza de tal decisión. Ninguna decisión debe tomarse apresuradamente, ni sin una completa unidad de criterio. Debemos movernos en el Espíritu. El asunto esencial debe ser el de «prefiriéndoos con honra los unos a los otros,» debiendo eliminarse las maniobras políticas. Incluso, no podemos dar crédito a los informes de las maniobras detrás de bambalinas, porque debemos tener «confianza.» Debemos tener lo que podría llamarse el «amor puro de un alma pura.»

En el primer mensaje a las iglesias, Dios muestra Su desagrado porque ellas abandonaron su primer amor (Apocalipsis 2:4). El nombre nunca está vacío de amor, bien se trate de una clase inferior de amor sensual, tipo filadelfia, o de un amor ágape del Espíritu. Éfeso dejó uno de estos amores para abrazar el otro.
Ellos no perdieron su primer amor, lo abandonaron. Dios les dijo que todavía podían regresar a él, pero que si no lo hacían así, entonces les sería quitado su puesto (como candelero).

Sin embargo, se les alababa por su odio contra los hechos de los nicolaítas, pues también Cristo los aborrecía. La palabra nicolaíta viene de la palabra griega «nikao» (que significa conquistar) y «laos» (el pueblo). Su aborrecimiento estaba enfocado sobre aquellos hechos que conquistaban al pueblo y buscaban llevarlo a la esclavitud. Esta revelación que vino al apóstol Juan en el año 96 D.C., se refería a un peligro manifiesto de esa época: la aparición de personas en el liderazgo que ataban a la iglesia de Dios, apartándola del ámbito del Espíritu, para llevarla al ámbito de lo anímico y de lo sensual. También causa asombro que el objeto de aborrecimiento en Éfeso, se convertiría después en una doctrina bien recibida en Pérgamo (Apocalipsis 2:15). La necesidad y el apremio habían llevado al pueblo a buscar la seguridad. Cuando Cristo deja de ser el punto focal de nuestra seguridad, empezamos a perder nuestro amor ágape y nos volvemos hacia la seguridad inferior de la hermandad y de su amor filadelfia. Por sí solo, el amor filadelfia únicamente puede llevar a la esclavitud, y debe estar impregnado por la forma más elevada del amor, por el amor ágape. Este amor ágape sólo puede ser experimentado cuando Jesús es el centro y el epicentro de todas las cosas. El amor inferior debe estar controlado e influenciado por el amor más grande.

Pero, con muchísima frecuencia, el pueblo de Dios que ha entrado en el lugar de Su presencia, se vuelve negligente en su andar, y abandona el lugar de la fragancia celestial, de las experiencias del óleo de la unción fresca del mutuo entremezclamiento y del compartir en Su amor ágape. Esa experiencia bendita de ser uno, uno en El, es prontamente remplazada por una inferior. La presión siempre viene del exterior. Los hermanos empiezan pronto a buscar refugio y seguridad en la confraternidad o en la actividad que han establecido. Y después, cuando la seguridad en El solo, es substituida por la confraternidad y por la seguridad de los grupos, el amor vertical (el amor ágape) llega a unirse con el amor horizontal (el amor fileo), o es substituido por éste, hasta que sólo queda una sombra de lo que Dios pretendía.

Dios está haciendo una cosa nueva, y las puertas del infierno no prevalecerán contra la Iglesia que Él está estableciendo. Esta es una Iglesia no hecha por manos, carente de organización, y no usada como cuerpo colectivo para ejercer presión y para producir temor en aquellos que no están dispuestos a someterse. Creo firmemente que esta Iglesia universal - integrada por aquellos que están dispuestos a «andar el camino» en el «Camino Viviente» - lo coronarán Rey a El, entrando así en la verdad del camino victorioso. Otra vez estamos viendo un pueblo que empieza a ser poseído por aquello que Jesús tenía, y a lo cual Él se refirió cuando dijo: «Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos.» Y esta confraternidad en El producirá, automáticamente, la superabundancia de aquellos que se adherirán a la Palabra: «Un mandamiento nuevo os doy: QUE OS AMÉIS UÑOS A OTROS; como yo os he amado, que también os améis los unos a los otros.» «En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros.»

«Unos a otros.» En griego la palabra «a» quiere decir que este amor «no pide nada a cambio.» Jesús se dio a Sí Mismo, aunque nosotros lo rechazamos. Él nos amó y murió por nosotros, aunque nosotros despreciamos ese amor. Él nos amó y murió por nosotros, aunque no hubiéramos hecho nada por merecer ese amor.

Si no comprendemos esto, el espíritu de filadelfia de la buena reputación y de la estimación mutua empieza a enfocar nuestra atención de los unos hacia los otros, en lugar de enfocarla sobre Cristo. Donde esté nuestro corazón, allí estará nuestro tesoro. Empezamos a atesorar lo que Él tiene para nosotros, poniéndolo por encima a El Mismo. Pronto caemos bajo la esclavitud de aquello que hemos buscado atesorar para nuestra protección y seguridad. Después, nos convertimos en un diente del engranaje de la máquina de filadelfia. ¡Oh, la sutileza de todo esto!
En cada iglesia y en cada era, trátese de Éfeso, de Esmirna, de Pérgamo o de la Laodicea de hoy día, Cristo ha dispuesto que Él tendrá una compañía de vencedores. Ellos vencerán todo espíritu o situación contrarios que se presenten. Ellos están viviendo en la realidad de que el amor más grande vence el inferior. ¡El suyo es el verdadero amor ágape! Ahora, ellos pueden amar, aun cuando se les habla en contra. Ellos pueden comprender, aun cuando sean mal comprendidos. Ellos pueden bendecir, aunque se les maldiga. Ellos saben cómo vencer el mal con el bien.

¡Oh, Dios, haznos sabios ante los sutiles engaños de Satanás, y haznos conocer nuestras flaquezas humanas! ¡A Ti, y sólo a Ti, podemos aferramos para que Tú, con Tu gran providencia, lleves plenamente a cabo Tus propósitos eternos para la hora presente! ¡Que humildemente seamos el pueblo en el cual Tú encuentres deleite!

¿Puede ser posible que el grupo en el que nosotros siempre hemos sido tan felices al presentarnos como una confraternidad y no como una denominación, haya perdido el espíritu de la confraternidad, y que ahora éste haya sido remplazado por el espíritu de la denominación (o de la dominación)? ¿Vamos a tener cada vez más y más control centralizado, con su acompañamiento de temores o del «póngase en fila, o de lo contrario....» En realidad, cada vez más y más personas están siendo dominadas por unos pocos, porque a la gente no le gusta tomar decisiones personales, con su secuela de responsabilidad personal. El espíritu de la época es el del rápido amoldamiento de toda la humanidad a la centralización y a la conformidad del pensamiento, así como a la centralización del control.

Alguien dijo: «Dios siempre empieza con un Hombre, y se vale de él para comenzar un Movimiento. Invariable y finalmente, cuando éste pierde su sencillez y su fe y su amor infantiles, se convierte en una Máquina, y después en un Monumento; y, como Sansón, no se da cuenta de que la Unción ha empezado a declinar”.

En todas las épocas se ha dicho que los pasos de la declinación espiritual de los grupos ha seguido siempre este ciclo: (1) Revelación; (2) Inspiración; (3) Evangelización; (4) Organización; (5) Educación, y (6) Estancamiento, cosa que ocurre - por lo general - en menos de una generación.

En 2 Corintios 11:3, Pablo afirma: «Mas temo que como la serpiente engaño a Eva con su astucia, sean corrompidos así vuestros sentidos en alguna manera, y caigan de la simplicidad que es en el Cristo.»
En su libro: «Poder Mediante la Oración,» E.M. Bounds ha escrito:

«Constantemente nos encontramos en tensión, si no nos esforzamos por idear nuevos métodos, nuevos planes, nuevas organizaciones para hacer avanzar a la Iglesia y para asegurar la propagación y la eficacia del Evangelio. Esta tendencia del momento actual tiene la propensión a perder de vista al hombre o de sumergirlo en el plan o en la organización. El plan de Dios es hacer que el hombre llegue a más, poniéndolo por encima de cualquier otra cosa. Los hombres son el método de Dios. La Iglesia está buscando métodos mejores, Dios está buscando hombres mejores. El Espíritu Santo no fluye mediante los métodos, sino por medio de los hombres. Él no llega a la maquinaria, sino a los hombres, a los hombres de oración....»

En último análisis, debemos respetar el derecho de todo individuo a ser «guiado por el Espíritu.» Sin embargo, el Señor dice que «a libertad habéis sido llamados; solamente que no uséis la libertad como ocasión a la carne, sino servíos por la caridad los unos a los otros.» Jesús antes de ser El Que Manda, fue el Siervo de todos, sin mandar ni guiar jamás por la fuerza, sino guiando siempre con amor.

Dios nos tiene en cuenta como individuos y como organismos de participación voluntaria para que hagamos parte de la «Compañía de las Primicias» y para que ayudemos a muchos, con el fin de que ellos lleguen a ser «Hijos Vencedores» que se manifiesten en vida y en poder en estos últimos días.

Esta «Compañía de José» será una compañía de vencedores con talento divino, perseguidos y perdonadores que, siendo maltratados y malentendidos, sirvan de alimento tanto para sus hermanos como para los egipcios. A pesar de todas las persecuciones, ellos permanecerán firmes y llegarán a proclamar las verdades de Dios con un poder tan grande del Espíritu, como el mundo no lo ha visto jamás. Sí, la «casa postrera será mayor que la primera.»

Nuestro clamor debe ser: ¡Oh, Dios, «restituye lo que comieron la oruga y la langosta»! Siento que el Señor nos está diciendo: «Pero tengo contra ti que has dejado tu primer amor. Por lo cual ten memoria de dónde has caído, y arrepiéntete, y haz las primeras obras; si no, vendré presto a ti, y quitaré tu candelero de su lugar, si no te enmendares.»

Leonard Ravenhill escribe:

«Según el pecado de Sodoma, así es su juicio. La iniquidad de Sodoma fue la soberbia, la abundancia de pan y la abundancia de ocio. ¡Necesitamos profetas para este día de perdición! Ni Gedeón, ni ningún otro se ven en dificultades por tener visiones. Sin embargo, deje usted que Gedeón salga sin ser visto a medianoche y tale la arboleda de Baal; y luego, que el Infierno desate toda su furia.»

«Que Juan el Bautista llame Víboras a los sacerdotes y escarnezca el adulterio de Herodes, y firma así su propia sentencia a muerte.»

Hermanos míos, los diversos tratos de Dios para conmigo me han llevado a poner ante ustedes, a cualquier precio, lo que yo siento que es la verdad de Dios, antes de ver que mis hermanos, los hermanos a quienes amo, tropiecen en este movimiento del fin de los tiempos y caigan en la autosatisfacción en medio del desierto, todo porque - por temor - Ninguna Voz Clamó por el Arrepentimiento.

Muchas organizaciones y denominaciones - incluso los pentecostales - han crecido partiendo de cero, hasta llegar a los cientos de miles de fieles en los últimos cincuenta años. Han gastado cientos de millones de dólares en edificios; y, con mucha frecuencia, han tenido - esencialmente - poca o ninguna comprensión de la voz y de la conducción de Dios en este movimiento del fin de los tiempos. En realidad, usted encuentra que todos ellos carecen, con harta frecuencia, del entendimiento espiritual, de tal modo que persiguen el nuevo avivamiento de la misma manera en que ellos fueron perseguidos en tiempos pasados.

Además, y también por causa del quebrantamiento del amor, la soberbia - la principal iniquidad de Sodoma - ha crecido en nuestras filas. Me pregunto si no hemos sido culpables de la superabundancia de satisfacción o - quizás - pensando como grupo, o cada uno de nosotros como individuo, que somos ciertamente los especialísimos de Dios y, también, el don más grande para la Iglesia. El rápido crecimiento de las actividades ha traído consigo la «prosperidad numérica» sin la «pobreza de espíritu.» Creo que Dios quiere que nosotros no sintamos satisfacción con estas estadísticas, porque las estadísticas no pueden ser la calificación para el éxito espiritual. No debemos medir nuestros éxitos, ni permitir que ellos sean un termómetro para ver si estamos o no estamos moviéndonos en Dios.

Para oír la voz de Dios y para saber cómo está guiando El este movimiento del fin de los tiempos, debemos pedirle a Dios el entendimiento y la sabiduría espirituales.
Nuestro clamor debe ser: «Oh, Dios, no permitas que perdamos el nuevo vino del Espíritu que Tú estás derramando sobre toda carne que lo reciba.» No debemos medir nuestro éxito espiritual por nuestras realizaciones temporales.

Nuestra oración debe ser: «Señor, haz que tengamos el Espíritu de la revelación y el temor total de Dios con el fin de que califiquemos para ser el diminuto remanente simbolizado por Josué y por Caleb.» Tomados de entre cerca de 2.000.000 de adultos que - por el pecado y el fracaso fueron destinados para recibir el premio de consolación de Dios - sólo estos dos no estuvieron satisfechos con esto, pues querían tener nada menos que el premio mayor de Dios: Su perfecta voluntad.

Dios está llamando al arrepentimiento. Dios nos está exigiendo, como individuos y como confraternidades, que nos apartemos a nuestros cubículos de oración y le pidamos al Señor que nos perdone por nuestros débiles esfuerzos para ponerlo a El en Su puesto legítimo. Que Él nos perdone por nuestra falta de amor sin disimulo, por nuestra falta de oración, ¡por nuestra falta en hacer de Él el centro y lo máximo en todo! Con cuánta frecuencia hemos exaltado la carne con el empleo de términos como «admirable» y «grandioso.» Hemos ensalzado al «gran» hombre, haciendo exclusión del pequeño.

Me doy cuenta, cada vez más, de que muchas de nuestras decisiones se toman precipitadamente, pensando en cómo seremos recibidos por determinados individuos, grupos, iglesias u organizaciones.

Paul Fleming, el fundador de la Misión Nuevas Tribus, dijo que antes de que él fuera llamado a casa para estar con el Señor, lo único que temía más que cualquier otra cosa era que la Misión Nuevas Tribus - que fue combatida enconadamente, tanto por las organizaciones como por los individuos - fuera aceptada y reconocida por los hombres. Dijo que su deseo era ser aprobado por Dios, así nunca oyera o tuviera el aplauso de los hombres. Jesús dijo: «Porque lo que los hombres tienen por sublime, delante de Dios es abominación.»
Por la creciente carencia de «Amor y Verdad» nos encontramos, año tras año, con el hecho de que cada vez mayores fuerzas extrañas al «Movimiento del Espíritu del fin de los tiempos,» se abren paso por entre nuestras desgreñadas filas, y capitalizan nuestra falta de «confianza» entre unos y otros.

Hace algunos años, Dios me habló claramente por boca de varios testigos: «Escribe la visión y declárala en tablas, para que corra (para que se lance a la acción) el que leyere en ella.» El también dejó en claro que: «Aunque la visión tardará aún por un tiempo... espérala, que sin duda vendrá.» De algún modo, siento que éste es el día y que con este escrito se está cumpliendo, por lo menos, la primera parte de esta «visión.»

Ya sea en Minneapolis, en San Luis, en Londres o en el Congo, la Iglesia ha fallado, y la rebeldía contra el galanteo y los requerimientos de Dios es tan evidente, que la Iglesia - tal como la conocemos hoy - está espiritualmente agobiada por la pobreza. Aunque todavía tenga cantidades de personas, está muerta espiritualmente. Si ocurriera una persecución internacional a la Iglesia que conocemos actualmente, los pocos que permanecerían, sólo darían lugar - con seguridad - al comentario: « ¿Es que queda algo de fe?» ¿Por qué?

Es obvio que nuestro sistema político en los Estados Unidos ha fallado y, aunque nuestro país ha regalado millones de millones por todo el mundo, somos - sin embargo - los más odiados por nuestros beneficiarios. ¿Por qué?
Nuestro sistema eclesiástico también ha fallado. Sin excluir el grupo denominacional que conozco - aunque se hayan derramado muchos millones de millones en sus iglesias y en sus misiones y en sus diversas actividades - la bancarrota espiritual prevalece en la mayoría de todos los niveles. El rápido incremento hacia el casi total aniquilamiento espiritual pende sobre nosotros. ¿Por qué?


Capítulo Dos

LA EDIFICACIÓN DE «un reino»
Versus
LA EDIFICACIÓN DEL REINO

El principal denominador común para el fracaso de los órdenes, tanto político como eclesiástico, es el mismo. Los hombres están edificando «un reino,» en lugar de edificar EL REINO. Dios le ha prometido a Su pueblo «todas las cosas» espirituales, materiales y temporales, pero sólo a Él debe dársele toda la gloria. El poder de Satanás fue quebrantado en el Calvario, y el poder de Satanás también puede ser quebrantado completamente en nuestra vida.

Los edificadores de reinos continuarán congregando gran número de fieles, pero jamás llegarán a ser el organismo que sea la «Compañía de Josué.» que está señalada como el ministerio del fin de los tiempos, la que llevará al camino para entrar en la tierra prometida. ¿Estamos dispuestos a pagar el precio?

A menos que recibamos una nueva visitación de una Fe que mueva montañas; de una humildad que nos haga luchar por el lugar más bajo, en lugar de hacerlo por el más elevado, y de un «amor sin fingimiento» que realmente «prefiera los unos a los otros,» segui­remos apartándonos de la unción divina y del llamamiento que -quizás - vinieron a nosotros hace años. ¿Estamos también nosotros edificando un reino o, en realidad, muchos reinos? La edificación de reinos parece ser la maldición número uno de la Iglesia. Esto no es algo difícil de comprender, porque la naturaleza humana es hoy día la misma que fue en los días de Sodoma, cuando «La Soberbia de la Vida» fue uno de los tres pecados por los cuales Dios tuvo que pronunciar el juicio, con el fin de poner de manifiesto la pureza.

La edificación de un reino, en lugar de edificar El Reino, es una extraña tentación que casi ha destruido la verdadera confraternidad en el Espíritu Santo. La soberbia de la vida - la destructora de la verdadera humildad - es algo terrible. Ella asoma continuamente su horrible cabeza, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testa­mento. La iglesia primitiva estaba asediada por este mismo defecto antes de que estuviera llena con el Espíritu Santo, y fuera quebran­tada completamente por la Roca, para ser llevada así al abandono total de todos los derechos. Pedro, Santiago y Juan también lucharon y contendieron en cuanto a cuál de ellos sería el hombre más alto en el pilar totémico.

Tan claro como lo fue en aquel tiempo, y como lo es hoy, así de claro es hoy día que son pocos los que contienden por el lugar más bajo, por el camino bajo - el camino de los «quebrantados y contritos.» Sin embargo, ellos tenían la excusa de que no habían sido llenos por el Espíritu. Creo que nuestra experiencia en el Espíritu Santo, incluyéndome a mí, está con más frecuencia en él tenía que en él tiene.

Lo que está ocurriendo podría llamarse mejor el Culto a la Perso­nalidad. Esta situación también tiene en sí algunas peculiaridades insidiosas, porque muchos sienten que no ocupan un sitio de auto-exultación por encima de los demás, donde se elogie al hombre y se les ponga ante el público como si ellos fueran los así llamados «grandes» o «admirables» del pueblo de Dios, y todo esto, con la exclusión de los «pequeños y preciosos» en el pueblo de Dios. El rápido incremento del Culto a la Personalidad debe afligir cierta­mente el corazón del Maestro. La Palabra nos dice que nosotros sólo somos pecadores salvados por la gracia, y que toda nuestra justicia es como trapo de inmundicia. Creo que esto aflige el corazón de Dios, y que el juicio caerá pronto sobre aquellos que sigan practicando o contribuyendo de algún modo a este terrible «Culto.» No corresponde al plan de Dios la focalización en cualquier individuo u organismo, sin que haya una centralización en El. «Y yo, si fuere levantado de la tierra, a todos atraeré a mí mismo.»

Parece que nos empeñamos cada vez más en buscar el favor de alguien o de algo, con el fin de conseguir la aceptación. El comprometer nuestras convicciones no tiene cabida en la ministración de «este evangelio del reino.» El Señor afirmó: «No he venido para traer paz, sino espada.» Siempre habrá paz entre los hermanos «andando en el Espíritu.» Sin embargo, según las Escrituras, cuando una parte de la familia de fe se abstiene de lo mejor de Dios, habrá una división.

La mayor parte de la gente es introvertida por naturaleza, pero muchos se convierten en conspicuos extrovertidos en Dios. Hacer callar a estos ministerios individuales y tratar de que se sometan a un molde proveniente del centro general de operaciones, no es de acuerdo con las Escrituras.

Creo que nuestros ministerios individuales pueden dar la impre­sión de apartarse los unos de los otros, como los radios de una rueda. Si todos estamos anclados en el cubo de la rueda del amor, no habrá confusión, aunque así pueda parecerle al extraño; e, incluso, a nosotros mismos nos parece, a veces, que todo es confusión y desesperanza.

«Entonces Jesús dijo a sus discípulos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame. Porque cualquiera que quisiere salvar su vida, la perderá, y cualquiera que perdiere su vida por causa de mí, la hallará.» Quizás, aquí esté nuestra mayor falla como individuos y como cuerpos colectivos.

¿Estamos tomando verdaderamente esta cruz, y lo estamos si­guiendo a El sin temor ni favor? ¿Estamos dispuestos a perder nuestras vidas por El, o estamos listos a acomodar nuestras convic­ciones para conseguir el aplauso de los hombres, con el fin de aumentar nuestro crecimiento numérico, o para lograr el favor de los grupos o de las denominaciones? Si vamos a aceptar esta premisa del compromiso y no estamos dispuestos a perder nuestra vida, nuestra reputación nuestra confraternidad, nuestro organis­mo u organización, sino que tratamos de salvarlos, los perderemos con seguridad.

Podemos tomar la decisión de entrar en la tierra prometida y de luchar contra los gigantes, o tomar el camino fácil de la carne y andar errantes por el desierto. Por cualquier camino podemos crecer numéricamente, pero sólo hay un camino perfecto de Dios, en tanto que lo otro representa la voluntad permisiva de Dios.

A causa de la premisa de la congregación de los hombres, (1) prescindiendo de la denominación, y porque las personas que entran en estas reuniones están (2) desesperados por Dios, y porque (3) Dios honra Su Palabra dondequiera que ella se predica, nos parece con frecuencia que tenemos un maravilloso movimiento del Espíritu, a despecho del egocentrismo del hombre y de la variada delincuencia espiritual. Pero, debemos dejar de creer que por el crecimiento numérico y por las bendiciones en las reuniones o de las actividades, estamos automáticamente en el centro de la perfec­ta voluntad de Dios. Él quiere que no nos solacemos en las estadísticas numéricas, porque ellas no son la calificación del éxito espiritual. No debemos medir nuestros logros por las estadísticas o permitir que éstas sean el termómetro para ver si nos estamos moviendo en lo mejor de Dios. El rápido crecimiento de las actividades ha traído la «prosperidad numérica,» pero también ha traído la «muerte espiritual.»

Con tan escaso tiempo y con una mancomunidad tan grande de fuerzas como las que hay en el Gran Ejército de Dios, sería una tragedia si se pretendiera encerrar a todo el mundo en un corral, centralizando el control en cualquier cuartel general específico. Aun entonces, la mayor parte de las decisiones deberían ser tomadas por empleados contratados. No, hermanos, en tanto que confiemos en Dios para que los hombres tengan sabiduría, también debemos quitar los muros, y darle a todo el mundo una licencia franca para que ellos se muevan como el Espíritu los guíe.

Incluso si esto da lugar a posibles excesos o desviaciones, me siento contento de moverme en libertad como el Espíritu guía, previniendo de que esta libertad no se emplee como licencia o como excusa, sino que quiero responder solamente a Dios y a la palabra ungida (cuando ella es ungida) en nuestros hermanos, con sumisión y humildad, que es el único camino para reclutar las personas necesarias para «trastornar el mundo» rápidamente y ahora.

Pablo tiene una respuesta para nosotros cuando repite: «Todavía, hermanos, os ruego por el nombre del Señor nuestro, Jesús, el Cristo, que habléis todos una misma cosa, y que no haya entre vosotros disensiones, antes seáis perfectos, unidos en un mismo entendimiento y en un mismo parecer. Porque me ha sido decla­rado de vosotros, hermanos míos, por los que son de Cloe, que hay entre vosotros contiendas; quiero decir que cada uno de vosotros dice: Yo soy de Pablo; pues yo de Apolos; y yo de Cefas; y yo del Cristo. ¿Está dividido el Cristo? ¿Fue crucificado Pablo por vosotros? ¿O habéis sido bautizados en el nombre de Pablo?» Pablo no pide que todos o que todo esté centralizado en él mismo, ni niega el llamamiento y el liderazgo divinos de Apolos o de Cefas. Esencialmente, él quiere que el pueblo siga a Dios, según los dictados de la propia y divina guía de ellos, pero con «amor, sin fingimiento» para todos, porque «Cristo no está dividido.»

Mucha gente pregunta sobre la confusión y sobre la falta de amor y de confianza que existe, incluso, en nuestros círculos de pentecostés. ¿Por qué hay tal confusión? ¿Cómo es posible que el enemigo se introduzca en la escena y la domine de tal manera con el «culto a la personalidad» y con «la edificación de reinos» en tantos casos? Señor, ayuda a descubrir en esta disertación algunos de los encubiertos «porqués».

Todos nosotros, los que fuimos verdaderamente bautizados en el «Espíritu Santo y en Fuego» podemos mirar retrospectivamente a los primeros días (que eran considerablemente mejores) de esta dimensión, anhelando la humildad y la sencillez sin paralelo que estaban desprovistas del ambicioso complejo del «culto a la personalidad» y del “espíritu de la edificación de reinos” que ahora prevalecen. Algunos serán lo suficientemente honestos para admitir que nosotros, como un todo, hemos perdido esa cualidad fundamental. Bien sea que seamos ricos o pobres, educados o no, creo que una de las grandes evidencias para el escéptico, sea que esta experiencia no descansa ni en la sabiduría ni en el poder humanos, sino que - por el contrario - descansa en el poder divino.

Pablo, un hombre de gran inteligencia y educación, y que antes había disfrutado de un lugar destacado en el sistema religioso de su época, dijo: «Dios no ha escogido al sabio y al poderoso, humana­mente hablando, sino que Dios ha escogido a los simples del mundo, para avergonzar al poderoso, y Dios ha escogido a los humildes, y a los desechables y a los don nadie con el fin de aniquilar lo que tiene algún valor, para que toda la humanidad pueda ser humilde en la presencia de Dios» (1ª Corintios 1:25, según la traducción de Berkeley). Esto fue porque Pablo había dejado a un lado sus dotes naturales, con el fin de preferir la «unción que pudre el yugo» para que él pudiera conseguir la sencillez que aborrece el espíritu de la «edificación de reinos.» ¿Como hizo la iglesia primitiva para hacerse famosa con la frase «Mirad, como se aman los unos a los otros» ¿Cómo pudieron ellos «trastornar el mundo»? Creo que fue porque casi todos los de la iglesia primitiva, como Pablo conocían la realidad de la vida crucificada, del caminar en el Espíritu, exento de la «edificación de reinos» y del «culto a la personalidad,» dejando lugar así solamente para Él.



Capítulo Tres

« ¡COMO HAN CAÍDO LOS VALIENTES EN MEDIO DEL CAMPO DE BATALLA!»

«Y dijo Samuel: Siendo pequeño en tus propios ojos, ¿no has sido hecho cabeza a las tribus de Israel, y el SEÑOR te ha ungido por rey sobre Israel?» (1 Samuel 15:17).

Todo tiene su causa, y hay una razón fundamental para el levanta­miento y para la caída de muchos de los ungidos del Señor. «Así que, el que piensa estar firme, mire que no caiga» (1 Corintios 10:12). «Porque no tenemos un sumo sacerdote que no se pueda compade­cer de nuestras flaquezas; mas fue tentado en todo según nuestra semejanza, PERO SIN PECADO. Lleguémonos, pues, confiadamen­te al trono de Su gracia, para alcanzar misericordia, y hallar gracia para la ayuda oportuna» (Hebreos 4:15,16).
Al principio, cuando los hombres acceden a los puestos de servicio, ellos se acercan al trono de Dios para suplicar misericordia y gracia. Dios tiene en cuenta estos seres humildes por medio de la sangre y del sacrificio de Jesucristo y les concede el perdón y la bendición. «Al corazón contrito y humillado no despreciarás tú, oh Dios» (Salmo 51:17). «Cercano está el SEÑOR a los quebrantados de corazón; y a los molidos de espíritu salvará» (Salmo 34:18). «Porque los ojos del SEÑOR contemplan toda la tierra, para corroborar a los que tienen corazón perfecto para con él» (2 Crónicas 16:9).

La gracia de Dios es Su inmerecido favor hacia el hombre, para aquel en el cual Su misericordia puede tomar igualmente la forma de juicio o de corrección, si nosotros estamos abiertos para recibir­la. La gracia de Dios es el poder de Dios para hacer por nosotros aquello que comprendemos que no podemos hacer por nosotros mismos, si creemos verdaderamente que Dios puede y quiere cambiarnos a Su propia imagen. Si nosotros queremos acatar el llamamiento de Su trompeta, todavía hay tiempo para el juicio con misericordia. Un hombre - pequeño en sus propios ojos - que suplica misericordia, es ciertamente tierra fértil para los dones de la gracia y de la misericordia de Dios.

Muchos son los caídos entre los ungidos del Señor que, después de haber obedecido y de haber recibido la bendición de Dios, convier­ten a Jesucristo en un ídolo, antes que seguir permitiéndole que Él sea su solo y único Señor. Ellos prefieren idolatrar a Jesús, cantando Sus alabanzas, ayunando y haciendo sacrificios a Su nombre, antes que obedecerle e identificarse con El en un puesto de humildad y de servicio para la humanidad.

Dios también tiene normas y leyes que rigen el éxito de Su administración de Su Reino. Con el fin de proteger Su propio y santo nombre, Él debe corregir, regañar, degradar o hacer cuanto sea necesario para la corrección apropiada. Dios es el primero y el último. El no tolerará que nadie lo ponga en segundo lugar. Él es el Soberano, y exige fidelidad absoluta. Bien se ha dicho que Jesús es el Señor de todo, o no lo es.

Así como los paganos tienen gran variedad de clases y de tipos de dioses, así también algunos cristianos tienen dioses extraños que, tal vez, han puesto inadvertidamente antes del Dios del cielo. Por influencia de Satanás, ellos han caído entonces de sus puestos de servicio.

Algunos siervos de Dios, poderosos en hechos y en la palabra, han sido engañados por Satanás al preferir y proteger su imagen pública, en lugar de estar entregados por completo y a cualquier precio a la verdad. Satanás, con su sutileza, les susurra en sus oídos: «Si perdéis vuestra imagen pública, ¿cómo podréis servir exitosamente a Dios?» Ante este asalto, ellos caen, sin darse cuenta de que si tienen una buena imagen pública se lo deben a Dios, y que el único camino para protegerla y conservarla es el de permanecer fiel a Aquel que se las dio. Ellos creen que esa imagen debe ser protegida y conservada a cualquier precio. Sin embargo, esto no puede conseguirse, porque Dios aborrece todas las formas de idolatría y, por tanto, busca la destrucción de todas las imágenes.

«Porque no te inclinarás a dios ajeno, que el SEÑOR, cuyo nombre es Celoso, Dios celoso es» (Éxodo 34:14). Jesús, como verdadero y típico siervo de Dios, rechazó el honor del hombre y no se tomó para sí el crédito. «Sin embargo se anonadó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres» (Filipenses 2:7). Jesús dijo: «Gloria de los hombres no recibo» (Juan 5:41). Sería maravilloso si los ungidos del Señor pudieran comprender que el sistema honorífico del hombre, edificado sobre la reputación, es detestable a los ojos de Dios, «...porque no es lo que el hombre ve. Porque el hombre ve lo que está delante de sus ojos, mas el SEÑOR ve el corazón» (1 Samuel 16:7).

Si estas cosas de Dios pudieran ser comprendidas realmente por los ungidos del Señor, sería muy fácil vivir «amando la caridad de la hermandad los unos con los otros; prefiriéndoos con honra los unos a los otros» (Romanos 12:10). ¡Oh, que los ungidos de Dios puedan conocer que hay una ley inalterable que rige el éxito y el fracaso, el levantamiento y la caída de los ungidos del Señor. «Porque cualquiera que se ensalza, será humillado; y el que se humilla, será ensalzado» (Lucas 14:11). Con razón que estén cayendo tantos ungidos de Dios. Parece que muchos de ellos están disponiendo su caída al seguir la fórmula de humillarse, exaltándose a sí mismos, antes que seguir la fórmula del adelanto, honrando y prefiriendo a sus hermanos por encima de ellos mismos.
La fórmula de Balaam no sólo es practicada por los individuos, sino también por ciertas organizaciones, que actúan como una especie de sindicato espiritual para controlar y administrar la propiedad de Dios para su propio provecho. Los códigos de la ética han sido formulados para remplazar el llamamiento individual de Dios. El mercado negro espiritual con el privilegio y el monopolio de las zonas geográficas, es una práctica común de la jerarquía eclesiás­tica.

«Porque no tenemos lucha contra sangre y carne; sino contra principados, contra potestades, contra señores del mundo, gober­nadores de estas tinieblas, contra milicias espirituales en los cielos» (Efesios 6:12). Los miembros individuales de la iglesia substituta de Satanás están pidiendo puestos con base en lo que ellos puedan recibir, antes que con base en lo que ellos puedan dar.

El espíritu organizacional no es nuevo en modo alguno. De hecho, él mostró su horrible cabeza en los tiempos en que Cristo andaba en la tierra. «Entonces respondiendo Juan, dijo: Maestro, hemos visto a uno que echaba fuera demonios en tu nombre; y se lo prohibimos, porque no te sigue con nosotros. Jesús le dijo: No se lo prohibáis, porque el que no es contra nosotros, por nosotros es» (Lucas 9:49,50).

¡Cómo sufrimos cuando el ídolo de nuestra reputación es atacada! Clamamos a Dios pidiendo ayuda, creyendo que se trata de un ataque del enemigo, no sabiendo que está en manos del alfarero hacer pedazos lo que se daña. Dios había pretendido que la vasija reflejase la imagen de Su Hijo Jesús, pero en lugar de eso, ella reflejó la imagen de Adán. Por tanto, tuvo que romperla y rehacer la imagen de Su Hijo querido. «Porque a los que antes conoció, también les señaló desde antes el camino para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos» (Romanos 8:29).

No desmayen ustedes, los que están soportando el ataque a los pequeños dioses de sus imágenes personales o públicas. Por delante hay una gran liberación y una entrada en Su reposo cuando, de una vez por todas, aquellas pequeñas imágenes - aquellos pequeños dioses personales de este mundo actual - hayan sido aplastados y despedazados sin que sea posible su restauración.

Así continua el ciclo del levantamiento y de la caída de los ungidos del Señor. Apartémonos de nuestra auto-promoción y de la aceptación del honor que sólo le es debido a Jesucristo. Dejémonos de aceptar la alabanza de los hombres, y traslademos todo el honor y toda la gloria a Aquel que es digno de todo. Suspendamos nuestras propias obras y dejémonos de convertir en mercancía las cosas de Dios. Arrepintámonos de nuestra iniquidad en los lugares altos y regresemos a nuestro primer amor, porque El perdona y absuelve abundantemente.

Él nos convertirá, una vez más, en vasos dignos para uso del Maestro. «Y el vaso que él hacía de barro se quebró en la mano del alfarero; y tomó y lo hizo otro vaso, según que al alfarero pareció mejor hacerlo» (Jeremías 18:4).


Capítulo Cuatro

¿ES REALMENTE LA DEMOCRACIA EL CAMINO DE DIOS?

A causa de nuestra obvia carencia del poder del Pentecostés del Nuevo Testamento, ¿hay en nuestras filas un eslabón perdido más importante para nuestra deficiencia que los hechos presentados hasta ahora en este escrito? Algo vital ha sido removido de nosotros como cuerpos colectivos. Hemos llegado a ser como Sansón que, a causa de su pecado y de su compromiso, perdió la «Unción» y «no sabía que el Espíritu Santo se había apartado de él.»

Sí, creo que hay un eslabón perdido y tiene su asidero, tanto como cualquier otro, en el hecho de que nosotros - como un cuerpo de creyentes - casi  hemos llegado a olvidar nuestras bases iniciales de funcionamiento como una Teocracia en la cual los puestos  y los «gobiernos» funcionaron mediante el orden Divino. En total y beligerante desafío a las Escrituras, el hombre de hoy ha hecho el cambio por la Democracia (la elección y el gobierno mediante la mayoría) como el modo predominante de gobierno y de determinar la voluntad de Dios en todo asunto.

Hay tanto lavamiento de cerebro en el mundo (del que nosotros no deberíamos ser) con respecto a los méritos de la democracia, que aun el pueblo de Dios - casi en su totalidad - se engaña al creer en la democracia como el modelo ordenado por Dios. En nuestro propio y así llamado Estado democrático o gobierno Federal, es casi imposible que el hombre escogido por Dios sea elegido o aun que sea candidato, excepto por una casi inexistente intervención Divina.
Declaro sin reservas que la Democracia (el gobierno por el hom­bre) no es de Dios. La Palabra también confirma que solamente la Teocracia (el gobierno por Dios) y los principios teocráticos son de Dios, y que la Democracia y los principios democráticos son de la Carne.

Las últimas palabras de Jesús antes de la ascensión fueron instruc­ciones para los discípulos: «Mas vosotros asentad en la ciudad de Jerusalén hasta que seáis investidos de potencia de lo alto» (Lucas 24:49). Aun con tal exhortación, el único hecho o acción entre la ascensión y la efusión del Espíritu, fue un pecado, al ignorar este mandamiento de «esperar al Espíritu Santo» antes de hacer cual­quier cosa. Este simple acto de desobediencia fue el deseo carnal de los discípulos de escoger a Matías para remplazar a Judas por medio de la democracia. Que ellos sólo hubieran esperado, obedeciendo el mandato del Señor, habría sido subsecuente a la «unción» en el Aposento Alto, y en el horario de Dios y a la manera de Dios, en la más alta voluntad de Dios, y/o en la hora de Dios.

Sin embargo, Matías podría haber sido el escogido de Dios, pero estoy seguro de que este nombramiento habría sido por los medios teocráticos (el nombramiento por Dios). El echar suertes fue un modelo del Antiguo Testamento, pero jamás leemos sobre este procedimiento después del Aposento Alto. Es significativo, por lo menos, que jamás se hubiera hecho de nuevo en la Palabra ninguna mención a Matías después de su nombramiento.

Desde ese día hasta el día de hoy, los procedimientos democráticos han sido el factor determinante en la mayoría de las organizaciones y de los organismos. Por no ser bíblica, la democracia siempre producirá - tarde o temprano - el «hombre escogido por el hombre» y el «plan del hombre,» antes que el «Hombre escogido por Dios» y que el «Plan de Dios,» en todas las sociedades donde se practique la democracia antes que la Teocracia.

Es evidente, con mucha frecuencia, que en cualquier grupo o cuerpo espiritual, hay dos clases de personas: la mayoría menos espiritual, y la minoría espiritual; esta última, clama en intercesión por algo más alto; y la primera, que es la que se opone, persigue - a menudo - a la minoría. Trátese de un grupo pequeño de personas o de una denominación completa, la mayoría menos espiritual elige, usualmente, sus contrapartes menos espirituales, en tanto que éstos - a su vez - ponen aun a sus contrapartes menos espirituales en más altas posiciones ejecutivas. Finalmente, la mayoría consigue - usualmente - al «hombre escogido por el hombre» para el liderazgo, en lugar del «hombre escogido por Dios» y, una vez más, el «plan del hombre» en lugar del «plan de Dios.»

La Teocracia (el gobierno por la guía Divina de Dios mediante los hombres) es la única norma viable de Dios. Esto no viene por votación de dieciséis a quince, con un sistema de mayoría impositiva, que después trata de interponer a Dios de alguna manera en la acción mayoritaria.

Solamente hay un «así dice el Señor,» y creo que hay un pueblo dentro del  pueblo que ya tiene suficiente de esa cualidad del enclenque, del don nadie, del que es como un niño que puede recibir y que está recibiendo la Palabra del Señor de Su propia Boca. Éstos son un pueblo que está dispuesto a pagar el precio del mal entendimiento y de la persecución por parte de la mayoría menos espiritual.

«Ministrando pues éstos al Señor, y ayunando, dijo el Espíritu Santo: Apartadme a Bernabé y a Saulo para la obra para la cual los he llamado.» No sabemos exactamente de qué manera ha hecho Dios que ellos oigan Su Palabra, o conozcan Su voluntad en cuanto al puesto de Dios dentro del cuerpo. Pero podemos estar seguros de que no fue mediante una elección democrática, impuesta por la mayoría.

Sin embargo, sabemos ciertamente que «El es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos,» y que «El no hace acepción de personas» y que, así como El habló para los «Suyos» en tiempos pretéritos, así también Él lo está haciendo hoy a los «Suyos.»




EL NUMERO 3 EN LAS ESCRITURAS

(Como signo de plenitud)

3 es la primera cifra «geométrica.» 2 líneas rectas no encierran ni completan nada. Las 3 dimensiones: LONGITUD, ANCHO y ALTURA son necesarias para formar un sólido. Así, el 3 significa lo que es sólido, real, substancial, completo e íntegro...

3 grandes divisiones completan el tiempo: PASADO, PRESENTE y   FUTURO.

3 cosas completan la esencia de la capacidad humana:   PENSAMIENTO, PALABRA y OBRA.

3 son las fiestas anuales de Israel: PASCUA, PENTECOSTÉS y LOS TABERNÁCULOS.

3 son los atrios del Tabernáculo: ATRIO EXTERIOR, LUGAR SANTO y LUGARSANTÍSIMO.

3 cosas están en el Arca: LA VARA, EL MANÁ y LA LEY.

3 son las medidas iguales de 10 codos cada una (el cubo) del LUGAR SANTÍSIMO. En el TERCER día de la creación, la tierra fue separada de las aguas (la resurrección). Al TERCER día Jesús se levantó de la muerte. En la TERCERA hora del día Él fue crucificado, y hubo tinieblas durante 3 horas.

3 fueron las personas levantadas de la muerte por Jesús.

3 años en la búsqueda del fruto testimonian el completo y absoluto fracaso de Israel (Lucas 13:7).

Por 3 veces Él dijo: «ESCRITO ESTA.»

Por 3 veces una voz habló desde el cielo dando testimonio de El: Mateo 3:17 - Mateo
17:5-Juan 12:28.

3 idiomas escritos sobre la cruz, muestran el absoluto rechazo que el hombre hizo de Él.

Por 3 ministerios Él fue levantado de entre Sus hermanos: Profeta, Sacerdote y Rey (Deuteronomio 17:5; 18:3-5,15).

3 fueron las revelaciones como Pastor: el BUEN PASTOR (en la muerte, Juan 10:11), el GRAN PASTOR (en la resurrección, Hebreos 13:20), el PRINCIPE DE LOS PASTORES (en la Gloria, 1 Pedro 5:4).

3 apariciones de Hebreos 9 que muestran que Su obra no estará terminada hasta cuando El aparezca de nuevo.

3 días de viaje separan a Israel de Egipto (el mundo). La separación completa (Éxodo 5:3).

3 cosas trajeron los espías: UVAS, HIGOS y GRANADAS.

Por 3 veces se separaron las aguas del Jordán (Josué 3:16; 2 Reyes 2:8,14).

3 días de búsqueda le toma a Elías la culminación del testimonio que él no había podido encontrar (2 Reyes 2:17).

3 son las divisiones que completan el canon del Antiguo Testamento: LEY, PROFETAS, SALMOS (Lucas 24:44).

El 3 señala la culminación de los tratos de Dios con determinadas personas: SEM, CAM, JAFET; ABRAHAM, ISAAC, JACOB; SAÚL, DAVID, SALOMÓN; NOÉ, DANIEL, JOB; SADRAC, MESAC, ABED-NEGO; PEDRO, SANTIAGO, JUAN.

3 son los dones de la gracia: FE, ESPERANZA y CARIDAD (repetidos cinco veces).

La TRIPLE naturaleza del hombre completo: ESPÍRITU, ALMA y CUERPO.

La TRIPLE naturaleza de la tentación: CONCUPISCENCIA DE LA CARNE, CONCU­PISCENCIA DE LOS OJOS y SOBERBIA DE LA VIDA (1 Juan 2:16).

La TRIPLE corrupción de la Palabra de Dios: QUITÁNDOLA, AGREGÁNDOLA y CAMBIÁNDOLA.

3 son los grandes enemigos del hombre: el MUNDO, el DEMONIO y la CARNE.

3 son los hombres que aparecen en el Monte de la Transfiguración [«Y después de seis días...» (Marcos 9:2)].



Capítulo Cinco

EL DEBIDO ORDEN DE DIOS

Dios tiene un orden para Su Iglesia que está centrado en Cristo. La Biblia está llena de relatos que muestran que Dios juzga ciertamen­te a Su pueblo cuando éste escoge su propio culto religioso y el gobierno de la Iglesia, apartándose del modelo según las Sagradas Escrituras. El empezó en el Monte Sinaí, y tuvo que dar muerte a los danzantes desnudos que adoraban en torno del becerro de oro, como una advertencia para Israel. Incluso, los dos hijos de Aarón que fueron entre los sacerdotes principales, murieron bajo el juicio, cuando pusieron un fuego extraño sobre el Altar Santo.

Hay muchos otros ejemplos; pero, probablemente, uno de los más notables, ocurrió cuando David decidió traer el Arca Sagrada del Pacto de Dios a Jerusalén. El no hizo caso del debido orden de Dios para llevarla sobre los hombros de los sacerdotes consagrados. En lugar de eso, hizo un hermoso carro, hecho según el modelo de un carro idólatra, y lo empleó para el transporte del Arca. Cuando uno de los sacerdotes, Uza, cayó muerto, David detuvo la procesión, teniendo que llevarla después según el DEBIDO ORDEN DE DIOS (2º Sam. 6)
.
En el capítulo 16 de Números, leemos que uno de los principales levitas, llamado Coré, se rebeló contra el debido orden de Dios. El intentó liderar una rebelión contra el plan ordenado por Dios. La tierra se abrió y se lo tragó. Si nosotros acatáramos hoy día a la Palabra de Dios, Dios revelaría Su orden y Su culto, y uniría Su Cuerpo, la Iglesia. Pero los ambiciosos líderes espirituales, habiendo filtrado estas sagradas Palabras de la doctrina bíblica por medio de sus mentes carnales, han dado origen a una Babilonia de credos y de tradiciones eclesiásticas, que han dividido por completo al Cuerpo de Cristo en multitud de miles de fragmentos.
                                  
«Dios es Espíritu; y los que le adoran, en Espíritu y en VERDAD es necesario que adoren» (Juan 4:24). La restauración de la verdad de Dios, una nueva profundidad en la dedicación, y el regreso a la Verdadera adoración por todos los individuos aspirantes que de sean andar en la voluntad de Dios y en el orden Divino, son el esencial y obligado punto de partida fundamental, si va a cumplirse el plan de Dios para Su orden para la Iglesia del Nuevo Testamento. El Señor no aceptará una ofrenda imperfecta. Los sacrificios vivos eran examinados en las gradas del templo, y eran rechazados si tenían tachas.

Esta es la razón principal por la cual el cristiano promedio y, en consecuencia, la Iglesia, soportan la maldición de las oraciones no respondidas. No podremos pensar en el Señor haciendo oraciones no respondidas, ni al apóstol Pablo tampoco.

Los grandes sistemas religiosos de hoy - con sus gobiernos altamente centralizados bajo el liderazgo humano y la adoración según las «tradiciones de los ancianos» y siguiendo los «manda­mientos de los hombres,» sólo están edificando sobre andamiajes que no figuran en la heliografía de Dios. Ellos están edificando grandes casas de madera, de heno y de hojarasca, comparadas por nuestro Señor en Mateo 7:26 con la «casa edificada sobre la arena,» por lo que serán destruidas.

En los capítulos del 8 al 11 de Ezequiel, Dios revela por qué fue destruido el Templo Santo y por qué fue llevada la nación al cautiverio de Babilonia. Ellos PROFANARON LAS CUATRO COSAS SAGRADAS DE DIOS, en las cuales estaba centrado Su orden Divino. Israel había profanado la santa Casa de Dios, como lo está haciendo hoy la iglesia laodiceana; después se llegó a la profanación del sacerdocio; más adelante fue profanada la PALABRA DE DIOS; y, como remate de todo, fueron profanados los laicos o los adoradores. Con cada profanación subsecuente, Dios levantó Su gloria.

Todavía hoy, Dios tiene el mismo ORDEN DIVINO de GOBIERNO y DISCIPLINA para Su Iglesia, del mismo modo que Él lo tuvo en la iglesia apostólica del siglo primero. El primer modelo nacional se encuentra prefigurado en la adoración del Tabernáculo en Israel, mientras ellos estaban en el desierto. En el capítulo 25 del Éxodo, el estudio de este diseño planeado empieza así: «Conforme a todo lo que yo te muestre, la semejanza del tabernáculo, y la semejanza de todos sus vasos (el mobiliario) así lo haréis.» Tiempo después, la adoración del Templo de Israel presentaba de nuevo el mismo diseño prefigurado, para que lo siguiera la Iglesia del Nuevo Pacto. Este diseño perfecto también se encuentra en el ministerio de la Vida de nuestro Señor Jesús.
Cuando se estudian los cuatro Evangelios, es evidente que El dividió Su vida en CINCO ministerios. El MINISTRO como el APÓSTOL principal, como el PROFETA principal, como el EVANGE-LISTA principal, como el PASTOR principal, y como el MAESTRO principal. El no hizo nada por fuera de estos cinco oficios ministeriales, y siempre ejerció uno o más de los nueve dones espirituales de 1 Corintios 12:8-10. El mismo diseño se establece en las Escrituras por las revelaciones del apóstol Pablo, quien también los practicó en sus viajes evangelizadores. En la ascen­sión, nuestro Señor dio Sus CINCO MINISTERIOS a la Iglesia del Nuevo Testamento, para la perfección del Cuerpo (Efesios 4:12).

Examinemos los contrastes entre la primitiva iglesia apostólica del Nuevo Pacto de los días de Pablo, y esta misma Iglesia, vista en el continuado y actual ministerio moderno del día de hoy. Por simple comparación, se puede ver la gran diferencia entre el ORDEN DE DIOS y el ORDEN DEL HOMBRE. En el siglo primero, la Iglesia que nació en el Calvario fue establecida en el orden planificado de Dios en Pentecostés, y el Espíritu Santo empezó a manifestar dones y ministerios en ella.

En aquellos días, todos eran hombres y mujeres llenos del Espíritu que únicamente confiaban en el liderazgo de Dios, en tanto que nuestros grandes líderes espirituales confían más en la sabiduría humana y en los intelectos adiestrados.    En aquellos días, los evangelistas salían fortalecidos con las herramientas de Dios para edificar Su Iglesia; en tanto que hoy enviamos hombres y mujeres entrenados e instruidos en la disciplina de la iglesia denominacional. En el siglo primero, no existían grandes instituciones educa­tivas u organizaciones que los guiaran y los financiaran. Disponían de muy pocos medios financieros y de pocas facilidades de comunicación y de transporte de los cuales depender; en tanto que hoy, aunque nuestros jóvenes salen con todas estas cosas materia­les, ellos dan muestras de que tienen pocos dones y ministerios espirituales. La iglesia del siglo primero casi conquistó el Imperio Romano, en tanto que hoy hacemos pocos avances contra las fuerzas del mal.

Viendo entonces la necesidad de que regresemos al DEBIDO ORDEN DE DIOS, para dar de nuevo el poderoso testimonio de una Iglesia militante que avance contra las puertas del Infierno, debemos examinar más ampliamente la iglesia del siglo primero. En aquellos días, cada iglesia o cada cuerpo local eran libres y soberanos, aunque eran parte integrante de un gran «cuerpo» u organismo de Dios. El gobierno de la Iglesia, implementado al modo teocrático, funcionaba dentro del Orden Bíblico Divino.

La disciplina de la Iglesia se practicaba según la Palabra. El quíntuple ministerio estaba en hernoso funcionamiento, pues «ni el ojo puede decir a la mano: No te necesito.» Ellos conocían la verdad de «ahora vosotros sois el cuerpo de Cristo.» Nadie parecía estar contendien­do por puestos elevados, sino que todos - como siervos de todos -contendían por el Debido Orden de Dios.

Pablo bosquejó para los colosenses las formas de fe y disciplina que eran necesarias, antes de que ellos pudieran encontrar el «camino» y el «diseño.» Y ellos ponían la más cuidadosa atención a la ministración apostólica que él les daba, revelándoles «el misterio escondido desde los siglos y edades, y que ahora ha sido manifestado a los santos... amonestando a todo hombre, y enseñan­do en toda sabiduría, para hacer a todo hombre PERFECTO en el Cristo Jesús... en el cual están escondidos todos los tesoros de sabiduría y conocimiento.» Pablo añadiría para ellos: «Mirad que ninguno os engañe por filosofías y vanas sutilezas, según las tradiciones de los hombres, conforme a los elementos del mundo, y no según el Cristo, porque en él habita toda plenitud de divinidad corporalmente, y en él estáis completos, el cual es la cabeza de todo principado y potestad.»

En su primera epístola, Juan escribió:

«No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo; si alguno ama al mundo, la caridad del Padre no está en él. Porque todo lo que hay en el mundo que es concupiscencia de la carne, y concupiscencia de los ojos, y la soberbia de la vida, no es del Padre, mas es del mundo. Y el mundo pasa [pronto], y su concupiscencia; mas el que hace la voluntad de Dios, permanece para siempre... Más vosotros tenéis la unción del Santo, y conocéis todas las cosas... Y la unción que vosotros habéis recibido de él, mora en vosotros; y no tenéis necesidad que ninguno os enseñe; mas como la unción misma os enseña todas las cosas, y es verdadera, y no es mentira, así como os ha enseñado, perseverad en él... Muy amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no es manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que si él apareciere [en nosotros], seremos semejantes a él, porque le veremos como él es »




Capítulo Seis

EL ORDEN DEL HOMBRE

Adoctrinamiento, luego Aislamiento, Después Denominación, más adelante Dominación

¡Cuánta congoja causará al corazón del Maestro ver hoy día la Iglesia que se formó en el siglo primero dividida por tantas diferencias doctrinales, y opiniones, y métodos en donde el tema central es - con tanta frecuencia - el crecimiento numérico, antes que la prosperidad espiritual! No creo que pueda enfatizar lo suficiente el hecho de que, en las Escrituras, no se asocia ningún otro nombre con la Iglesia, con la única excepción de la localiza­ción. La división de la Iglesia en tiempos del Nuevo Testamento se basó únicamente en las diferencias de la localización.

Al hacer referencia a las diversas iglesias, ustedes nunca leerán en Pablo ni en ninguno de los demás escritores del Nuevo Testamento, que ellos se vieran obligados a referirse a la iglesia de zutano o de mengano, sino que solamente hacían referencia a la iglesia en Éfeso, a la iglesia en Galacia, a la iglesia en Filipos, a la iglesia en Roma.

Pablo sólo reconoció una Iglesia, la Iglesia universal, no dividida por el hombre. No existía duda en cuanto a la delimitación de los muchos lugares individuales de reunión, pero ningún cisma o división se tenía corno pertinente con el plan de Dios.

Espiritualmente, la Iglesia de Dios es una sola; por tanto, no puede ser dividida, aunque sus miembros estén físicamente dispersos por toda la tierra. Por tanto, ellos no pueden vivir en un mismo lugar, siendo esencial - sin embargo - que haya una congregación física de creyentes. No es suficiente conque ellos estén presentes en el Espíritu, también deben estar presentes en la carne. Una iglesia local [la ekklesia] está integrada por todos los llamados, con el fin de que se reúnan en un lugar para la adoración, para la oración, para la confraternidad y para el ministerio.

La limitación física de un lugar de reunión lo suficientemente grande para albergar a todos los de la iglesia (de todos los llamados a salir del mundo y de los sistemas del hombre), es el único fundamento para la integración de una iglesia separada. Tal división es, sin embargo, solamente externa. En realidad, la Iglesia o cuerpo de Cristo no puede ser dividida y, por tanto, aun cuando la Palabra de Dios se refiera a las diferentes asambleas de Su pueblo, variando el nombre de los lugares, sigue siendo todavía «La Iglesia» en cada uno de esos lugares.

¿Qué es entonces una iglesia del Nuevo Testamento? No es un edificio, ni un sitio de evangelización, ni un centro de predicación, ni una misión, ni una obra, ni una organización, ni un sistema, ni una denominación, ni una secta. Es la congregación para la adoración, para la oración, para la confraternidad, para la edifica­ción de todo el pueblo de Dios en un lugar determinado y que, en pequeña escala, debe manifestar lo que la Iglesia en su totalidad manifestaría.

Ellos son el cuerpo de Cristo en esa localidad, por lo cual tienen que aprender cómo ponerse bajo la jefatura del Señor, cómo manifestar la unidad entre todos los miembros, y cómo guardarse cuidadosamente contra cualquier cisma o división. ¿Hay alguna razón para la división basada en doctrinas que están más allá de las verdades fundamentales de la eficacia de la sangre y de la suficiencia de aquella sangre para limpiar del pecado, si estamos dispuestos a arrepentimos de nuestro propio camino y a poner nuestra fe en nuestro Señor Jesucristo como en nuestro único Amo y Señor?

Nosotros - la totalidad de la Iglesia mundial, así como la iglesia de cada ciudad o aldea del mundo - tenemos el privilegio de compartir la creencia en la totalidad de la Biblia, inspirada verbalmente, como nuestra última autoridad en todos los asuntos de la fe y de la práctica; en nuestra creencia en un Dios único, en un Ser único que existe eternamente y que se manifiesta en tres personas; en un Cristo único, Dios y hombre, nacido de una virgen, y que vendrá de nuevo; en una triple y única salvación para el espíritu, para el alma y para el cuerpo, dada sobre el principio de la gracia, y recibida mediante el arrepentimiento y la fe, por nuestra identifi­cación con la muerte y con la resurrección de Jesucristo, y que llegará el día para la resurrección total de toda la humanidad, de algunos para la vida eterna, y de otros para condenación eterna.

No, no creo que haya fundamento para la separación de los «llamados a fuera» de Dios, por causa de las diferencias doctrinales por fuera de las verdades fundamentales ya mencionadas.
La palabra griega que en Gálatas 5:20 se traduce «herejías,» no da a entender necesariamente la idea de error, sino más bien la de división en el terreno de la doctrina. La nueva versión Interlinear traduce esta palabra como «sectas,» en tanto que Darby, en su nueva versión, la traduce por «escuelas de opinión.» La idea global es que no se refiere a diferencias entre la verdad y el error, sino a la división admitida, basada en la doctrina. Nuestra enseñanza puede ser correcta o incorrecta, pero si hacemos de ella un motivo de división, entonces somos culpables de la herejía de que aquí se habla.
Dios prohíbe cualquier división sobre doctrinas aparte de las mencionadas verdades fundamentales, claramente reveladas en las Escrituras. Algunos creen que el arrebatamiento ocurrirá antes de la tribulación; otros, que ocurrirá después de la tribulación. Algu­nos creen que todos los santos entrarán en el Reino; otros, que solamente una parte de ellos entrará en el Reino. Algunos creen que el bautismo es por inmersión; otros, que es por aspersión. Y una y otra vez, estas diversas opiniones doctrinales acarrean - a menudo - una separación entre los hijos de Dios.

Aunque algunos pueden estar en lo correcto, y otros pueden estar equivocados, Dios no autoriza ninguna división por causa de diferencias tales como creencias o por asuntos distintos a las verdades fundamentales de la fe. Si un grupo de creyentes - en su celo por determinadas doctrinas según la Palabra de Dios - rompe la confraternidad con sus hermanos, ellos pueden tener una enseñanza más bíblica, pero creo que se pondrían por fuera de la voluntad de Dios, si se negaran a la confraternidad con otros que sean verdaderos creyentes en el mismo Señor y Maestro y que den claras muestras del fruto del Espíritu.

Si deseamos mantener una posición según las Escrituras, entonces debemos ver que las iglesias de las que hacemos parte sólo representan localidades, no doctrinas. Si nuestra iglesia no está separada de los otros hijos de Dios sólo en el terreno de la localidad, sino que - por el contrario - lo está por la propagación de alguna doctrina en particular, y permite que la doctrina nos separe de los demás hermanos de la fe, entonces nos hemos convertido en una secta, y somos culpables de herejía, sin importar cuánto de nuestra enseñanza pueda ser fiel a la Palabra de Dios. El propósito de Dios para una iglesia, es que ella represente a los hijos de Dios en una localidad, y no solamente una verdad específica allí. Entonces, una iglesia de Dios en cualquier sitio donde se encuentre, y en el orden más elevado, comprende a todos los verdaderos hijos de Dios en dicha localidad, y no solamente a aquellos que sostengan las mismas posiciones doctrinales.

En vista de que nuestro Señor Jesús, el Cristo, fundó solamente una Iglesia, esa Iglesia - siendo Su propio cuerpo - somos nosotros los que representamos la existencia de tal Iglesia verdadera, y nada más. Simplemente, no podemos reconocer las muchas y diversas distinciones y separaciones hechas por el hombre, que se han movido lenta y furtivamente en la cristiandad a través de las edades. Por tanto, si un hombre conoce a Cristo, y es su siervo, entonces - prescindiendo del hecho de que esté o no esté dentro de nuestro círculo - él es uno con nosotros, y nosotros no podemos ser de otro modo que uno con él. Dios se está moviendo por el mundo entero hacia un completo y total retorno de corazón a la sencillez y a la realidad del Nuevo Testamento en cada fase, tanto en la doctrina como en la práctica.

Debemos estar buscando constante­mente la confraternidad. Pero no queremos decir con esto que busquemos - mecánicamente - la unidad, pues esto sólo crearía otra denominación; sin embargo, creo que Dios nos está llevando a una verdadera Unidad Espiritual del Espíritu Santo, a un humilde reconocimiento de las maravillas del cuerpo de Cristo, con el acompañamiento de una avidez por la confraternidad en la oración y en el compartir de la luz que tenemos.

Un grupo puede dar énfasis al orden divino y a los métodos; otro grupo puede enfatizar la enseñanza de la Biblia; alguno más enfatizará los dones sobrenaturales del Espíritu; otro más lo hará con el quíntuple ministerio; algún otro lo hará con el evangelismo intensivo o con el establecimiento de iglesias típicas del Nuevo Testamento, y así sucesivamente. Puede que ustedes y yo creamos personalmente que uno de estos grupos es más completo y más prominente que los demás. Sin embargo, cuando el Señor termine Su obra, todos ellos estarán mucho más completos de lo que podríamos imaginar ahora. Siendo esto así, nos importa andar humildemente ante el Señor, en lugar de aislarnos, por no decir nada de idolatrar un segmento incompleto de todo el pensamiento de Dios. Debemos aprender a unirnos más estrechamente, para que podamos -no al final, sino ahora - mezclarnos conjuntamente en un verdadero todo, y llegar - de este modo - a ser parte del designio sublime de Dios para Su movimiento del último día.

Hermanos, no nos engañemos. Aislarse al fin y al cabo es de nominalizarse, por encima de todo lo que podamos proclamar al contrario. Las verdades relativas a la vida del cuerpo colectivo de Dios que están siendo suministradas en esta hora, dejan muy en claro que toda la Iglesia estructurada apropiada y conjuntamente, y funcionando como un gran todo interrelacionado, participará de esa plenitud por la cual todos nosotros suspiramos.   Nuestra presentación y nuestro mensaje pueden parecer insólitos, y un tanto revolucionarios; pero creo, sin embargo, que cualquier inves­tigador honrado descubrirá pronto que tenemos buenas razones para nuestra posición. 

Miles de hombres de los primeros días, honrados por Dios y probados por el tiempo - tanto dentro como fuera de las personalidades de la Biblia - fueron tenidos por no convencionales. Hablo de hombres como Abraham, Moisés, Elías, Pablo, Lutero, Wesley, Livingston, Huss, Tyndale y multitud de otros. Estos fueron hombres que se sometieron a la obra de Dios y a la «revelación progresiva de la Verdad» de sus días.  Ellos lucharon contra la corriente del statu quo, de la tradición, de los intereses creados, del sectarismo, del denominacionalismo dog­mático y de todas las otras fuerzas acumuladas que se oponen a la reforma y al verdadero avance espiritual.

Confío en que usted no malentenderá ni interpretará erróneamente que nosotros estamos contra todo - no lo permita Dios. He orado para que Dios me libre de un mero ministerio negativo que sólo pueda criticar la obra que está siendo hecha por todos los que no están completamente de acuerdo conmigo, y encontrarle fallas. No estamos en contra de ninguno cuyo corazón sea recto para con Dios.

El deseo profundo de nuestro corazón es que, por encima de la consigna bíblica para «arrancar y para echar a perder» que tiene que ver con cualquier ministerio de reforma, nuestra voz siempre sea un positivo testimonio de edificación para la Iglesia (de los llamados a salir afuera), con el fin de que ella suba más alto.

Dios está sacudiendo todo lo que pueda ser sacudido. No temamos a este sacudimiento. Lo que es Espíritu y Vida no puede ser sacudido, porque solamente Babilonia caerá ante la verdad. Si nuestra obra tiene mucho de Babilonia, habrá un derrumbamiento, pero cuando se desvanezca el polvo, los que son Suyos todavía estarán allí. Entonces, y sólo entonces, seremos verdaderamente libres para edificar lo que es recto. Oh, mis amados, estén seguros de que el sacudimiento de Dios, como el grande y terrible desierto del Israel antiguo, sólo pretende «a la postre hacerles bien.»

Sí, creo que Dios está empezando ahora a revitalizar a un pueblo, incluso a un pueblo de entre un pueblo. Ellos perseverarán sin reservas, y sin temor ni compromiso, por todas éstas y por muchas más verdades preciosas que Dios está revelando para Su Cuerpo del Último Día. Estos se negarán a seguir el modelo tradicional del orden del hombre que es - con frecuencia - primero adoctrinar, luego aislar, después denominar y, más adelante, dominar. A muchos les parece que esta deficiencia y esta progresiva decaden­cia espirituales, son tan severas en las actividades y en las iglesias no denominacionales, como en los círculos denominacionales.

Para mí, el espíritu denominacional es, esencialmente, un espíritu de aislamiento en torno a una personalidad o a una agrupación, unido a un aislamiento en torno a una verdad y que, a pesar de lo maravillosa que ella pueda ser, sigue siendo un segmento incom­pleto de todo el pensamiento de Dios. «Mas ahora, Dios ha colocado los miembros cada uno de ellos por sí en el cuerpo, como quiso. Que si todos fueran un miembro, ¿dónde estuviera el cuerpo? Pero ahora muchos miembros son a la verdad, empero un cuerpo... Antes, los miembros del cuerpo que parecen más flacos, son mucho más necesarios... para que no haya desavenencia en el cuerpo, sino que los miembros todos se interesen los unos por los otros.»

Así como estas preciosas verdades, y las libertades correspondien­tes, cambian nuestras vidas, nuestras motivaciones y nuestros caminos, siento que empezará un tremendo despertar en el gran campamento evangélico cuando ellos vean que este cambio tiene lugar y que sus «corazones arden dentro de ellos.» Ellos no podrán resistirse a tal amor, a tal unción, y se encontrarán diciendo: «Jamás lo vimos antes de ese modo.» Sí, este es el «Evangelio Completo» y es para un pueblo que Dios quiere convertir en un «Hombre Completo.»

Otra vez, el Libertador de Sion está clamando: «Levántate [de la depresión y de la postración en cuyas circunstancias has permane­cido, ¡levántate a una nueva vida!], resplandece [resplandece con la gloria del Señor] que viene tu lumbre, y la gloria del SEÑOR ha nacido sobre ti. Que he aquí, que tinieblas cubrirán la tierra, y oscuridad los pueblos; y sobre ti nacerá el SEÑOR, y sobre ti (o en ti) será vista su gloria. Y andarán los gentiles a tu lumbre, y los reyes al resplandor de tu nacimiento. Alza tus ojos en derredor, y mira, todos éstos se han juntado, vinieron a ti; tus hijos vendrán de lejos, y tus hijas sobre el lado serán criadas. Entonces verás, y resplandecerás; y se maravillará [en la gloriosa liberación] y ensanchará tu corazón, que se haya vuelto a ti la multitud del mar, que la fortaleza de los gentiles haya venido a ti [con sus tesoros] (Isaías 60:1-5).




Capitulo Siete

LA VIDA EN EL ESPÍRITU

No podemos escapar a la necesidad que tenemos de un nuevo encuentro con «aquel Jesús coronado de gloria y de honra, que es hecho un poco menor que los ángeles por pasión de muerte, para que por la gracia de Dios gustase la muerte por todos.» «Porque convenía que aquel por amor del cual son todas las cosas, y por el cual son todas las cosas, habiendo de traer en su gloria a muchos hijos, perfeccionase por aflicciones al autor de la salud de ellos.» «El que santifica y los que son santificados, de uno son todos; por lo cual no se avergüenza de llamarlos hermanos... hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo.»

El hombre y la maquinaria del hombre ya no pueden controlar lo que está ocurriendo en la hora presente. Dios está soplando sobre un número creciente de los que están inhalando el hálito fresco de la vida en el Espíritu. Regados por todas partes hay personas y pequeños grupos, provenientes de diversos estratos, que están entrando en la confraternidad del camino viviente. Ellos están descubriendo el glorioso secreto de una unión vital con el Señor. Una vez ellos vivieron de sus experiencias pasadas, pero ahora conocen el júbilo de la comunión diaria con El. ¡Qué diferencia la que ha producido esto en la perspectiva y en el ministerio de aquellos que entran en las profundidades de La Vida del Fluir en el Espíritu.

Hay un indecible gemido dentro de mi corazón por compartir con aquellos que acaban de entrar en esta dimensión. Siento que apenas estoy empezando a entrar en esto, y que apenas estoy empezando a darme cuenta de lo que veo ciertamente, de lo que veo como si lo hiciera a través de un vidrio obscuro. Pero, ¡LO SE, LO SE por la fe, que pronto veré «cara a cara» lo que «ahora conozco en parte; mas entonces conoceré como soy conocido.»! Muchos están encon­trando este camino viviente, y están disfrutando de una clase de vida y de una perspectiva completamente nuevas.

Ellos están empezando a ser llevados a la plenitud de Dios. Están empezando a ser llevados a la gloria por la Cabeza Eterna, y están empezando a encontrar algo de lo que la Iglesia ha carecido durante tanto tiempo: un lugar para andar en el Espíritu, un lugar para andar en la luz, un lugar exento de las propias ambiciones y de los propios deseos.
Este es un lugar donde ellos pueden decir verdaderamente: «No se haga mi voluntad, oh Dios mío, sino la tuya.» Ellos están empezando a darse cuenta de que no pueden vivir de las bendicio­nes de ayer, porque las bendiciones de ayer pertenecen ahora al orden viejo. Ni tampoco pueden vivir anticipadamente de las bendiciones de mañana, porque el camino del Espíritu excluye el pasado o el futuro, y nos lleva Ahora a lo Eterno.

Ahora es «el día de salvación.» Ahora somos «hijos de Dios, y aun no es manifes­tado lo que hemos de ser....» Pablo pudo decir: «Con Cristo estoy juntamente crucificado, y vivo, no ya yo, sino vive el Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo por la fe del Hijo de Dios... (Teniendo) promesa de esta vida presente, y de la venidera.»

«Por lo cual es necesario que tanto con más diligencia guardemos las cosas que hemos oído, para que no nos escurramos. Porque si la palabra dicha por el ministerio de los ángeles fue firme, y toda rebelión y desobediencia recibió justa paga de su galardón, ¿cómo escaparemos nosotros, si descuidamos una Salvación tan grande?»

Sí, Dios tiene la Salvación completa para el hombre completo. Nuestro Dios se preocupa por el hombre COMPLETO: cuerpo, alma y espíritu, y Él ha prometido atender a todas las necesidades, tanto materiales como temporales, según Sus riquezas en Gloria. «Todas las cosas sujetaste debajo de Sus pies; porque en cuanto le sujetó todas las cosas, nada dejó que no sea sujeto a él.»

Jesús dejó a Sus discípulos con estas palabras: «Os es necesario que yo me vaya, porque si yo no me fuere, el Consolador no vendría a vosotros; mas si me fuere, os lo enviaré. Y cuando él viniere redargüirá al mundo de pecado, y de justicia y de juicio.... Cuando viniere aquel Espíritu de Verdad, él os guiará a toda la verdad; porque no hablará de sí mismo, sino que hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que han de venir. El me clarificará; porque tomará de lo mío, y os lo hará saber.» Sí, «al Espíritu de Verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le conocéis; porque está con vosotros, y será en vosotros.» Y tenemos la promesa de que «todo lo que tiene el Padre, mío es» porque «todas mis cosas son tus cosas, y tus cosas son mis cosas.»

Además, Cristo dijo: «Si estuviereis en mí, y mis palabras estuvie­ren en vosotros, todo lo que quisiereis pediréis, y os será hecho [creado]» Sí, y también: «Aquel [el Espíritu Santo] os enseñará todas las cosas, y os recordará todas las cosas que os he dicho.»

Hermanos míos, ¡este Consolador ha llegado! ¡Él está aquí! Él quiere guiarlos a ustedes, querido hermano, querida hermana; Él quiere guiarme a mí y a todos nosotros, los que estamos dispuestos a pagar el precio de entrada al «nuevo día» de Dios, en la gloriosa Vida en el Espíritu... ¡en ese lugar de unión total con el Padre y con el Hijo!

Capítulo Ocho

LA UNION CON EL PADRE

Es imperativo que comprendamos el concepto de Dios en cuanto a la plena estatura, y sólo podemos comprender esto cuando nos movemos hasta Su punto de vista, porque es únicamente entonces cuando podemos comprender la gloria de Su herencia en aquellos santos que alcanzan esta posición. Cuando atendemos a la sabiduría y al entendimiento y al poder en los cuales se movió la iglesia primitiva, ellos tenían algo que nosotros hemos perdido, porque aquellos hombres «trastornaron el mundo» sin ninguna de las miles de herramientas que hoy tenemos.

Los apóstoles Pedro y Juan vivieron ambos en el punto de vista de Dios, y compartieron el deseo del corazón del Padre de mover a Su pueblo de la niñez a la edad viril de la juventud y, finalmente, a la paternidad.
En esta condición de padre espiritual, oímos a Juan cuando exhorta en el capítulo segundo de su primera epístola: «Os escribo a vosotros, hijitos;» más adelante dice: «Os escribo a vosotros, jóvenes;» y, posteriormente: «Os escribo a vosotros, padres.» Juan vio a los creyentes en estos diferentes grados de madurez, y supo que el Padre eterno sólo podría estar satisfecho cuando ellos fueran llevados a la estatura de la paternidad espiritual, como copartícipes con El de Su Vida, de Su Naturaleza, de Su Propósito y de Su Visión.

El también vio que el solo transcurrir del tiempo o la adquisición de mayor conocimiento y experiencia no eran garantía de desarrollo espiritual. Debía haber un cambio en las actitudes y en los conceptos. Así, Juan escribe para explicar que los hijitos están conscientes principalmente de que Dios es su Padre, y de que sus pecados les son perdonados. En este primer grado del crecimiento, es bastante natural regocijarse con lo que se ha recibido y con lo que se espera de un Padre amoroso.

En su actitud, en su propósito y en su concepto, los hijitos se concentran en torno a la bendición y a la salvación, buscando mover a Dios en una órbita alrededor de su pequeño centro. ¡Cuan lejos están ellos de la plena estatura del Padre!

Cuando Juan escribe para aquellos que han madurado hasta alcan­zar la virilidad de la juventud, y en cuyo grado de crecimiento predominan dos cosas: «que la palabra de Dios mora en vosotros, y que habéis vencido al maligno.» Este es un avance significativo, pues ya no son bebés que necesitan de la leche, ahora son jóvenes que requieren de la carne de la Palabra. Por experiencia, ellos han pasado de la defensiva a la ofensiva; en lugar de salir corriendo, ahora están venciendo - parcialmente - al maligno. Sin embargo, siendo jóvenes, es muy fácil que se ocupen en HACER, en lugar de SER.

Como remate, Juan describe a aquellos que han llegado a ser padres espirituales. En este grado más elevado de la estatura, despertamos - de pronto - a algo bastante maravilloso. Como niños, lo reconocimos a El como nuestro Padre en una relación que comen­zaba. Como jóvenes, lo honramos a El como nuestro Padre en una relación de mando. Ahora, como padres, somos uno con El en su Paternidad, mediante una íntima identificación. Parecería que existiera una transferencia de Su anhelante corazón de Padre a nuestro corazón. Llegamos a compartir una unión con Su Espíritu, con Su Propósito, con Su Deseo, con Su Visión y con Su Dedicación.

De pronto, nos sentimos subyugados por el hecho de que Su Paternidad es el factor determinante en todas las cosas. Puesto que Él está primero que todo y por encima y más allá de todo lo demás, y porque también somos llamados a ser padres en Él, nos encontra­mos siendo copartícipes en el gran tema central del universo. Sí, Dios en este grado del crecimiento nos ha forzado a una plena comprensión más completa de Sí Mismo.

Como niños, estábamos esencial y continuamente ocupados por lo que podíamos conseguir, con un llamamiento y una dedicación obnubilantes por alcanzar el cielo, y por llevar también allí a los demás. Como jóvenes, nos vemos enfrentados al hecho de poner cada faceta de nuestra vida bajo Su autoridad y mando; sin embargo, en este concepto, solamente lo hemos visto a Él como «un Dios de acción.» En el campo de acción de Su maravillosa actividad, llegamos a vernos embargados por lo que podremos hacer por Él. Se espera entonces que nosotros también estemos ocupados con el HACER, ya que nuestro concepto primario de Dios, en este segundo grado de la estatura, se refiere al Dios que está haciendo. Esto no satisfará nunca a Dios, porque Él debe presio­narnos más allá del mero plano de la actividad, para que veamos quién es Él y lo que Él ha sido desde la fundación del mundo.

Cuando avanzamos hacia el concepto de Dios más pleno para la Iglesia, nuestra mente finita se confunde al darse cuenta de que Dios no ha hecho nada para llegar a ser el Padre, porque el Señor siempre ha sido el Hijo eterno. Así que no es Su HACER, sino que - por el contrario - es Su SER lo que se superpone a todo lo demás. De este modo, como padres espirituales, estamos llamados a ser una manifestación de Él. No sólo somos instrumentos en Sus manos, pues al trabajar para Él, le estamos permitiendo a Él que viva y se manifieste a Sí Mismo por medio de nosotros, siguiendo los tres grados de la madurez: (1) niños, (2) jóvenes y (3) padres.

Reconocemos esta misma posición de trino y uno en el Eterno que fue desde la fundación del mundo: (1) el Hijo, (2) el Espíritu Santo, y (3) el Padre, en Su ministerio de (1) Jesús, (2) el Cristo, y (3) el Señor. Los títulos son significativos: Jesús significa el Salvador; Cristo significa el que Unge o el Ungido; y Señor significa Rey o Amo. (Ver cuadro del Tabernáculo en la página 56).

En la primera etapa del crecimiento, en el grado de niños, nos preocupamos por nosotros mismos; en este grado de interesarnos en lo que podemos conseguir, hemos llegado a conocerlo a El como el Salvador. Esto está caracterizado por la posición fundamental o evangélica.

Luego, avanzamos en la senda de la vida, llegando a conocer a Cristo, al Ungido o al que Unge - cuando estamos llenos del Espíritu Santo. En esta posición intermedia llegamos a preocupar­nos por el HACER. Así es en muchos grupos que han conocido el bautismo en el Espíritu, puesto que al estar llenos con el Espíritu, se han preocupado por hacer, hacer y hacer; por planear, planear y planear, encontrándose tan preocupados por sus planes, y por sus coros, y por sus actividades, y por sus diversos programas legalistas, que - raras veces - deja lugar para sencillamente SER lo que Él quiere que seamos.

Por favor, hermanos, no confundamos esta vida de Ser con una vida de no Hacer nada, porque un hombre o una mujer que haya entrado por las puertas de la «Vida en el Espíritu» será alguien apasionado por las almas, alguien que andará por las calles y no verá a las personas como tales, sino que las verá como almas vivientes. El o ella se afanarán y se fatigarán por esa iglesia en apuros, muerta o agonizante,  o por cualquier actividad espiritual que alguna vez anduviera en la luz, pero que ahora «ha perdido su primer amor.» Ellos verán a aquellas personas que adoran allí, como algo precioso a los ojos del Señor. Habrá acción, pero ahora el único que dirige es el Espíritu Santo, de tal forma que ya nadie actuará con las energías de la carne. Ya no tendrán la obligación de probar su vitalidad espiritual ante sí mismos o ante Dios. Ya no habrá un testimonio que sea prematuro o tardío, o que falta la fundamentación basada en la intercesión. En lugar de eso, ahora vemos un testimonio, o una actividad, o una iglesia, o una confraternidad, o un hombre o una mujer que mueven montañas, que sólo deifican a Dios y a Sus propósitos, que cambian las ciudades y que cambian la historia.También hay aquellos que entran en esta dimensión bajo tal compasión y tal intercesión, que el peso de tal ministerio resulta casi demasiado grande para ser llevado por cuerpos físicos comu­nes y corrientes. Estos son un pueblo que ha encontrado que, por un tiempo, todas sus actividades se han dedicado a la oración, y que Dios ha cerrado sus bocas para el testimonio vocinglero. Sin embargo, la  palabra de Dios «no volverá vacía» a Él, ni tampoco lo harán tales ministerios de intercesión sometidos de ese modo al Espíritu.

Casi invariablemente, aquellos que se mueven en el despertar espiritual de este día, encuentran que esta transición está acompa­ñada por la misma experiencia que tuvieron los hijos de Israel en su paso por el Jordán (el símbolo de la muerte) hacia la tercera dimensión (la tierra prometida). (Ver página 56). El ministerio simbolizado por Moisés y la «Peregrinación por el Desierto» terminaron para ellos.

Ellos han llegado a la orilla de las aguas del Jordán en donde está la exigencia congruente de Dios: «Santificaos, porque el SEÑOR hará mañana entre vosotros maravillas.... Cuando hayáis entrado hasta el borde del agua del Jordán, pararéis en el Jordán» Este «pararéis» conlleva, sin duda, la exigencia de la muerte a la carne en el Jordán. Hermanos y hermanas: El mañana de Dios está cerca. Él ha preparador  «la Compañía de Josué» que prevalecerá sin temor a los gigantes que se encuentren por delante, ni de los perseguidores que vengan detrás. Esta compañía está tomando posiciones para las órdenes de marcha.

Es necesario que nosotros clarifiquemos nuevamente esta dimen­sión de «ser.» No es un lugar de solaz, sino de reposo en Él. Aunque la dimensión más amplia de la «Vida en el Espíritu» de Dios empieza con una crisis, es seguida por un proceso. Lo mismo ocurre también con las otras dos etapas: la salvación y el bautismo del Espíritu. Muchos, probablemente la mayoría de los creyentes en su revelación progresiva, entran en la crisis, pero jamás continúan con el proceso. Esta detención, quedándonos cortos del «supremo llamamiento de Dios en el Cristo Jesús,» es uno de los más grandes males que sobrevienen en la iglesia cristiana. El designio sublime de Dios para Sus hijos es el de que progresen continuamente hacia lo alto, desde el día de nuestra cruz hasta el día de nuestra corona.

Hay un tiempo de morir a la carne (no a la carne sino al mundo, nada más recibir el bautismo en el Espíritu Santo es que tenemos el poder para salir del mundo y del), donde el buscador se mueve desde la Pascua (la Salvación) hasta Pentecostés. También existe un adecuado y más riguroso tratamiento por parte del Espíritu durante este tiempo de morir a sí mismo (a la carne, al viejo hombre. El poder del espíritu Santo viene para llevarnos al “hoyo” y vencer completamente al pecado y al mundo) y de moverse desde Pentecostés a esta «Vida en el Espíritu;» ¡sí, a una vida MAS ALLÁ DEL PENTECOSTÉS! Debemos «empeñarnos por entrar en este reposo para encontrar como resultado «un descanso de nuestras obras.» Al llegar a esto, nos encontraremos permaneciendo en el lugar donde estuvo Josué cuando se hallaba a orillas del Jordán y oyó la Palabra del Señor: «Pararéis en el Jordán.»

El Señor le dijo a Moisés que se detuviese para que subiera al monte durante cuarenta días, con el fin de que El pudiera hablarle allí «cara a cara» con relación a «Su Orden Debido» y a las consecuen­tes exigencias de la necesidad del arrepentimiento para el pueblo. Ustedes sabrán, seguramente, que el pueblo de la congregación estaba ocupado en HACER antes que en SER, y que en su consiguien­te descontento por la aparente inactividad, se llegarían hasta Aarón para decirle: «Haznos dioses que vayan delante de nosotros, porque a este Moisés, el varón que nos sacó de la tierra de Egipto, no sabemos que le haya acontecido.» Entonces el SEÑOR le dijo a Moisés en el monte, al término de los cuarenta días: «Anda, desciende, porque tu pueblo que sacaste de la tierra de Egipto se ha corrompido. Pronto se han apartado del camino que yo les mandé; se han hecho un becerro de fundición, y lo han adorado.... Dijo más el SEÑOR a Moisés:... por cierto es pueblo de dura cerviz. Ahora, pues, déjame para que se encienda mi ira en ellos.» Pero Dios, en Su misericordia y por la intervención y la intercesión de Moisés, dejó una vía de escape por medio del arrepentimiento. Moisés se puso a la puerta del campamento, y dijo: «¿Quién está por el SEÑOR? Júntese conmigo.» Dios dio muerte ese día a todos los desobedientes. Después «Moisés tomó el tabernáculo y lo levantó lejos, fuera del campamento.... Y cualquiera que buscaba al SE­ÑOR, salía al Tabernáculo de Reunión que estaba fuera del campa­mento.» Del mismo modo, hoy tiene que haber lugar para esa experiencia del Jordán de buscar Su rostro y Su voluntad; y Su voluntad y Su plan serán conocidos invariablemente por aquellos que «pararen en el Jordán.»

Además de la Palabra del Señor a Moisés en el monte para que se detuviera, encontramos incontables relatos en la Palabra para que nos detengamos, tales como la palabra que le fue dada a Josué, a Jeremías, a Ezequiel] (encerrado en su casa), a Pablo (durante dos años) (no dos años, 10 años de las soledades de la Cilicia, hasta que Bernabé fue enviado a buscarlo) y a Jesús (durante cuarenta días). Esta es una necesarísima transición por la muerte del HACER al SER, y la necesitamos todos. Amados hermanos, ¿qué pasa con ustedes?

Sé, desde luego, que ellos - los «escribas, y los fariseos, y los hipócritas» los perseguirán, y que ni siquiera tratarán de compren­der lo que ocurre. Pero ellos tampoco comprendieron a Jesús. Jesús nos dijo ciertamente que: «El jamás nos desampararía, ni nos dejaría.» Mateo 5:11,12 nos dice: «Bienaventurados sois cuando os vituperen y os persigan, y se dijere toda clase de mal de vosotros por mi causa, mintiendo. Gózaos y alegraos, porque vuestro galardón es grande en los cielos; que así persiguieron a los profetas que estuvieron antes que vosotros.»

Ustedes o yo jamás comprenderemos esta insuperable «Vida en el Espíritu.» este precioso camino que nos mueve MAS ALLÁ DEL PENTECOSTÉS en esta Unión con el Padre, sin el aplastamiento y el quebramiento que provienen de los más amados e íntimos allega­dos de ustedes. Por favor, hermanos, no evadan ustedes esta confrontación de ser mal entendidos, pues Dios tampoco nos ha llamado para una vida de constante justificación. Él es nuestro justificador.



Capítulo Nueve

LAS TRES ENTRADAS

Existe una dimensión más amplia para esta posición triunitaria, una en la que debemos coronarlo a Él como nuestro único Rey. Y creo que toda la creación: pecadores y santos por igual, están gimiendo con dolores de parto, esperando la manifestación de esta «Compa­ñía del Hijo Varón», de este «Hijo de muchos miembros.» Este cuerpo con dolores de parto no estará satisfecho con el mero conocimiento de verlo a El como Jesús - el Salvador -, o como el Cristo - el que Unge -, sino que quiere y va a verlo y a conocerlo como el único Amo y Señor, el Rey absoluto de sus vidas. Este «Hijo de muchos miembros» que alaba Al Señor (al Santo Nombre de Dios), al alcanzar la madurez, ¡no solamente podrá ministrar al cuerpo, o al alma, sino también al espíritu interior de toda la humanidad que esté clamando a su Hacedor!

«Tres veces en el año me celebraréis fiesta» (Éxodo 23:14). La primera era la Fiesta de la Pascua, que era un recordatorio para tener presente la redención, de la cual depende toda bendición. Simbólicamente, ella representa a Jesús, nuestro Sacrificio Pas­cual. La segunda gran fiesta es la Fiesta de Pentecostés, y tiene su contraparte en nuestras vidas cuando estamos llenos del Espíritu. Como la tercera - en este orden - encontramos la Fiesta de los Tabernáculos, una ordenanza profética que significa la futura congregación del Israel dispersado durante largo tiempo. ¡Alabad a Dios, al Señor de la Gloria, que está a punto de llevarnos a tal congregación aun en el día de hoy!

Vemos estas tres fases como correspondientes a las tres divisiones del Tabernáculo. La entrada al atrio exterior está simbolizada por la Fiesta de la Pascua. En el atrio exterior era donde la congrega­ción venía a oír la Palabra del Señor y a rendir culto de adoración. (Ver cuadro del Tabernáculo en la página 56). Aquí vemos a Jesús como Salvador. Aquí vemos el extenso y fundamental campamento evangélico que está interesado esencial mente en lo que ellos RECIBEN, permaneciendo con frecuencia tan cerca del borde de la línea como les sea posible vivir, pero confiando todavía en lograrlo. Temo que ese día habrá muchos desengaños trágicos.

Después, llegamos a la entrada que está simbolizada por la Fiesta de Pentecostés, representada por Cristo - el que Unge. Este es el lugar donde ha estado nuestro gran cuerpo de los bautizados en el Espíritu durante casi dos mil años. Ellos (nosotros) están cum­pliendo un propósito, aun cuando ellos, como un todo, están preocupados esencialmente por los meros negocios secundarios del HACER. A la congregación en pleno no se le permitía entrar en este atrio intermedio, el Lugar Santo. Sólo a los levitas, que tenían una unción especial para ministrar al pueblo, se les permitía entrar al Lugar Santo.

Hermanos y hermanas, ¡todavía hay más! ¡Aleluya! Cuando se atraviesa el Lugar Santo, el lugar de la santificación y de la preparación, los tales encuentran delante de ellos otra entrada, simbolizada por la Fiesta de los Tabernáculos, que conduce al Lugar Santísimo. Esta es la fiesta que está MAS ALLÁ DEL PENTECOSTÉS, sí, más allá de la Fiesta de Pentecostés.
Esta grande y última fiesta es símbolo de la reagrupación y del arrepentimiento de Israel, anunciando la gran efusión final del Espíritu Santo y del Fuego. Observen en su calendario el prolon­gado intervalo entre el Día de Pentecostés y el Día de los Taber­náculos (casi dos mil años), empleado en la actual dispensación, en la obra pentecostal del Espíritu Santo.

Sí, ha sido un día largo, muy largo, un día difícil tanto en los dos mil años del calendario pentecostal, como en nuestro personal calendario pentecostal. Pero es: «(El) que te sustentó con maná (la provisión milagrosa) en el desierto (del campamento pentecostal), comida que tus padres (evangélicos sin estar llenos del Espíritu) no habían conocido, afligiéndote y probándote, para a la postre hacerte bien.» «A la postre» quiere decir orden altísimo, (del último día de la visitación de Dios), un orden que está MAS ALLÁ DEL PENTECOSTÉS.

Que Dios nos ayude, a ustedes y a mí, para que no pasemos por alto el «orden altísimo» del plan eterno y último de Dios para la consuma­ción de esta era POR MEDIO DE SUS HIJOS.



Capítulo Diez

LA FIESTA DE LOS TABERNÁCULOS

La mayoría de los cristianos están de acuerdo en que la venida del Señor está cercana, en que nos estamos aproximando al final de esta era y a la conclusión de esta dispensación. Además, hay un aumento del conocimiento entre el pueblo de Dios de que antes que llegue el grande y notable día del Señor, Dios va a derramar Su Espíritu sobre toda carne. Muchos están esperando una nueva efusión pentecostal; pero, ¿es ésta la «plenitud» que escoltará a una «Compañía de Vencedores» al final de los tiempos, según procla­man las Escrituras?

En el Antiguo Testamento había tres fiestas principales que les fueron ordenadas a los hijos de Israel (Deuteronomio 16:16). Estas eran ocasiones para la congregación y para hacer los sacrificios para el Señor. La primera de estas fiestas era la Fiesta de la Pascua, que simbolizaba la redención.

La segunda, era la Fiesta de las Primicias o de Pentecostés y que, por supuesto, simbolizaba a Pentecostés, la efusión del Espíritu Santo. La tercera, era la Fiesta de los Tabernáculos, que simbolizaba la «plenitud» y que se celebraba en la época de la cosecha, de la recolección final del grano y del fruto: el trigo, el vino y el aceite.

Bajo la dispensación de la ley, el pueblo tenía que traer ofrendas al Señor en cada una de estas fiestas; pero en el cumplimiento, bajo la gracia, de los símbolos en la Era de la Iglesia, ¡cada «fiesta» también es un tiempo para recibir del Señor!

 No por medida...

Antes de que la Iglesia pudiera celebrar su Pascua debía aprovisio­narse de un Cordero... ¡y qué Cordero el que Dios proveyó en gracia para Su Iglesia! ¡He aquí el Cordero de Dios, Su Hijo unigénito! Este Cordero ofreció de una vez para siempre un sólo sacrificio por los pecados. Con una sola ofrenda hizo consumados para siempre a los santificados. (Hebreos 10:12-14).
Después de que hubo terminado esa gran fiesta de la última Pascua, Jesús se mostró vivo mediante muchas pruebas infalibles durante cuarenta días. Luego, ante los propios ojos de Sus discípulos, que contemplaban fijamente hacia lo alto, El los dejó, ascendiendo al cielo.

Los días fueron transcurriendo, acercándolos cada vez más a la fiesta tradicional de Pentecostés, cincuenta días después de la Pascua. Y llegó, por fin, y esta vez era especial, había llegado el día de Pentecostés en plenitud. La Iglesia iba a celebrar el cumplimiento de la segunda fiesta.

De nuevo, Dios proveyó: primero, un Cordero perfecto; ahora, una efusión del Espíritu Santo. Y todos ellos fueron llenos del Espíritu Santo. Lo trágico es que en la congregación general de la Iglesia de hoy, sean tan pocos los que hayan celebrado por experiencia personal esta fiesta provista por Dios. El símbolo manifiesto: «Te alegrarás delante del SEÑOR tu Dios» (Deuteronomio 16:11). Gracias a Dios por la alegría del Señor cuando participamos de las primicias del Espíritu, provistas por la gracia de Dios mediante el conocimiento de El, de Jesús, como el Cristo (el que unge).

En el símbolo del Antiguo Testamento tenían que tomarse dos panes hechos de flor de harina cocidos con levadura: éstas eran las primicias para el Señor (Levítico 23:17). En el cumplimiento del símbolo se veía a menudo (y se ve todavía), la manifestación de la levadura de malicia y de maldad; pero esto no inválida, en modo alguno, la significación de la fiesta... sino la plenitud.

Ahora veamos la tercera fiesta, que es la esencia de este mensaje. Como un pueblo estuvo preparado para Pentecostés, asimismo es necesario que lo esté para los Tabernáculos, la fiesta de la «plenitud,» la fiesta de la «cosecha,» de la última cosecha de esta era, de la manifesta­ción del Espíritu Santo «no por medida, sino a plenitud.»

Cristo murió en la plenitud de los tiempos; y cuando el día de Pentecostés llegó a su plenitud, fue derramado el Espíritu Santo. Así también esta fiesta debe tener su elemento del tiempo propicio. No puede ser celebrada hasta cuando llegue la época de la plenitud de la cosecha. Pero nosotros ya estamos de acuerdo en que nos aproximamos al final de esta era; y Jesús dijo que la siega es el fin del mundo (Mateo 13:39).

Ya que este día se acerca, necesitamos una visión amplia para que no nos contentemos con menos de lo mejor de Dios, y permanez­camos en «Pentecostés» cuando la visión es para la «Plenitud.» Sí, estemos alerta, no sea que limitemos la grandeza de la salvación de Dios. Que cuando el horario de Dios diga: los «Tabernáculos,»  nos encontremos entre los preparados de Dios cuya fe alcance hasta la plenitud de nuestra herencia en Cristo.

Si observamos el cuadro del Antiguo Testamento, veremos que esta última fiesta estaba precedida por el Día de la Expiación, el único día del año en que el sumo sacerdote entraba solo al «lugar santísimo» bajo la luz o el dosel de la gloria de Dios. Allí, él hacía expiación para que fuera limpiado todo lo concerniente a los pecados del pueblo. Limpiados de ese modo, ellos estaban ahora listos para participar en la última fiesta. (Ver Levítico 23:27; también; Levítico 16:29-34).

Bajo el nuevo pacto, el Sumo Sacerdote de nuestra profesión de fe ha entrado en el lugar santísimo, no hecho de manos, en el mismo cielo. Allí, Él está intercediendo por un pueblo que será santificado completamente: cuerpo, alma y espíritu, mediante la identificación en la sangre de una expiación ya hecha en el Calvario. Es un pueblo plenamente identificado con Cristo en Su muerte. De esta manera un pueblo, limpiado por medio de la expiación por la sangre, está preparado para ser copartícipe de esta última fiesta de la Iglesia, y para ser copartícipe de ella.


¡Ocurrió lo imposible!..

Dios ha hecho plena provisión para esto. «Cristo es ofrecido una vez para agotar los pecados de muchos; la segunda vez se manifes­tará para salud a los que sin pecado le esperan... porque nada perfeccionó la ley, sino la introducción de una mejor esperanza (por la cual nos acercamos a Dios.)» En la fiesta de los Tabernáculos no se hace mención de la levadura, como tampoco se la menciona con relación a la fiesta de la Pascua. No hay injusticia, ni levadura en el Cordero de Dios (la Pascua); no habrá levadura en aquellos que participen en la Fiesta de la Plenitud.


EL TABERNÁCULO

«Pero (llegó el tiempo señalado) en que estando ya presente Cristo, el Mesías, apareció como Sumo Sacerdote de los bienes venideros, por el más amplio y más perfecto tabernáculo, no hecho de manos (humanas)» (Hebreos 9:11, amplificado). 



ATRIO EXTERIOR


Lugar para oír el Evangelio del Señor Jesús, el Cristo

Conocer al Señor Jesús el Cristo como Salvador.
Jesús significa Salvador

HIJO

CAMINO

LO BUENO

LA PASCUA

CONGREGACIÓN

Lugar de SACRIFICIO

EGIPTO

LA LUZ NATURAL

LECHE

HIJITOS

LA HOJA

CONSEGUIR

LA SALVACIÓN

LOS LLAMADOS

La Sangre del Cordero


Bautismo en AGUA


ARREPENTIMIENTO

FE

SALIR

Carne (crucificar la carne)(¿?)
(CARNE- Morir al pecado y al mundo)


Los 32.000

30 VECES

"A FIN DE CONOCERLE


LUGAR SANTO

Sólo para aquellos bautizados en el Espíritu Santo y en el Fuego

Conocer al Señor Jesús Cristo significa el que unge


ESPÍRITU SANTO

VERDAD

LO ACEPTABLE

PENTECOSTÉS

LEVITAS

Lugar de ORDENANZAS

DESIERTO

EL CANDELERO

PAN

JÓVENES

EL TALLO

HACER

LLENO DEL ESPÍRITU

LOS ELEGIDOS

La Palabra del testimonio


Bautismo en el ESPÍRITU


REFRIGERIO

ESPERANZA

ENTRAR

Alma (la muerte a sí mismo)(¿?)
(ALMA: Morir al yo, carne, viejo hombre)

Los 10.000

60 VECES

EN EL PODER DE SU
RESURRECCIÓN


LUGAR SANTÍSIMO

El lugar en Dios de Vivir en unión con el Padre

Conocer al Señor Jesús el Cristo como ÚNICO AMO Y SEÑOR. (Único Amo)

PADRE

VIDA

LO PERFECTO

TABERNÁCULOS

HIJOS DE SADOC

Lugar de SU PRESENCIA

TIERRA PROMETIDA

LA GLORIA SHEKINAH

LA VIANDA FUERTE

PADRES (I Juan 2: 12)

LA ESPIGA (semilla)

SER

EL HIJO VARÓN

LOS FIELES (Ap.   17:14)

No amar sus vidas hasta la muerte (al yo)

HASTA LA MUERTE (Ap.l2:11)

RESTAURACIÓN (He. 3:19)

AMOR

SUBIR

Espíritu (abatir al acusador) (¿?)
(Espíritu: Sacrificio vivo; ya no vivo yo)

Los 300 de Gedeón

100 VECES

Y EN LA PARTICIPACIÓN
DE SUS PADECIMIENTOS, LLEGANDO A SER SEMEJANTES A ÉL."


(Los Tabernáculos), pero la fiesta de Pentecostés será cocida «con levadura» (Levítico 23:17). Esta fiesta tiene levadura dentro de sí, como una señal para los que participan, de que ella no es un fin en sí misma sino solamente un escalón transitorio, para algo mucho más grande: tener nuestra morada (Tabernáculo) con Él en pleni­tud.

En general, en la Iglesia algunos prefieren permanecer en la Pascua, y otros pueden permanecer en Pentecostés; pero para mí, Dios permita que mi preferencia y mi parte sean la Plenitud. Para Israel, los Tabernáculos significaba que se recogería toda la cosecha y la labor habría terminado. «El que ha entrado en Su reposo, también él ha reposado de sus obras...» Para mí, esto es el trigo, y el vino, y el aceite, y una oportunidad de gran regocijo.

Entonces, ¿qué podemos buscar, qué podemos esperar al final de esta era? No un regreso a la medida pentecostal, tan maravillosa como ella fue, pues fue la medida de las primicias; porque en la Iglesia de los últimos días va a haber la evidencia de una medida mucho más grande.

Indudablemente, Pablo tenía en mente esta Fiesta de los Tabernáculos cuando escribió en Efesios 4:13: «Hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un [varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo.»  (Aquí no hay lugar para la división; tampoco lo hay para una “unidad”-organizada, sino para la unión como un organismo viviente). No  con «levadura de malicia y de maldad» sino, por el contrario, a un hombre perfecto (el hombre colectivo), a la plenitud de Cristo. ¿No llama Él a la Iglesia, que es Su cuerpo, «la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo»? ¿Ustedes dicen: ¡Imposible!? Por supuesto  que es imposible. Esta es la razón por la cual el Dios de toda gracia va, una vez más, ¡a visitar a Su pueblo!

Dios proveyó el Cordero Pascual, y sucedió lo imposible: Una Virgen concibió, y nació el Cristo. Él vivió una vida sin pecado, murió y se levantó de nuevo, y proveyó una eterna y magnífica redención.

En Pentecostés sucedió de nuevo lo imposible: un estruendo del Cielo, y el Espíritu Santo fue dado con medida, y los hombres empezaron a moverse en el ámbito Divino, gustando los poderes del mundo por venir, pues lo sobrenatural se hizo evidente, y el mundo fue trastornado en una generación... y sucederá de nuevo!

¿Entonces qué hay de la última fiesta? ¿Vamos a esperar algo menos que lo imposible? ¡Aquel que ministró las «primicias,» ministrará la «plenitud»! Mi corazón está contemplando algo bueno, y veo en visión a la congregación de todas las cosas en uno en Cristo; la visión de una compañía de personas llenas de toda la plenitud de Dios, que obran continuamente en el plano Divino. Veo la Cabeza manifestándose a Sí Misma por medio de cada miembro del cuerpo, revelando Su misma naturaleza y manifestan­do la revelación de los hijos de Dios. Este va a ser un pueblo sin mancha ni arruga, que manifestará en plenitud todos los dones del Espíritu y que revelará en sus vidas todo el fruto del Espíritu Santo.

Esto debe ser todo de Dios, pues es la razón por la cual el Dios de toda gracia va a visitar con plenitud Divina a la Iglesia, y la gloria de Dios va a descansar sobre el pueblo de Su elección. Él va a derramar Su Espíritu sobre toda carne: hijos, hijas, jóvenes, ancia­nos, siervos, criadas; habrá profecía, visiones, sueños, señales en la tierra y en el cielo... todo esto antes del grande y memorable día del Señor. Y todo aquel que invocare el nombre del Señor será salvo....

Esta visitación cumplirá los propósitos finales de Dios para esta generación y para esta dispensación. Simbólicamente, en este tiempo de los Tabernáculos, el pueblo de Dios se albergaba en cabañas provisionales. Seamos también un pueblo no apegado a este mundo, sino preparado para moverse, poniéndose en marcha en los propósitos finales de la intención de Dios para Sus HIJOS, más allá del Pentecostés.



Capítulo Once

EL LUGAR SANTÍSIMO

Permítasenos examinar la puerta del lugar que Ezequiel describe tan bellamente en el capítulo 44. A diferencia de los demás profetas del exilio, cuyos ministerios fueron especialmente para Judá o para el reino de las diez tribus de Israel, Ezequiel es la voz del SEÑOR para toda la casa de Israel.

Hablando de una manera general, el propósito del ministerio de Ezequiel en Babilonia fue el de poner de presente, ante la genera­ción nacida en el exilio, no solamente los pecados de la nación, que habían hecho caer tan bajo a Israel, sino también sostener la fe de los exiliados mediante la predicación de la restauración nacional. Ciertamente, cualquier exégeta de la Biblia reconocería que Eze­quiel no fue solamente para nosotros el narrador de un libro histórico de algo que ocurrió hace 2.500 años. Este libro nos muestra un cuadro tremendo de la Iglesia de hoy día, y de la obra de Dios del fin de los tiempos para Su «hijo varón» del Apocalipsis. Este “hijo varón” ha llegado a conocer a Dios (1) como Jesús (el, Salvador); (2) como el Cristo (que unge con el Espíritu Santo), y (3) como único Señor. Esta “compañía del hijo varón” no está satisfecha por estar en el atrio con solo la congregación, sino que está decidida a ser uno de los pocos sacerdotes levitas de Dios al que le sea permitido entrar en el Lugar Santo. Además El hijo varón representa un pueblo que no estará satisfecho sola­mente con las Fiestas de la Pascua y de Pentecostés, sino que su espíritu interior clamará también por participar en la Fiesta de los Tabernáculos. Este pueblo no estará satisfecho sólo con la expe­riencia del atrio exterior ni con la del atrio intermedio, sino que ellos se empecinarán hasta que hayan pasado del todo por el Lugar Santo y entren en el Lugar Santísimo. Ellos no permanecerán como los «niños,» poniendo su énfasis en lo que pueden recibir. Tampoco podrán estar satisfechos por permanecer como los «jóvenes,» con el simple deseo de saberlo que pueden hacer. Este es un pueblo que se moverá en la Paternidad, ocupado y preocupado las 24 horas del día en ser lo que Dios quiere que ellos sean.

Por medio de la revelación, Juan vio a este pueblo, y dijo: «Conozco tus obras: He aquí, he dejado la puerta abierta delante de ti, y ninguno la puede cerrar; porque tienes algo de potencia, y has guardado mi Palabra, y no has negado mi Nombre.... Porque has guardado la Palabra de mi paciencia, yo te guardaré de la hora de la tentación, que ha de venir en todo el universo mundo, para probar a los que moran en la tierra.» «He aquí, que yo vengo presto; retén lo que tienes, para que ninguno tome tu corona. Al que venciere, yo lo haré columna en el templo de mi Dios, y nunca más saldrá fuera; y escribiré sobre él el Nombre de mi Dios, y el nombre de la Ciudad de mi Dios, que es la nueva Jerusalén, la cual ha descendido del cielo con mi Dios, y mi Nombre nuevo. El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.»

En el capítulo 44, Ezequiel habla sobre aquellos a los que se les permitirá entrar al Lugar Santísimo en «el tiempo señalado,» «al final de los tiempos.» A éstos se les permitirá ministrar no solamente para la casa y para el pueblo, sino también son aquellos que «estarán calificados para ministrar ante El, y para estar delante de El y ofrecerle la grosura y la sangre.»

En Ezequiel 44:4-16, leemos: «Y me llevó hacia la puerta del norte por delante de la casa, y miré, y he aquí la Gloria del SEÑOR había llenado la Casa del SEÑOR; y caí sobre mi rostro. Y me dijo el SEÑOR: Hijo de hombre, pon tu corazón y mira con tus ojos y oye con tus oídos todo lo que yo hablo contigo sobre todas las ordenanzas de la Casa del SEÑOR, y de todas sus leyes; y pon tu corazón a las entradas de la Casa, y a todas las salidas del Santuario.»

«Y dirás a la rebelde, a la Casa de Israel: Así dijo el SEÑOR Dios: Basta ya de todas vuestras abominaciones, oh Casa de Israel. De haber vosotros traído extranjeros, incircuncisos de corazón e incircuncisos de carne, para estar en mi Santuario, para contaminar mi Casa; de haber ofrecido mi pan, la grosura y la sangre; e invalidaron mi pacto por todas vuestras abominaciones; y no guardasteis el ordenamiento de mis santificaciones, sino que pusisteis extranjeros como guardas de las ordenanzas en mi Santuario.»

«Así dijo el SEÑOR Dios: Ningún hijo de extranjero, incircunciso de corazón e incircunciso de carne, entrará en mi Santuario, de todos los hijos de extranjeros que están entre los hijos de Israel. Y los levitas que se apartaron lejos de mí cuando Israel erró, el cual se desvió de mí en pos de sus ídolos, llevarán su iniquidad. Y serán ministros en mi Santuario, porteros a las puertas de la Casa, y sirvientes en la Casa; ellos matarán el holocausto y la víctima del pueblo, y ellos estarán delante de ellos para sirvientes.

Por cuanto les sirvieron delante de sus ídolos, y fueron a la Casa de Israel por tropezadero de maldad; por tanto, yo alcé mi mano acerca de ellos, dijo el SEÑOR Dios, que llevarán su iniquidad. No se acercarán a mí para servirme como sacerdotes, ni se llegarán a ninguna de mis santificaciones; a mis cosas santísimas; sino que llevarán su vergüenza, y sus abominaciones que hicieron. Los pondré, pues, por guardas encargados de la custodia de la casa para todo servicio. y para todo lo que en ella haya de hacerse.» Las palabras servicio y hacerse se identifican prontamente con el párrafo siguiente, que es una dimensión que tiene, esencialmente, su función principal en una mera actividad horizontal.

«Mas los sacerdotes levitas, hijos de Sadoc, que guardaron el ordenamiento de mi Santuario, cuando los hijos de Israel se desviaron de mí, ellos se acercarán a mí para ministrarme, y delante de estarán para ofrecerme la grosura y la sangre, dijo el SEÑOR Dios. Ellos entrarán en mi Santuario, y ellos se acercarán a mi mesa para ministrarme, y guardarán mi ordenamiento.»

4. Y me llevó hacia la puerta del norte por delante de la casa; y miré, y he aquí la gloria de Jehová había llenado la casa de Jehová; y me postré sobre mi rostro.
5. Y me dijo Jehová: Hijo de hombre, pon atención, y mira con tus ojos, y oye con tus oídos todo lo que yo hablo contigo sobre todas las ordenanzas de la casa de Jehová, y todas sus leyes; y pon atención a las entradas de la casa, y a todas las salidas del santuario.
6. Y dirás a los rebeldes, a la casa de Israel: Así ha dicho Jehová el Señor: Basta ya de todas vuestras abominaciones, oh casa de Israel;
7. de traer extranjeros, incircuncisos de corazón e incircuncisos de carne, para estar en mi santuario y para contaminar mí casa; de ofrecer mi pan, la grosura y la sangre, y de invalidar mi pacto con todas vuestras abominaciones.
8. Pues no habéis guardado lo establecido acerca de mis cosas santas, sino que habéis puesto extranjeros como guardas de las ordenanzas en mi santuario.
9. Así ha dicho Jehová el Señor: Ningún hijo de extranjero, incircunciso de corazón e incircunciso de carne, entrará en mi santuario, de todos los hijos de extranjeros que están entre los hijos de Israel.
10. Y los levitas que se apartaron de mí cuando Israel se alejó de mí, yéndose tras sus ídolos, llevarán su iniquidad.
11. Y servirán en mi santuario como porteros a las puertas de la casa y sirvientes en la casa; ellos matarán el holocausto y la víctima para el pueblo, y estarán ante él para servirle.
12. Por cuanto les sirvieron delante de sus ídolos, y fueron a la casa de Israel por tropezadero de maldad; por tanto, he alzado mi mano y jurado, dice Jehová el Señor, que ellos llevarán su iniquidad.
13. No se acercarán a mí para servirme como sacerdotes, ni se acercarán a ninguna de mis cosas santas, a mis cosas santísimas, sino que llevarán su vergüenza y las abominaciones que hicieron.
14. Les pondré, pues, por guardas encargados de la custodia de la casa, para todo el servicio de ella, y para todo lo que en ella haya de hacerse.
15. Mas los sacerdotes levitas hijos de Sadoc, que guardaron el ordenamiento del santuario cuando los hijos de Israel se apartaron de mí, ellos se acercarán para ministrar ante mí, y delante de mí estarán para ofrecerme la grosura y la sangre, dice Jehová el Señor.
16. Ellos entrarán en mi santuario, y se acercarán a mi mesa para servirme, y guardarán mis ordenanzas.


Qué triste es ver, en el sistema de la iglesia babilónica de hoy, que una gran parte de los sacerdotes, de los ungidos, se han desviado en pos de otros ídolos, [ahora nosotros, los bautizados (ungidos) por el Espíritu, somos los sacerdotes] y han permitido mucha inmundicia en medio de nosotros y en nuestro culto.

Aunque Dios les permitiera ministrar en ese día a la casa y para el pueblo a los que están en el atrio intermedio, y se los esté permitiendo hoy, debe hacérseles saber que, porque ministraron delante de sus ídolos, esto hizo que la casa de Israel cayera en la iniquidad, y que la mano de Dios se alzará contra ellos. Por causa de los que aprobaron tal compromiso, no les será permitido en ese día oficiar como sacerdotes en el Lugar Santísimo, en el Santo de los Santos. Sin embargo, alabado sea Dios por el reino de sacerdotes que son de los hijos de Sadoc, que han decidido de nuevo en el día de hoy no seguir el mal camino, sino que han seguido en pos de Él, y le han ministrado a El en el Lugar Santísimo. Ellos han afirmado «su vocación y elección.» Ellos, y sólo ellos, «entrarán en el santuario y se acercarán a Su mesa para ministrarle a El.»

En la cueva de Adulam, David representa al pueblo que hoy está suspirando por la bebida espiritual. Aunque él se encontraba interceptado y cercado por los que impedían el paso por el camino que llevaba al pozo - al pozo de Belén -, sin embargo, tres hombres esforzados se arriesgaron a todo, incluso a perder sus vidas, para conseguir esa agua para David. ¡Qué gloriosa simbología! El pozo de agua pura de Belén representa ese «río resplandeciente como cristal» (Apocalipsis 22:1), que un día, casi 1.000 años después del profético deseo de David, fluiría del costado abierto del Galileo, del único que nos llamaría «amigos.»

Esos tres hombres esforzados representan a los «hijos» que Dios está llevando hoy a la madurez. Estos son aquellos que se están levantando con gran unción y con gran fe, y que se están abriendo paso valientemente por entre las filas del enemigo, arriesgándolo todo - sin miedo - con el fin de traer la bebida espiritual para los que tienen sed. ¡Cómo se regocija mi corazón por aquellos que no tuvieron miedo, que estuvieron dispuestos a correr el riesgo; por aquellos que, de algún modo, como Jesús que «no ganó renombre,» no les importó lo que alguien pensara o dijera! Ellos se dieron cuenta de que había algo, más valioso que el oro, que manaba de ese pozo de Belén. Ellos pudieron ver, por el Espíritu, que había un río de vida que manaba del costado abierto del Crucificado que iba a nacer en Belén.

Aquí había algo para ver, para participar en ello, algo que no iba a estar disponible para el ojo o para el gusto del observador casual. Esto daba Nueva Vida, aun más abundante. Esto era algo que no sólo daba la sanidad Divina, sino que daba también la salud Divina. Estoy feliz de que ellos pudieran ver a Aquel que fue, que es y que será por todas las incontables edades de la eternidad; a Aquel a quien vio Moisés en la zarza que ardía, el día en que él también respondió: «¡Heme aquí!»

Qué maravilloso sería que hubiera de aquellos que hoy día están dispuestos a ocultarse en la caverna, los que están dispuestos a separarse de Saúl y de todas las deficiencias de éste, los que están dispuestos a continuar en medio de la persecución y del mal entendimiento. Hermano mío, hermana mía: «No tenemos lucha contra sangre o carne; sino contra principados, contra potestades.» Toda la creación está gimiendo con dolores de parto: el ateo, el proxeneta, el borracho, el drogadicto, todos están «gimiendo con dolores de parto.»

También la Iglesia: los pentecostales, los evangélicos, los liberales, los católicos, están «gimiendo con dolores de parto,» esperando la manifestación de los hijos de Dios; esperando, de­seando y anhelando vehementemente que aquellos gigantes se abran paso por entre las líneas enemigas, arriesgándolo todo, con el fin de poder traer algo más, algo mejor, algo más alto, algo que está Más Allá del Pentecostés, para un pueblo que está sediento, hambriento, desnutrido. ¿Estarían ustedes dispuestos a pagar el precio para ser uno de aquellos que, en los últimos días, estarán simbolizados por los tres valientes de David?

El mensaje de la condición filial, y el apremio por entrar al «Lugar Santísimo,» es un camino solitario de la obediencia que acarreará para muchos la separación. Estos hijos deben ser llevados de gloria en gloria, hasta cuando ellos hayan tenido la comprensión. Así como la cabeza es pequeña en comparación con todo el cuerpo humano, así también la Compañía del Hijo será pequeña en comparación con todo el cuerpo de Cristo. Pero será un grupo que estará dispuesto a pagar el precio de la crucifixión de la carne, con el fin de entrar en la «cabeza» que es El, «cada uno en su debido orden».

Lo que Dios está haciendo ahora es una obra de «primicias,» una obra preparatoria para la gran promesa dispensacional de que, en la plenitud de los tiempos, ella será consumada con Su «entrada repentina de Él, en Su Templo.» Este será el hecho culminante para el tiempo de la humanidad. Dios entrará en Sus hijos y los llevará a «Su gloria.»

En la adoración en el templo había una progresiva aproximación a Dios: (1) el Atrio Exterior; (2) el Lugar Santo, y (3) el Lugar Santísimo. El primer atrio representa el lugar del sacrificio. El segundo atrio es el lugar de las ordenanzas y de las ceremonias, donde ministraban los sacerdotes. El tercero, es el lugar de Su Presencia, en el cual sólo entraba el sumo sacerdote. Por medio de la condición filial, Dios está llevando a Sus escogidos al ministerio del Sumo Sacerdocio del cual Jesús fue el precursor. Él fue y es «el primogénito entre muchos hijos» llevados a la gloria.

Dios está llevando un pueblo más allá del velo de la «carne.» El  sacrificio era necesario, y las ordenanzas cumplieron un propósito. Pero ahora, Él está llevando a Sus escogidos - porque muchos son los llamados y pocos los escogidos - para que lleguen a un franco y completo cara a cara con el velo (con la carne). Cuando Cristo, el Señor, entre en nosotros, del mismo modo en que Él entró en el cuerpo de Jesús - el Hijo del Hombre -, Su ministerio de Sumo Sacerdote se identificará con nosotros, y nosotros con Él, y el velo de nuestra carne se romperá de arriba abajo para que podamos entrar. Muchos se detienen en el altar, y siempre están haciendo sacrificios. Otros se contentan con el lugar de los mandamientos y de las ordenanzas, y con lo que sigue a esto. Pero habrá una “compañía del sumo sacerdocio” que entrará más allá, ¿quiere usted ser parte de ella?




Capítulo Doce

UNA VOZ  A «LA ENTRADA DEL TEMPLO»

«Como en los días del Hijo del Hombre,» así es hoy día, pues son muy pocos los que están dispuestos a reconocer sus deficiencias y, mucho menos, a entrar por la puerta del arrepentimiento. Viviendo, como lo estamos, en los últimos momentos de la era de la Iglesia, y dándonos cuenta de la atroz situación en que se encuentra el mundo, reconocemos la ineficacia de la dividida e impotente Iglesia para hacer frente a la necesidad universal.

Dios, sin embargo, está levantando un profeta de muchos miem­bros que está dispuesto a anunciar Su Voz, y el Señor está diciendo de nuevo como en Jeremías 1:10: «Mira que te he puesto en este día sobre gentiles y sobre reinos, para arrancar y para destruir, y para echar a perder y para derribar, y para edificar y para plantar Jeremías y los demás profetas han clamado contra los sistemas decadentes y contra la tibieza del pueblo. Él fue ordenado para ser profeta, y no dijo apologéticamente: «en mi opinión,» sino: «Así dice el SEÑOR.»

Los que rechazan el mensaje del arrepentimiento de la «Voz que clama en el desierto,» no se dan cuenta de que Él es tanto el Señor de la misericordia, como el Señor del juicio [que significa correc­ción]. El preguntó: ¿Quién dicen los hombres que soy yo? La respuesta fue: «Unos, Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, Jeremías.» Ciertamente, el pueblo, al asociar a Jesús con estos tres profetas, se daba cuenta de que Su mensaje era un mensaje de corrección.

La crítica actual juzga brutalmente al profeta de muchos miembros, acusándolo de no tener corazón y de no saber perdonar, pues carece de amor. No comprenden que Su voz, clamando como Jesús y Jeremías, diga: “Mirad, y ved si hay dolor como mi dolor,» y también: «¡Oh, si mi cabeza se tornase aguas, y mis ojos, fuentes de aguas, para que llore día y noche los muertos de la hija de mi pueblo!»

La “compañía de Jeremías” que Dios tiene en el día de hoy, está contemplando la corrupción del mundo y de la Iglesia, y está de nuevo en intercesión, en pena y en angustia, y en tristeza y en dolores de parto, suplicando junto con el pueblo y por él y - como Jeremías - está diciendo esas palabras con amor a «la entrada del Templo.»

La compañía profética de hoy día será tildada, con frecuencia, de «más santa que tú y de ser «súper espiritual,» pero Dios está haciendo una obra en esta «voz» que hará que ellos experimenten lo que Isaías hizo cuando exclamó: « ¡Ay de mí!, que soy muerto; que siendo hombre inmundo de labios, y habitando en medio de pueblo que tiene labios inmundos....» Isaías estaba dispuesto a identificarse con los pecados del pueblo y a arrepentirse, porque comprendía como la «voz de muchos miembros» de hoy día, que también debía darse cuenta de que «todas nuestras justicias (son) como trapo de inmundicia.»

De nuevo, un carbón encendido ha sido tomado del altar por los serafines. La confesión completa del profeta, el arrepentimiento del pecado y el conocimiento de su necesidad ante Dios, es todo lo que se requiere para calificarlo a él, o a cualquier otro, para ser limpio de pecado. Dios no hace acepción de personas, y está preparando una esposa sin mancha ni arruga que pagará el precio total. ¿Cuál es este precio? El que se encuentra en el Camino del Calvario hacia la cruz, para llegar también, por medio de ella, al camino de la santidad, que está al otro lado. El costo del mal entendimiento y del desgarramiento de la carne por los amigos que no están dispuestos a someterse a Su camino (el camino de la Potestad) será, automáticamente, el precio, del mismo modo que lo fue para Jesús.

El privilegio de andar con Él por este camino, un camino de soledad, será sólo para aquellos que han tenido una salida espiritual de todo lo que es Babilonia.

Este camino de la muerte no es el que se pone al abrigo de los muros de la seguridad de cualquier sistema, o iglesia, o cuerpo colectivo. Hebreos 13:10 (amplificado) dice de este desgarramiento de nues­tra carne, hecho generalmente con mucha persecución y mal entendimiento: «Porque tenemos un altar, del cual no tienen facultad de comer los que sirven y adoran en el Tabernáculo. Porque los cuerpos de aquellos animales, la sangre de los cuales es metida por el pecado en el Santuario por el Príncipe, son quemados fuera del campamento.  Por lo cual también Jesús, para santificar al pueblo por su propia sangre, padeció y murió fuera de la puerta, y los separó como santos para Dios. Salgamos, pues, de todo lo que nos impida y de todo lo que se nos oponga para unirnos a Él, fuera del campamento, en el Calvario llevando el desprecio y la injuria y el vituperio junto con Él.» Oh, hermanos, «oigan lo que el Espíritu dice a las iglesias.» Oh, que podamos (1) «conocerle, y (2) el poder de Su resurrección, y (3) la participación de Sus padecimientos, llegando a ser semejan­tes a Él en Su muerte.»

De nuevo, hay tres posiciones en la cruz: (1) la posición de «conocerle.» que es disfrutada por el gran campamento evangéli­co. Son muchos menos los que tienen el bautismo en el Espíritu Santo, y han entrado (2) a la vida del «poder de Su resurrección.» Sin embargo, Dios está llevando a la vida (a Su Vida, a una vida en el Espíritu) de (3) la «participación de Sus padecimientos.» a un pueblo «sin mancha ni arruga,» que está «fuera del campamento» de la aceptación general, y que va a ser «conocido como Él es conocido.» Estos llevarán con gusto Su vituperio para que ellos puedan tener «el conocimiento de Cristo Jesús como el Señor... olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndose a lo que está delante [más allá del Pentecostés], prosiguiendo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús. Así que, todos los que son perfectos, esto mismo sientan.»

«Pero las cosas que para mí eran ganancia, las he apreciado como pérdida por amor del Cristo. Y ciertamente, aun aprecio todas las cosas como pérdida por el eminente conocimiento del (1) Cristo, (2) Jesús, (3) mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por estiércol, para ganar al Cristo.»

De nuevo, hermanos, «oigan lo que el Espíritu dice a las iglesias.» Podemos oír la circundante «nube de testigos» que daban testimo­nio de esta Verdad, diciendo: «Despojémonos de todo peso y desechemos todo impedimento - toda carga innecesaria - y del pecado que tan fácil, artera y diestramente nos asedia y nos enreda, y corramos con perseverante paciencia y con constante y activa persistencia la carrera señalada que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús.» (Amplificado).

Lo que fue hecho aquel día cruel, no fue derrota; fue victoria, la más grandiosa victoria. Fue el amor en su más alta expresión. Incluso, en el día de hoy, Jesús, como Señor, y los que han entrado en Su Potestad, están fuera del campamento de la organizada, sistematizada y, con frecuencia, cruel religión legislativa (denominacional, o no). Por esto, no queremos dar a entender, necesaria­mente, una salida física, sino que, por lo menos, lo más seguro es que esto sea una salida por medio de una transformación espiritual. Nos encontramos en la Babilonia espiritual, pero no tenemos que ser participantes de ella. Del mismo modo, «estamos en este mundo, pero no somos de este mundo.»

Amadísimos míos, no tomen esto como un llamamiento general para que abandonen su iglesia local o su actividad espiritual, a las cuales ustedes han llegado a estar ligados. Cualquiera que me conoce, sabe que durante años, y hasta el día de hoy, he creído que Dios hará que ustedes permanezcan justamente donde están, hasta que pidan su renuncia o, al menos, hasta que Dios levantara el peso de esa actividad y los sacara de allí.Quizás ese grupo o esa iglesia no marchan como debería, pero Dios ama a las personas de ese grupo, tanto como Él lo hace con ustedes o conmigo. A menos que el ministerio de ustedes allí sea terminado, siento que la iglesia o la confraternidad de ustedes y su pueblo, podría ser un campo propicio en el que Dios está buscando a un «hombre que hiciese vallado y que se pusiere en la brecha.» Pero esto significaría, ciertamente, un verdadero «permanecer en la brecha,» y ustedes saben que esto quiere decir morir. Invariable­mente, la carne de ustedes clamará por una reubicación física, y pueden encontrar que no se les permite salir físicamente, sólo para satisfacer el deseo de la carne. De la misma manera la persona llamada por Dios a una reubicación física no podrá quedar sola para satisfacer el deseo de la carne de estar cómoda. Una persona podría seguir siendo parte de un grupo con espíritu denominacional, o de un grupo que tuviese un espíritu de dominación y, sin embargo, estar por encima de la esclavitud y del espíritu de ellos. También, una persona podría estar físicamente por fuera de tal actividad y, sin embargo, estar atada por el espíritu de la esclavitud. Como yo lo veo, se trata de una ascensión espiritual, y Dios puede que lleve, o no, a una dislocación física.

Querido hermano, querida hermana, debo arrancarles esa falsa sensación de seguridad que se ha apoderado de ustedes al igual que de la inmensa mayoría de aquellos que insisten en que ellos han tenido una salida espiritual, aunque no hayan tenido una reubicación física. ¿Ha oído usted realmente, y obedecido la Palabra del Señor: «Salid de ella, pueblo mío, para que no seáis participantes de sus pecados, y que no recibáis de sus plagas»? Están también aquellos, aunque muy pocos, que han oído y obedecido esta Palabra, ya sea que él o ella hayan tenido una salida espiritual y física, ya sea que esto haya sido limitado por Dios a sólo una salida espiritual (o de subir más alto). Sin tener en cuenta cuál de las dos posiciones ya nombradas haya sido seguida, creo que todos los que escogieron este camino conocerán el sufrimiento y el rechazo espiritual o físico (y eso a manos de aquellos que han quedado atrás). Sí, en todos los casos, los que están luchando por aquello que está «Más Allá del Pentecostés» serán «aves de muchos colores», y conocerán el sufrimiento y el rechazo y el mal entendimiento, que fueron el dudoso placer de nuestro Señor cuando Él se enfrentó, sin tregua, contra la maquinaria espiritual de Sus días. Por favor lean, en todo el capítulo 23 de Mateo, lo que Jesús tenía que decir.  Este capítulo termina con el clamor del Hijo de la Gloria: «¡ Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas, y apedreas a los que son enviados a ti! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina junta sus pollos debajo de las alas, y no quisiste! He aquí vuestra Casa os es dejada desierta.» Y Jesús salió y se alejó del Templo.
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En este tiempo, Jesús todavía estaba físicamente ligado al templo, pero, ¿quién insinuaría que Él estaba por fuera de la voluntad de Dios o que, por temor, El falló al pronunciar la Palabra del Padre o que, de algún modo, Él era un compromisario? Tampoco estaba padeciendo ninguno de los delirios de grandeza de la maquinaria que se estaba aprovechando del templo. «Salgamos, pues, a él, fuera del campamento (fuera del camino popular, del camino de la carne), llevando su vituperio» (Hebreos 13:13).

El misterio de Babilonia la Grande, la Madre de las Rameras es, y siempre lo ha sido, llegar al pueblo de Dios para hacer una falsa alianza y someter a sus aliados a alguien distinto de Él solo. Creo, con buenas razones bíblicas, que la Madre de las Rameras tiene sus raíces en Roma. ¿Cuántos de nosotros hemos creído que ella ha criado hijas rameras?

El misterio de Babilonia ha seducido a los llamados a ser separados solamente a Dios, y los ha llevado a un país remoto, lejos de la casa del PADRE, pero el Señor está haciendo una «Cosa Nueva» y está diciendo; «Yo les silbaré y los juntaré, porque yo los he redimido y los sembraré entre los pueblos. Y [el pueblo] pasará por el mar con tribulación (los tiempos de la tribulación están sobre nosotros) y los fortificaré en el SEÑOR, y en su nombre caminarán, dice el SEÑOR.»

Sí, Él los está llamando, está llamando a los hijos pródigos que están lejos de la casa del PADRE para que no se comprometan más con las hijas rameras, sino que se levanten y salgan dejando atrás a las pocilgas de los cerdos. Ya no se alimentará Su pueblo con los desperdicios de la teología humana y con los métodos religiosos, sino que serán guiados y alimentados en forma divina.

Que yo pueda detenerme para decirles que este toque claro de trompeta, no es un llamamiento a una insurrección general, en algún grado, contra las personalidades, más de lo que fueron los llamamientos de Juan el Bautista y de Jeremías, sino que es un llamamiento al arrepentimiento, un escudriñamiento del alma. Esto es para el pastor o el laico; para los sistemas denominacionales, o no denominacionales, organizados o no organizados, con el fin de que dejen libres a los cautivos, y a sí mismo para sacarlos de la lid política espiritual, de la presión de la fuerza y de la crueldad, como lo leemos en Jeremías 23 y en Ezequiel 34. «Donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad» (2 Corintios 3:17). ¡Pastores y laicos, sean liberados, sean libres! Sin embargo, «no uséis la libertad como ocasión para la carne, sino servíos por amor los unos a los otros.»

Y la palabra del Señor está viniendo al profeta de muchos miem­bros, y está diciendo de nuevo: «Hijo de hombre, mientras la casa de Israel moraba en su tierra, la contaminó con sus caminos y con sus obras; como inmundicia de menstruosa (la Iglesia) fue su camino delante de mí.... Les esparcí por las naciones... (Hasta) cuando sea santificado en vosotros delante de sus ojos... y os traerá a vuestro país. Esparciré sobre vosotros agua limpia (de una raíz en desuso que significa ser completo, madurado, en la edad plena), y seréis limpiados de todas vuestras inmundicias; y de todos vuestros ídolos os limpiaré. Os daré corazón nuevo, y pondré Espíritu nuevo dentro de vosotros... os (limpiaré) de todas vuestras iniquidades... y las ruinas serán redificadas... y (plantaré) lo que estaba desolado.... Yo el SEÑOR he hablado, y lo haré... En los últimos días consideraréis esto perfectamente.» Y de nuevo, Él dice: «A ruina, a ruina, a ruina lo reduciré, y esto no será más, hasta que venga aquel cuyo es el derecho, y yo se lo entregaré.»

Creo firmemente en la congregación de los santos de casa en casa, pasando por entre las barreras tradicionales, denominacionales, doctrinales y de otra clase. También creo firmemente que Dios tiene y está levantando muchos de los quíntuples ministerios entre estos preciosos grupos, llenos del Espíritu.

Aquí estamos empezando a ver un «fluir de vida nueva,» una sumisión de los unos a los otros, una eclosión del «orden divino,» y una liberación en el Espíritu, porque aquellos que tienen autori­dad han llegado a conocer, por el Espíritu, la cualidad del someti­miento de Jesús. Ellos ya no están contendiendo por la posición más prominente, sino que están listos para un espontáneo recono­cimiento de que «El mismo constituyó a unos apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros, a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo, hasta que todos lleguemos a la unidad (ya no a todas estas divisiones hechas por el hombre) de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto. Antes siguiendo la verdad en caridad (ya sin temor ni favoritismo) crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, el Cristo; del cual, todo el cuerpo compuesto y bien ligado entre sí por todas las junturas de su alimento, que recibe según la operación de cada miembro.» Este es el verdadero ministerio del cuerpo de Cristo.

Jeremías, Isaías y el precursor de Jesús, Juan el Bautista, estuvieron en contra de la mediocridad, y con sus diagnosis de la decadencia espiritual de la nación y de su creciente apostasía, no había por delante nada distinto al juicio Divino sobre la nación y sobre la Iglesia.

Mientras Babel estaba siendo edificada, y mientras los hombres decían: «Hagámonos un nombre, por si fuéramos esparcidos,» Dios estaba buscando un hombre que oyera Su voz. Dios descen­dió y confundió su lengua para que ellos no pudieran entenderse los unos a los otros. Pero, ahora, estamos viviendo en el tiempo de la destrucción de la gran torre de Babel. «Dios devolverá al pueblo una lengua pura, y habrá paz.»

Dios encontró a un hombre que oiría Su voz y que pagaría el precio. El mensaje no era nada fácil; dejar a su familia, a sus amigos, todo aquello por lo que había trabajado, por todo lo que había atesorado en este mundo; dejar atrás la oportunidad de mayores ganancias en los agradables alrededores de Babilonia, para estar dispuesto a perder su buena reputación, a ser mal comprendido y a ser vitupe­rados. ¿A dónde lo llevaría este llamamiento? Él no lo sabía. Él contaba conque Dios se lo diría. En caso contrario, toda esperanza estaría perdida.

¿Quién respondió al llamamiento? El fiel Abraham. Los demás andarían parte del camino, se detendrían y edificarían una ciudad y le darían un nombre, pero Abraham ya había visto una ciudad más grande, y él no podría olvidar esa gloriosa visión. Tampoco tendría que ponerle un nombre, pues Dios ya se lo había puesto. Algunos de los que fueron con él no habían recibido este llamamiento de lo alto. A Lot sólo le gustaba la prosperidad que representaba estar con el «tío Abraham.» Existen los compañeros de viaje que sólo hacen parte de la cabalgata, mientras ella sea una cabalgata agradable. Les gusta el mensaje, les gusta sentir la unción del Espíritu, disfrutan de la libertad de culto, pero no son los llamados, y deben ser separados. A Abraham no le gustaba la idea de perder a Lot en esa tierra extraña, con tantos enemigos, y con tan poca gente en su grupo, pues todos los amigos contaban. Pero Dios dijo que Lot tenía que irse, pues él no había sido llamado. Estoy seguro de que Lot se habría disgustado mucho al pensar que alguien pudiera decir que él no había sido llamado. Después de todo, hay que tener en cuenta cuan lejos había llegado él en este asunto. Él había salido de Ur y de Babilonia, ¿no era así? ¿No se había detenido en Harán con Taré? Pero él no tenía espíritu para mirar a lo alto, el espíritu de ser. El ansiaba la prosperidad, ansiaba hacer ganancias en la tierra, expandirse.

Los ojos de Abraham estaban en las montañas, y se encontraba aquí, después de haber sido separado de aquellos que no tenían el llamamiento de lo alto que Dios le permitió ver como su herencia. «Mira (Abraham) desde el lugar donde estás hacia el norte y el sur, y al oriente y al occidente. Porque toda la tierra que ves, la daré a ti y a tu descendencia.»

Abraham «a honra, prefiriéndoos los unos a los otros» le dio a Lot la primera opción de la tierra, y Lot, egoístamente, escogió la más verde y, al parecer, la mejor tierra. Pero la Palabra confirma que mientras Lot recibía la verdura, Abraham recibía la gloria. Sin embargo, y en conclusión, Abraham recibió como adición a la gloria «todas estas cosas [que] te serán añadidas.» Sí, hay mucho más para los que creen.
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En las fangosas orillas del Jordán, a pie descalzo y vestido con extrañas vestiduras, estaba el hijo de un sacerdote del templo. Como descendiente de Zacarías, Juan podía haber entrado al círculo íntimo de aquellos que ejercían el elevado oficio del Sacerdocio del Templo. Pero Jerusalén había llegado en un alto grado de pecado y de perfidia, y la gloria del Templo era obra del hombre. Mientras Jerusalén se vanagloriaba de sus logros y hacía alarde de su belleza y de su poder - producto del hombre -, Dios estaba llaman do a alguien para que saliera fuera de las murallas, e instara a subir a un lugar más alto en el Espíritu. Dios había abandonado el orden viejo, pero ellos no lo sabían. No había nadie a quien seguir, nadie que les mostrara el camino. Este fue un liderazgo del Espíritu y por el Espíritu. Él no podía seguir a su padre, no obstante lo mucho que lo amaba, porque Zacarías estaba atrapado en el orden viejo. Soportando su reproche, Juan salió fuera de las puertas, sin importarle lo que los demás pudieran pensar de él, oyendo solamente la voz de Aquel que le hablaba desde el cielo.

La puerta de la bendición espiritual que se abrió en Pentecostés, jamás se cerró de nuevo aunque, aparentemente, la Iglesia entró en un período de gran oscuridad. Los hombres luchaban por aumen­tar la parte material de la Iglesia. Se hizo un gran esfuerzo por avanzar más, pero muy poco por ascender. Como resultado de esto, la oscuridad. Se hizo más densa. Cosas atroces, que ni siquiera pueden calificarse como edificantes, tuvieron lugar en los cuarte­les generales de la organización terrenal en Roma. Entonces, un día, Dios descendió en medio de esta confusión y escogió a un sacerdote, y le habló a su corazón. El oyó y creyó, y el 31 de octubre de 1517, inscribió para siempre su nombre en la historia, cuando fijó sus 95 tesis en la puerta de su iglesia en Wittenberg. Dios se valió del valor de un hombre para ayudar a abrir la puerta con el fin de que la humanidad del mundo entero saliera de la oscuridad de la religión de Roma, y entrara en un nuevo día en el Espíritu. Martín Lulero tuvo un buen comienzo al lograr resultados en el ámbito donde él se encontraba. Él podía haber invertido su tiempo en seguir adelante, pero oyó el llamamiento Divino. Cuando él empezó el ascenso en Dios, alborotó a todos los demonios del Infierno contra él. Los líderes religiosos de su tiempo querían darle muerte, destruirlo. ¿Por qué? Simplemente porque en ellos prevalecía el amor al statu quo y odiaban a aquellos que instaban al ascenso en Dios por las grandes alturas del Espíritu.

Lo cierto era que las organizaciones terrenales estimulan, casi siempre, el seguir adelante con sus programas horizontales, en tanto que desestimulan y combaten cualquier esfuerzo por el ascenso. Observe la historia, y verá que esto es verdad. Esta es la verdadera naturaleza de los sistemas eclesiásticos, y parece que no cambian. Finalmente, Dios destruirá todo esto con el resplandor de Su gloria. A veces, parecen ablandarse y pueden, incluso, tener un avivamiento ocasional. Sin embargo, la maquinaria es inamovible y no tiene corazón. Los que incitan a nuevas dimensiones en el Espíritu, deben estar libres para moverse como el Espíritu determi­ne. Este es el «Camino del Espíritu.»

Ahora hemos llegado al comienzo de este siglo. Aquí encontramos las iglesias del momento, revividas de algún modo de cuando en cuando, pero haciendo todavía lo posible por expandirse en el ámbito de la salvación por la fe. Regados por acá y por allá por la faz del globo hay pequeños grupos de santos, o de individuos, que se afanan por un movimiento más grande del Espíritu.

En Topeka, Kansas, a principios de 1900, un predicador metodista llamado Charles Parham se separó del campo evangélico para buscar a Dios. Los demás no podían comprender sus actos. «¿Dónde está su preocupación por las almas, hermano Parham?» Con un ministerio evangélico tan poderoso como el que él tenía, y en una ciudad bastante grande, él podía haber seguido ganando almas para Jesús, pero ¿dónde se encontraba? En una casa grande de Topeka con un grupo de santos que estaban convencidos de que no tenían todo lo que Dios tenía para ellos, y que también estaban convencidos de que era tiempo de que la iglesia se moviera y entrara en un ámbito más grande en el Espíritu. Así empezaron el ascenso para Dios. ¡Ellos se encontraron con tremendos poderes de las tinieblas que se les oponían encarnizadamente a cada paso! No obstante, siguieron avanzando en Dios. Después, el 31 de diciembre de 1900, en una embadurnada reunión en Nueva York, una mujer fue llena con el Espíritu y empezó a hablar en otras lenguas. La gente de la casa siguiente a la casa grande, no supo nada de lo ocurrido en esta ocasión trascendental, y les importó poco; pero se estaba abriendo una puerta para la Iglesia del fin de los tiempos y para el bautismo glorioso con el Espíritu Santo y el fuego. Con este humilde comienzo, empezaron a suceder cosas por todo el mundo. El avivamiento hizo eclosión en 1902 en un gran movimiento del Espíritu en Gales. Evan Roberts y otros fueron arrebatados en un glorioso huracán de fuerza espiritual y en un diluvio de lluvia espiritual. En 1904 en Los Ángeles, Frank Bartleman y otros más estaban luchando denodadamente en el Espíritu por un poderoso movi­miento para esa ciudad. Ellos fueron escarnecidos y rechazados por aquellos que sólo tenían ojos para la expansión y el adelanto en el ámbito de la salvación por la fe. Ellos fueron de una iglesia a otra buscando la confraternidad del Espíritu, pero parecía que todo lo que ellos podían hacer era esforzarse y gemir en su espíritu por un ascenso en Dios. Y fueron echados fuera.

Dios estaba oyendo a aquellos que a Él clamaban y descendió en el pequeño grupo del hermano Charles Parham, donde éste estaba predicando en Houston, Texas, y llamó al predicador nazareno de raza negra para que fuera a Los Ángeles. Él fue llevando un mensaje nuevo en el Espíritu, una experiencia nueva en Dios. Fue rechazado por las formas de religión existentes allí, pero Dios abrió la puerta en un viejo edificio de la Calle Azuza. Fue de aquí de donde empezaron a fluir poderosos ríos de poder y de bendición hasta los más apartados rincones de la tierra. Alguien se había atrevido a oír, a creer, a obedecer y a esforzarse por algo más grande. Los pioneros de Dios se estaban moviendo.

Desde este momento en adelante hubo un poderoso avance para el Evangelio. Las iglesias, las ciudades y las naciones fueron sacu­didas por la fuerza poderosa de Dios, manifestada por medio de Sus humildes siervos. Incontables miles de almas fueron arrastradas al Reino en esta gran cosecha. Las iglesias pentecostales brotaron por todas partes en el país, a despecho de la violenta y encarnizada oposición hecha por los sistemas religiosos. Esta es la norma. Un nuevo ascenso en el Espíritu siempre produce un alcance mayor jamás visto bajo el orden viejo del hombre. Veamos el ejemplo de la iglesia primitiva.

Después de pocos años de glorioso avivamiento en los primeros años del siglo, el hombre empezó a adueñarse de ello. Las organizaciones empezaron a afirmarse, y se crearon las denomina­ciones, y las juntas de autoridad empezaron a afianzarse en Pentecostés, para que ahora tuviéramos la capacidad de expandir­nos, según decían ellos. Era necesario conseguir fondos para un servicio misionero más eficiente - y ellos hicieron la expansión. Pero el ascenso estaba casi detenido. El avivamiento pentecostal llegó a dividirse en muchas facciones. Las iglesias y los predica­dores se combatían unos a otros, mientras el mundo y el diablo miraban y se reían.

Ahora es el momento para abrir otra brecha. Hay hombres y mujeres gimiendo en el Espíritu por el último gran movimiento del Espíritu, profetizado para el fin de los tiempos. Ahora se está llevando a cabo una obra grande de intercesión, invisible para el hombre que está admirando sus hermosos sistemas y haciendo alarde de las inmensas ganancias que ha conseguido, en tanto que muchos están clamando para que «llueva en el tiempo de la lluvia tardía.»



Capítulo Trece

SUBIR MAS ALTO

Dios ha estado hablando sobre algo que viene pronto, sobre una divina y poderosa visitación apostólica del Espíritu Santo, centra­da en Sí Mismo. Sentimos que Sus hijos van a manifestarse pronto y ser emblanquecidos. El clamor de Su pueblo está centrado no sólo en conocerlo como Cristo, sino que está empezando a centrar­se en conocerlo como el Señor.

Será sobre nosotros el cumplimien­to de lo que fue profetizado por el profeta Joel, en el sentido de que - en los últimos tiempos - El derramará Su Espíritu sobre toda carne. Sabemos que «sin santidad nadie verá a Dios,» y ciertamen­te, sin esta santidad, nadie tendrá parte en el ministerio de los últimos tiempos. Sentimos que Dios nos está llevando, cada vez más cerca, a un lugar de completa purificación. La carne debe morir y, en su lugar, debe quedar un cuerpo lavado y blanqueado, un pueblo «sin mancha ni arruga.» Este pueblo habrá perdido su propia voluntad, porque ellos habrán entregado esa parte de su naturaleza a Aquel quien es la vida eterna. Este cuerpo, entonces, ya no ejercerá derechos, porque ellos no tienen ninguno, pues todos los derechos han sido puestos en la cruz, y revestidos en Aquel que se preocupa más por nosotros, por nuestra alegría, por nuestra paz, por nuestras necesidades, por nuestros rasgos de personalidad, que nosotros mismos.

Además, Dios ha hablado recientemente con relación a moverse en niveles más altos que nunca antes. Este autor sabe bien que, desde antes, hay un significativo número de personas del pueblo de Dios que no sólo individual, sino colectivamente, se están moviendo, en todas las circunstancias de la vida, en un campo del Espíritu inspirado verdaderamente por Dios.

Si vamos a contribuir en algo en esta visitación venidera, sentimos que Dios quiere que todos y cada uno de nosotros y, especialmente, aquellos que están en el liderazgo, sean ungidos por Dios y señalados por Dios. Sobretodo, este cuerpo debe reflejar la perfecta y divina voluntad de Dios en todo lo que se haga, en todo lo que se diga y en todo lo que se lleve a cabo.

Creo que esta Compañía de Josué es un hombre colectivo, como un Juan el Bautista, o un Moisés, o un Josué, o un Ezequiel, o un Pedro, o un Pablo de muchos miembros que están clamando a todo el Israel de Cristo que, en el desierto de la derrota, de la confusión y del error, están hambrientos y sedientos por todo lo de Dios. Este cuerpo, bajo la unción del Espíritu, está de parto en la batalla por dar a luz tal cumplimiento.

Sí, éste es un ministerio colectivo del remanente de un lado al otro del mundo, a quienes el Señor sostiene y levantará, además, para que «toquen la trompeta en Sion,» con el fin de edificar Su Iglesia según Su diseño celestial, y para procla­mar Su propia gloria eterna y Su honor. Dios está llamando para este hombre colectivo y, por medio de él, a «Subir más alto.»

Este hombre colectivo, que apenas está empezando a llegar a «la estatura de la plenitud» en Cristo Jesús, está ahora llegando al cumplimiento de la verdad descrita en Efesios 3:21: «A él sea gloria en la Iglesia en Cristo Jesús por todas las edades, por los siglos de los siglos.»



Capítulo Catorce

PARA QUE EL PUEDA TENER LA PREEMINENCIA

Muchas cosas se han discutido y presentado en este escrito, y creo que cada una de ellas es vital para la «madurez espiritual» y para «subir más alto.» Pero todas estas promesas deben ser «en Él.» Colosenses 1:16-18 dice: «Porque en él fueron creadas todas las cosas.... Y él es antes de todas las cosas, y todas las cosas consisten por él; y él es la cabeza del cuerpo de la Iglesia, principio y primogénito de entre los muertos, para que en todo tenga el primado

Moisés oró, no por las cosas o por las experiencias, sino solamente dijo: «Te ruego que me muestres ahora tu camino, para que te conozca...» Si nuestros corazones son justos, si la integridad y la honradez surgen automáticamente antes que la prominencia, la popularidad o cualquier otra cosa, Él nos dará de Sus «caminos» para que conociéndolo a Él, podamos tener Su Gracia y Su Paz. 2 Pedro 1:2 dice: «Gracia y paz os sean multiplicadas en el conoci­miento de Dios, y de nuestro Señor Jesús.»

La peregrinación de Israel por el desierto está llena de ejemplos de lo que ocurre cuando Cristo y Su voluntad se dejan a un lado y se remplazan por algo distinto, aunque esto sea bueno. Porque cuando alguien recogía más maná del que necesitaba, éste criaba gusanos y olía mal; así, algunos ponen hoy la preminencia sobre cosas distintas a Él, hasta que ellos también huelen mal.

Cuando Coré, por iniciativa propia, trató de poner el ministerio del Señor por encima de la voluntad de Dios, cayó por hacerlo así. Del mismo modo, muchos tratan hoy de exaltar sus ministerios, edificando -por sí mismos - pequeños reinos, sin compartir la jefatura.

El cuadro principal es el tabernáculo y su mobiliario. El mobiliario puede significar las cosas que nos llevan a la plenitud de Cristo. El altar puede significar el discipulado; la mesa, la pura doctrina, etc.

Significativamente, todas estas cosas eran como escalones que conducían al Arca, donde «yo apareceré en la nube sobre la cubierta» (Levítico 16:2). Además, Mateo 4:4 dice: «No con solo el pan vivirá el hombre, mas con toda palabra que sale por la boca de Dios.» Sí, Él debe ser el rey supremo: «Cristo en nosotros, la esperanza de Gloria.»

Los tratos personales de Dios, un testimonio interior y un llama­miento para subir más alto, además de una casi compulsiva revolución en mucho de lo que integra mi mundo, me llevaron a un estado de proporciones catastróficas el año pasado. Este ha sido un cambio de una vida de mucha actividad a otra de estar solo con Él; de pasar de una amplia actividad nacional a otra limitada a unos pocos. Aunque este camino me ha resultado extraño, Dios me ha llevado, sin embargo, por un hermoso sendero durante este tiempo, y me lo ha confirmado por medio de muchas experiencias precio­sas.

Hace cinco meses, Dios me hizo ver muy claramente, y lo confirmó por boca de varios testigos, que «me encerrara en mi casa,» para buscar Su rostro y Su voluntad en tales asuntos. Entré en mi casa con amargura y con espíritu aturdido. En mi encierro clamaba: « ¡Ay de mí!, que soy muerto; porque soy hombre inmundo de labios, y habito en medio de pueblo que tiene labios inmundos.» Sin embargo, de algún modo, me doy cuenta en ese encierro de que todavía estoy acunado en las manos de la justicia y de la misericor­dia del Señor, que me están siendo restituidas. Veo que el arrepentimiento y la purificación deben ser completos, antes de que yo tenga la capacidad para tener Su «entendimiento» y, mucho más, para andar en el orden Divino.

Durante los días de esos meses de arrepentimiento y purificación, vi esa esperanzadora visión momentánea de la luz. Cuando llegó la restauración y encontré algo nuevo, el Hijo jamás se había mostrado tan resplandeciente. Durante las dos últimas semanas, Dios me dio algo completamente diferente de mí mismo en un nuevo bautismo de amor y, poco a poco, me he dado cuenta de que he padecido (un sufrimiento necesario) en mi espíritu cuando empezó la lucha, porque me he resistido a hablar de estas verdades sin temor ni licencia del hombre, tal como Dios me ha guiado para que les hable a mis hermanos de tiempos pasados.

Siento que lo sabía desde antes, pero que ahora conozco realmente la tristeza y la alegría que acompañaron a Jesús cuando Él «padeció fuera de la puerta» (Hebreos 13:12). Siento que ahora he presentado la Verdad de Dios, y confío en que ello haya sido con Su Amor Ágape.

Algo queda muy claro cuando estudiamos el poder de la santa iglesia primitiva. Es una característica que no existe ahora en la Iglesia actual. Esta cualidad es el amor de los unos a los otros. Leemos que la iglesia primitiva «perseveraba unánime cada día.» Ellos elevaban unánimes su voz a Dios, y tenían cuidado de andar unánimes para el movimiento del Espíritu Santo. Su amor era tan grande que, incluso, vendían mucho de lo que poseían y tenían todas las cosas en común. Vemos que aun cuando la distancia entre los grupos era grande, prevalecía ese mismo amor.

Para un pueblo unido como ese, cualquier cosa que el hombre pudiera añadir se reconocería rápidamente como un sustituto. La Iglesia universal (el cuerpo de Cristo) se compone solamente de aquellos que lo coronan a El como Rey y conocen la realidad del camino victorioso al lado de su Salvador. Ellos están siendo formados a Su imagen, congregados en verdadero amor, y poseí­dos por el amor que Jesús manifestó: «Nadie tiene mayor amor que este, que ponga alguno su alma por sus amigos» (Juan 15:13). Esta profundidad de la confraternidad en Cristo produce un pueblo que tiene apego a la Palabra: «Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis los unos a los otros... En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros» (Juan 13:34,35).

Esto quiere decir: «Ama a otro,» no «ama a alguien a causa de otro.» La expresión «a causa de» implicaría un amor mutuo a la manera del que envía. Jesús se dio completamente a Sí Mismo, aun cuando nosotros lo rechazábamos. Él nos amó y murió por nosotros aunque dimos la espalda a Su amor. Él nos amó y murió por nosotros, aun cuando nosotros no hemos hecho nada por merecer Su amor. Esto no es un «os amaré, si vosotros me amáis.» Es un amor de «los unos a los otros» que no exige a cambio ninguna retribución.

Cuando el pueblo de Dios se congregue de nuevo en un vínculo común de amor y de unidad poniendo a un lado a todas las cosas que subsisten entre nosotros y nuestro Señor, entonces y sólo entonces, tendremos de nuevo un gran movimiento de Su Espíritu. Entonces veremos una demostración del poder de esta grande y santa Iglesia. Señales y prodigios serán la regla antes que la excepción. Grandes multitudes aclamarán a Dios por la salvación, y multitudes adicio­nales de cristianos dejarán a un lado los cuidados y las concupis­cencias de este mundo y pondrán sus manos en la mano lacerada de su Salvador. Siento con todo mi corazón que Dios está empezando a unir a Su Iglesia en estos últimos días. Él está abriendo los ojos de Su pueblo para que ellos se den cuenta de que, posiblemente, los más grandes obstáculos que persisten en el camino del gran renacimiento son el yo y la falta de amor. Juan 13:34-35 es el grito de nuestro corazón para Su pueblo: «Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros, como yo os he amado... En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros.» Nuestro Señor nos dice: «Este es mi mandamiento: Que os améis unos a otros, como yo os he amado.» Más adelante, el afirmará de nuevo: «Esto os mando: Que os améis los unos a los otros.»

En la oración de intercesión del Señor, poco antes de Su cruci­fixión, leemos lo referente a Su deseo de que nosotros seamos uno; y observe cómo El repite a menudo la frase «una cosa.» «Padre santo, a los que me has dado, guárdalos en tu nombre para que sean uno, así como nosotros.... Mas no ruego solamente por ellos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos, para que todos sean una cosa; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean una cosa en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste. Y yo, la claridad que me diste les he dado; para que sean una cosa, como también nosotros somos una cosa. Yo en ellos, y tú en mí, para que sean perfectos en una cosa: y que el mundo conozca que tú me enviaste, y que los has amado, como también a mí me has amado.»

Oh, amigos, seamos una cosa en Cristo. Hagamos a un lado todo obstáculo, y renovemos el propósito original de nuestra meta con el fin de hacer todo cuanto podamos para hacer que esta unidad se haga realidad. Seamos perfectos en Uno, para que el mundo pueda conocer que Él es el Cristo viviente, y que Él sí habita dentro de estos templos de barro. «En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuvieseis amor los unos con los otros.»

«Mas si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión con él, entre nosotros, y la sangre de Jesús, el Cristo, su Hijo nos limpia de todo pecado.» ¿Qué dice la Palabra acerca del pueblo que tiene esta comunión? Dice que si Cristo ha limpiado sus pecados, entonces ellos andarán en la luz, así como Él está en la luz. Si nosotros andamos en esta luz, entonces también tendremos confra­ternidad los unos con los otros. El mandamiento de Dios para nosotros es que tengamos amor sin hipocresía.

El clamor de la hora es tener unidad de corazón y de espíritu. Las Escrituras dicen: «Procurad con diligencia que seáis hallados de él sin mácula, y sin reprensión, en paz.» «Velad pues, orando a todo tiempo, que seáis tenidos por dignos de evitar todas estas cosas que han de venir, y de estar en pie delante del Hijo del hombre.» Temo por nuestra iglesia y por nuestro pueblo del día de hoy. Pero sé que Dios está oyendo el grito del corazón de los muchos que están haciendo un llamamiento para la restauración de ese amor que ha sido destruido, y que El responderá a ese grito.

Dios le habló a Ezequiel: «Y tú, hijo de hombre, he aquí que pondrán sobre ti cuerdas, y con ellas te ligarán y no saldrás entre ellos... para que no los reprendas, porque son casa rebelde. Más cuando yo te hubiere hablado, abriré tu boca, y les dirás: Así dijo el Señor DIOS: El que oye, oiga; y el que cesa, cese; porque casa rebelde son. Y si tú amonestares al impío, y él no se convirtiere de su impiedad y de su mal camino, él morirá por su maldad, y tú habrás librado tu alma.»

De nuevo dice el Señor: «El que oye, oiga; y el que cesa, cese.»

Elías, en sus días, vio que Israel está siendo madurado en el pecado. Él vio el juicio que se posaba sobre los líderes y sobre los sistemas que se habían apoderado de los corazones y de las mentes del pueblo, y lo habían esclavizado. El dirigió su mensaje a los líderes de la nación, y clamó: «¿Hasta cuándo claudicaréis vosotros entre dos pensamientos? Si el SEÑOR es Dios, seguidle; y si Baal, id en pos de él.» Permanecer indeciso no es la mejor defensa. Así como los neutralistas han inclinado, en muchos ejemplos históricos, la balanza en favor del enemigo, del mismo modo hacen los neutralistas espirituales, al inclinar la balanza en favor del enemigo de sus almas en esta batalla espiritual. Creo que muchos están siendo pesados y hallados faltos.

Otro día, clamó otro profeta: «¿No os conmueve a cuantos pasáis por el camino? Mirad, y ved si hay dolor como mi dolor que me ha venido.»  Amos clamó: «Prepárate para venir al encuentro de tu Dios. ¿No será el día del SEÑOR tinieblas, y no luz....?» Joel está clamando desde el pasado: «Porque grande es el día del SEÑOR, y muy terrible; ¿y quién lo podrá sufrir?». Ha llegado el momento para una intervención Divina en la vida decadente de la Iglesia. Las circunstancias y la apostasía son de tal magnitud, que la misericor­dia de Dios pide tal intervención para que se instituya la justicia.

En el pasado, Elías fue enviado con un mensaje del Señor. Ese mensaje no venía con palabras suaves ni con fluidas galanterías, sino con una atronadora acusación de los individuos, de la iglesia y de la nación. Israel había llegado a un punto donde nada menos que el despertar espiritual podría hacer evitar el juicio. Elías clamó contra las fuerzas de la apostasía y de la rebeldía espiritual. Él se encontraba muy solo en el lugar de la responsabilidad Divina. Aun cuando había cien profetas ocultos en una caverna, y siete mil israelitas que no habían doblado sus rodillas ante Baal, ellos tenían mucho cuidado de no identificarse hasta cuando supieran qué camino seguiría la multitud. Pero...descendió fuego y empezó a llover (hermosa dualidad de símbolos de que Dios tiene pronto acopio), en el momento en que UN HOMBRE solo, Elías, se encon­traba agobiado por la necesidad de que el pueblo de Dios volviera verdaderamente a Él.

Ezequiel también está clamando: «Arrojarán su plata en las calles, y su oro será desechado; ni su plata ni su oro podrán librarlos en el día del furor del SEÑOR.»

Juan habla de este día en Apocalipsis 6:16,17: «Y decían a los montes y a las piedras: Caed sobre nosotros, y escondednos de la cara de aquel que está sentado en el trono, y de la ira del Cordero; porque el gran día de su ira es venido, ¿y quién podrá estar delante de él?»  El Señor dice en Proverbios 1:24-28: «Por cuanto llamé, y no quisisteis oír; extendí mi mano, y no hubo quien escuchase; antes desechasteis todo consejo mío, y no quisisteis mi reprensión; también yo me reiré en vuestra calamidad, y me burlaré cuando os viniere lo que teméis; cuando viniere como una destrucción lo que teméis, y vuestra calamidad llegare como un torbellino; cuando sobre vosotros viniere tribulación y angustia. Entonces me llama­rán, y no responderé; me buscarán de mañana, y no me hallarán.»

Ciertamente, el cumplimiento de estas profecías tiene que ver con el día que está muy cerca delante de nosotros. ¿Podría ser posible que estas palabras fueran escritas solamente para los que no pertenecen a ninguna iglesia? Creo que no. Esto nos incumbe a cada uno de nosotros;  pues, como se dice en Joel 1:13-15: «Ceñíos y lamentad, sacerdotes; aullad ministros del altar; venid, dormid en cilicio ministros de mi Dios, porque quitado es de la Casa de vuestro Dios el presente y la libación. Pregonad ayuno, llamad a congregación; congregad a los ancianos y a todos los moradores de la tierra en la Casa del SEÑOR vuestro Dios, y clamad al SEÑOR. ¡Ay del día! Porque cercano está el día del SEÑOR, y vendrá como destrucción hecha por el Todopoderoso.»

Dios me ha hecho conocer ahora, y como nunca antes, que Él tiene una controversia con la Iglesia, y también conmigo. Nosotros también hemos tenido a menudo la forma, pero hemos desconocido Su poder y Su preminencia. Amos 9 nos dice: «Vi al Señor que estaba sobre el altar.» Él me hizo saber que este juicio y purifica­ción vendrán pronto. La posición del Señor (Adonaí) es significa­tiva. «Adonaí» significa cabeza soberana, controlador, amo y dueño. El altar significa propiamente misericordia, porque es el lugar donde se hace un sacrificio substitutivo; pero cuando el altar y el sacrificio son profanados, el altar se convierte en un lugar de juicio.

Asimismo, que yo pueda rechazar cualquier elación (¿?) sobre mis propias aspiraciones de justicia, Dios me ha hecho comprender, la necesidad que hay en mi propia vida para una restauración del altar y del sacrificio. Él está haciendo esto ahora al llevarme a Isaías 6: «Vi yo al Señor sentado sobre un trono alto y sublime, y sus faldas llenaban el templo. Y encima de él estaban serafines... y el uno al otro daba voces, diciendo: Santo, Santo, Santo, el SEÑOR de los ejércitos; toda la tierra está llena de su gloria.» Y como Isaías clamó, llorando por este día, yo también tengo que decir: «¡Ay de mí, que soy muerto! Que siendo hombre inmundo de labios, y hablando en medio de pueblo que tiene labios inmundos, han visto mis ojos al Rey, el SEÑOR de los Ejércitos.» No fue el reconocimiento que hizo Isaías de su pecado lo único que lo hizo llorar por su lamentable estado, sino que fue porque él vio al Señor, al Señor de los Ejércitos, sentado en un trono alto y sublime, y allí, en presencia de ese ÚNICO, él reconoció su necesi­dad, y prometió la confesión pública y el arrepentimiento. ¡Oh, que nosotros, como cuerpo, podamos llegar pronto a un estado seme­jante! Pero Él también ha prometido que si nosotros confesamos al igual que renegamos de esta impureza, El enviaría a Su serafín para que tome un carbón encendido del altar y lo ponga en nuestra boca con el fin de purificarnos de nuestra iniquidad y quitar nuestro pecado.

Dios está limpiando verdaderamente a un pueblo que ha clamado por la purificación y por la rectitud. Será solamente después de tal arrepentimiento cuando podremos oír la voz del Señor desde esta tercera y alta dimensión, diciéndonos: «¿A quién enviaré, y quién irá por nosotros?» Y ojalá que nosotros respondamos como lo hizo Isaías: «¡Heme aquí, envíame a mí!»

Ciertamente, nosotros estamos al borde de esta última visitación, de una singular y Divina y Apostólica y Poderosa Visitación del Espíritu Santo. Se está elevando el clamor de Su pueblo para estar centrados en Cristo. Lo que fue profetizado por el profeta Joel está sobre nosotros: «...después de esto, derramaré mi Espíritu sobre toda carne.»

Sin Su santidad, ningún hombre verá a Dios y, ciertamente, nadie tendrá parte en ese ministerio del último día. Dios está llevándonos siempre más cerca al lugar de la purificación completa. La carne debe morir y, en su lugar, debe quedar un cuerpo «lavado y blanqueado,» un pueblo sin mancha ni arruga. Este pueblo no tendrá voluntad, porque habrá sometido esa parte de su propia naturaleza a su Amo y Señor. Este cuerpo, entonces, ya no ejercerá derechos, porque no los tiene, al haberle dado a El todos los derechos. La consecuencia automá­tica de tal sometimiento incondicional, es una vida que fluye en el Espíritu, una vida de andar en Él, una vida de ganancia de todo lo que se perdió en el primer Adán.

La efusión del Espíritu en el pueblo denominacional de nuestros días, no es el fin de la historia. «Porque he aquí, Cristo, el primogénito entre muchos hermanos, está diciendo: He aquí mi siervo, me reclinaré sobre él; escogido mío, en quien mi alma torna contentamiento; puse mi Espíritu sobre él, dará juicio (corrección) a los gentiles... Yo, el SEÑOR, te llamé en justicia, y por tu mano te tendré; te guardaré y te pondré por alianza del pueblo, por luz de los gentiles (de los incircuncisos); para que abras los ojos de los ciegos; para que saques de la cárcel a los presos, y de casas de prisión a los asentados en tinieblas. Yo soy el SEÑOR. Este es mi nombre; y a otro no daré mi gloria, ni mi alabanza a esculturas. Las cosas primeras he aquí vinieron, y yo anuncio nuevas cosas, antes que salgan a luz, yo os las haré notorias.»

«No os acordéis de las cosas pasadas, ni traigáis a memoria las cosas antiguas. He aquí que yo hago cosa nueva; presto saldrá a luz; ¿no la conoceréis? Otra vez pondré camino en el desierto, y ríos en la soledad.»

«Cantad al SEÑOR un nuevo cántico, su alabanza desde el fin de la tierra; los que descendéis del mar [de gente], y cuanto hay en él, las islas y los moradores de ellas.»

«El SEÑOR saldrá como gigante, y como hombre de guerra desper­tará celo; gritará, voceará, y se esforzará sobre sus enemigos. Desde el siglo he callado, he tenido silencio, y me he detenido; daré voces, como mujer que está de parto; asolaré y devoraré juntamen­te. Tornaré en soledad montes y collados; haré secar toda su hierba; los ríos tornaré en islas, y secaré los estanques. Y guiaré a los ciegos por camino, que nunca supieron, les haré pisar por las sendas que nunca conocieron; delante de ellos tornaré las tinieblas en luz, y los rodeos en llanura. Estas cosas les haré, y nunca los desampararé.»

« Serán tornados atrás, y serán avergonzados de vergüenza, los que confían en la escultura; y dicen al vaciadizo: Vosotros sois nuestros dioses.»

«Oh sordos, oíd; y ciegos, mirad para ver. ¿Quién es ciego, sino mi siervo? ¿Quién tan sordo, como mi mensajero, a quién envío? ¿Quién es ciego como el perfecto, y ciego como el siervo del SEÑOR, que ve muchas cosas y no advierte, que abre los oídos y no oye? El SEÑOR celoso por su justicia, magnificará la ley y la engrandecerá. Por tanto éste es pueblo saqueado y hollado; todos ellos han de ser enlazados en cavernas, y escondidos en cárceles. Serán puestos a despojo, y no habrá quien los libre; serán hollados, y no habrá quien diga: RESTITUID.»

« ¿Quién de vosotros oirá esto? ¿Advertirá y considerará respecto al porvenir?»

«Y una voz de muchas aguas clamó del pasado, del presente y del futuro, y dijo: ¿Quién irá, y quién Restituirá? Y vi incontable multitud de salvadores que subían al Monte Sion para juzgar al monte de Esaú (que significa hacedores o creadores de lo propio); porque el reino será del SEÑOR.» Y de nuevo oí la Voz que clamaba:


¿Quién irá y quién RESTITUIRÁ?

Y vi a este salvador de muchos miembros con paso PERFECTO y con UNA voz que clama:
«SI, SEÑOR, ENVÍAME A MI.»
Sí, Señor, levántame a ese ámbito más alto
Más Allá del Pentecostés.







Capítulo Quince

ESTE EVANGELIO DEL REINO

(Agregado en abril de 1997)

Demos una mirada más atenta a este «Evangelio Eterno» o «Evan­gelio del Reino,» que será vivido y predicado por una compañía de vencedores ante todos los moradores de la tierra. Vencedores en cuya boca no hay engaño y que son sin culpa delante del trono de Dios. Este es el mensaje que Dios da a conocer en ellos y por medio de ellos.

6.        Y oí uno que hablaba desde la Casa...
7.        Y me dijo: Hijo de hombre, este es el lugar de mi asiento [o autoridad], y el lugar de las plantas de mis pies [de aquellos a quienes he enviado verdade­ramente], en el cual habitaré entre los hijos de Israel para siempre; y nunca más contaminará la Casa de Israel [aquellos que son llamados por mi nombre] mi santo nombre, ni ellos ni sus reyes [su autogobierno], con sus fornicaciones [el uso pro­miscuo de mi nombre, de mis dones y de la revela­ción para edificar sus propios reinos], y con los cuerpos muertos de sus reyes [las obras muertas y las abominaciones del yo] en sus altares [en los reinos que ellos han erigido donde llaman al pueblo a rendir culto en mi nombre, pero según sus propios
caminos].
8. Poniendo ellos su umbral junto a mi umbral [ellos hacen que el pueblo crea que está entrando en mi Reino cuando, en realidad, está entrando en el reino hecho por el hombre], y su poste junto a mi poste [los postes o las columnas de Dios se llaman Jaquín (Él establecerá) y Boaz (sólo en Él hay fortaleza); los postes del hombre se llaman «noso­tros estableceremos» y «en nosotros está la fortale­za» (ver 2 Crónicas 3:17)], y una pared entre mí y ellos [hay una pared insuperable entre estas dos posiciones], contaminaron mi Santo Nombre con sus abominaciones que hicieron [valiéndose de los dones de poder y de revelación de Dios, de una manera tan promiscua, según sus caprichos, ¡que ello ha traído gran deshonra a Su nombre, incluso ante los paganos!], y yo los consumí en mi furor.
9. Ahora echarán lejos de mí su fornicación [nadie puede servir a dos señores], y los cuerpos muertos de sus reyes [las obras muertas de sus abominacio­nes egoístas], y habitaré en medio de ellos para siempre [observe que este versículo es condicio­nal].
10. Tú, hijo de hombre,  MUESTRA A LA CASA [profanada que el hombre ha edificado en mi nom­bre, dándole el nombre de mi Iglesia] de Israel [el Israel espiritual] ESTA CASA [verdadera y sin man­cha], y avergüéncense de sus pecados, y entiendan su diseño [que es Jesús, el Cristo, como único SEÑOR].
11. Si se avergonzaren de todo lo que han hecho, hazles entender la figura de la Casa [cómo une Dios a Su verdadero pueblo], y su diseño [el propó­sito de Dios para la humanidad], y sus salidas y sus entradas [la libertad verdadera y la liberación al morir a sí mismo y de vivir en Cristo], y todas sus figuras [todo lo que tiene que morir en nosotros para que verdaderamente podamos ser libres en Cristo], y todas sus descripciones [la manera en que Dios hace las cosas], y todas sus pinturas [todas las facetas acerca de andar en la gloriosa herencia de los hijos de Dios], y todas sus leyes [la Ley del Espíritu de Vida (Romanos 8:2) y la Ley de la Libertad (Santiago 1:25; 2:12)]; y descríbelo delante de sus ojos, para que guarden toda su forma [para que ellos puedan amoldarse según Jesús, el Cristo], y todas sus reglas [para que ellos puedan aprender Sus caminos] y las pongan por obra.
(Ezequiel 43:6-11).

El pueblo de Dios es culpable por edificar la casa del Señor a su propio modo. Ellos son culpables por predicar una «primera fiesta,» o evangelio del «atrio exterior» de la «creencia fácil,» que promete seguridad y confianza a cambio del conocimiento de los hechos históricos y de un conocimiento intelectual de la doctrina, en lugar de la predicación del arrepentimiento por seguir nuestro propio camino, y la fe en Jesús, el Cristo como  SEÑOR para cambiar, purificar y perfeccionar, y para consumarnos, con el fin de que podamos seguir verdaderamente SU camino.

El bautismo en el Espíritu Santo, o la «Fiesta de Pentecostés,» se predica entonces a aquellos que han eludido la cruz y todo lo que ella representa, dando como resultado el uso de los dones, de la unción, del poder, y de la revelación del Espíritu Santo, para la promoción de los reinos del hombre, en lugar del verdadero propósito para el cual fueron dados ellos, que es el de perfeccionarnos y librarnos de la esclavitud del yo y de la esclavitud de los sistemas del hombre, que han sido erigidos en nombre de Dios.

Continuando con esta clase de abominación en el Lugar Santo, muchos agregan a esto la predicación de una versión de la tercera fiesta (la Fiesta de los Tabernáculos) que también ha sido leudada por el hombre.   En lugar de reconocer la necesidad de detenerse y de empezar otra vez, según la perfecta voluntad de Dios, ellos tratan de acomodar su versión de la tercera fiesta por encima de las pervertidas primera y segunda fiestas, dando como resultado dificultades incontables.

Pero en medio de toda la confusión, generada por las diversas manifestaciones del yo en todas sus múltiples facetas, Dios todavía sigue obrando con constancia en el Tabernáculo de David (Amos 9:11; Hechos 15), perfeccionando y labrando cada piedra individual que pagará el precio de la sumisión a Sus tratos íntimos, oyendo y obedeciendo Su suave y tenue voz. La obediencia a esta voz resulta costosa. Ella hará que muchos sean «heridos en casa de sus amigos.» Eventualmente, hará que todos los que oyen y obedecen esta voz mueran a sí mismos, si es que no nos apartamos del fuego de Sus tratos.

5. Oíd palabra del SEÑOR, los que tembláis a su palabra: Vuestros hermanos, los que os aborrecen, y os niegan por causa de mi nombre, dijeron: Glorifíquese al SEÑOR. Más él se manifestará a vuestra alegría, y ellos serán confundidos.
6. Voz de alboroto se oye de la ciudad  [de la religión], voz del Templo [del juicio que empieza en la casa de Dios]; voz del SEÑOR que da el pago a sus enemigos.
7. Antes que estuviese de parto, dio a luz; antes que le viniesen dolores dio a luz hijo [un vencedor colectivo]
8. ¿Quién oyó cosa semejante? ¿Quién vio cosa tal? ¿Dará a luz la tierra en un día? ¿Nacerá toda una nación de una vez?   ¿Que Sion estuvo de parto, y dará a luz  juntamente sus hijos?
9 ¿Yo, que hago dar a luz, no estaré de parto? dijo el SEÑOR. ¿Yo, que hago engendrar, seré deteni­do? dice el Dios tuyo.
10.          Alegraos con Jerusalén [con la Jerusalén de arriba, que es la madre de todos], y gozaos con ella, todos los que la amáis; llenaos con ella de gozo, todos los que os enlutáis por ella.
11.          Para que maméis y os saciéis de los pechos de sus consolaciones, para que ordeñéis, y os delei­téis con el resplandor de su gloria.
12.          Porque así dice el SEÑOR: He aquí que yo extiendo sobre ella paz, como un río; y la gloria de los gentiles como un arroyo que sale de madre; y mamaréis, y sobre el lado seréis traídos, y sobre las rodillas seréis regalados.
13.          Como el varón a quien consuela su madre, así os consolaré yo a vosotros, y sobre Jerusalén tomaréis consuelo.
14. Y veréis y se alegrará vuestro corazón; y vuestros huesos reverdecerán como la hierba; y la mano del SEÑOR para con sus siervos será cono­cida, y se airará contra sus enemigos.

(Isaías 66:5-14).

A MODO DE CONCLUSIÓN
,
Mayo de 1997
Amados míos:

En esta forma resumida, Más Allá del Pentecostés fue escrito el 5 de marzo de 1964, durante un período de gran intercesión que duró 13 horas, y lo que ahora están leyendo ustedes está repetido casi al pie de la letra. Su forma inicial fue la de una presentación objetiva y muy directa, dirigida a una organización particular y a su junta directiva.

Durante nueve años, desde el 27 de junio de 1956, esta organización había empezado un recorrido descendente, pasando de ser un organismo viviente en las manos de Dios, a ser una simple organización que se valía de las herramientas del hombre para hacer funcionar una maquinaria hecha por el hombre.

Antes de que yo hubiera hecho mecanografiar este trabajo, el Señor me hizo saber que yo lo leería de cabo a rabo y que eliminaría el saludo y toda referencia personal o colectiva, cambiando la desti­nación a una organización determinada, por otra dirigida a todo el cuerpo de Cristo (que no es un conjunto tan compacto). El resultado es el librito que ustedes están leyendo ahora.

Además, el Señor lo aclaró para que yo le diera una forma muy directa, pero mucho más resumida a este tratado (que se convirtió en una carta de ocho páginas).

Yo enviaría después tanto este tratado, que publicaría en un librito parecido a éste, junto con la carta de ocho páginas que, entre otras cosas, contendría brevemen­te las circunstancias que dieron origen a esta presentación.
Inme­diatamente, hice imprimir 500 libritos, de contenido casi idéntico a éste que ustedes acaban de leer, publicados bajo el título que me dio el Señor: Más Allá del Pentecostés; luego, envié los dos escritos a cada uno de los 72 directores de la mencionada organi­zación.

Once años antes, yo había sido uno de los veinte padres fundadores de esa misma organización. Durante todos esos años fui un director de esa organización cristiana internacional y, en la mayor parte de ese tiempo, también fui vicepresidente. Sólo mi carta reformada, conservaba los dos últimos párrafos de mi escrito del 5 de marzo que contenían mi renuncia como funcionario y director de ese cuerpo. Durante un año más, seguí siendo presidente del capítulo más grande en nuestra nación.

En tanto que el contenido y la directiva fueron bien aceptados, como palabra del Señor, por los círculos oficiales de esa organiza­ción, el paso del tiempo demostró pronto que la gran mayoría de ellos, mientras aceptaban en TEORÍA la directiva de este tratado -Más Allá del Pentecostés -, sólo una minoría estaba dispuesta a ponerla en PRACTICA de nuevo, como lo hizo a principios de los años 50.

Nueve meses después, me sentí desanimado por dos razones: (1) mis amigos más cercanos en esa organización y a quienes yo quería mucho, se mostraban renuentes a poner en PRACTICA estos princi­pios, ya practicados antes durante doce años, o se veían imposibi­litados para hacerlo así; y (2) el hecho de que el Señor no me hubiera dado una directiva confirmada sobre cuándo y cómo publicar la copia provisional del librito en edición definitiva, en forma de libro, tal como yo sentía que había sido instruido para hacerlo el 6 de marzo de 1964. Así, guardé durante un tiempo, (un tiempo breve según lo creía yo,) este manuscrito en un baúl de mi desván.

Poco tiempo después me encontré con que el Señor cambió la dirección del ministerio en que yo me había movido hasta enton­ces, tanto en contenido como en una dimensión espiritual más alta. En septiembre de 1966 encontré que el Señor me abría sobrenaturalmente la puerta para un amplio ministerio en Colom­bia, Sur América.
Durante los dos meses siguientes, el Señor me abrió las puertas en ese país, con el fin de que pudiera ministrar a algunos de los verdaderos intercesores de aquella nación. Igual­mente, se me abrieron de par en par las puertas de algunos de los más altos niveles de los líderes políticos de aquella nación.

De nuevo, en 1968, reconocí con mirada retrospectiva el extingui­do desaliento con el Señor, por haberme traído otra vez a experi­mentar dos años de andar en esa «Nueva Jerusalén, que es la madre de todos nosotros,» sólo para encontrar que el Señor me estaba dando, en grandes cantidades, la «palabra de conocimiento,» pero muy poco de la «palabra de sabiduría,» para saber qué hacer con el conocimiento.

Encontré una paz mediocre mientras seguía la nube de día, y el fuego de noche, en el desierto del hacer, en contraposición con el ser, durante once años más (desde 1968 hasta 1979). El 27 de octubre de 1979, el Espíritu del Señor vino a mí en forma similar a lo ocurrido el 5 de marzo de 1964 y, durante nueve semanas, hasta el 31 de diciembre, a duras penas salí de mi dormitorio. Durante este período escribí el libro Nadie se Atreve a Llamarlo Engaño, acompañado de mucho dolor, de problemas y de intercesión.

El 3 de enero de 1980, tres días después de esas nueve semanas de mezcla de pena y de gloria, me encontré, después de 13 años y, de nuevo, mediante la intervención Divina, en un avión con rumbo a Colombia, Sur América. Durante los primeros tres meses de 1980, el Señor abrió otra vez, sobrenaturalmente, muchas puertas grandes en ese país, tanto en la arena espiritual, como en la arena política. Pero la mayor parte de mi tiempo lo pasé en la privacidad de un dispuesto y adecuado cubículo de oración (como en las ya mencionadas nueve semanas en mi casa), donde me encontré de nuevo escribiendo y en intercesión de noche y de día.

Cuando salí de Colombia, tenía en mis manos un nuevo manuscri­to, al que el Señor le había dado el título .Los Maestros del Engaño. En tanto que el tema principal del anterior manuscrito, Nadie se Atreve a Llamarlo Engaño es, fundamentalmente, el producto de la mucha experiencia que este autor ha tenido y de la mucha búsqueda que ha llevado a cabo en lo referente al engaño religioso dentro de la Iglesia, Los Maestros del Engaño abarcan la otra cara de la misma moneda, que este escritor ha estudiado e investigado durante décadas, en lo referente al engaño político en el mundo entero.

En las Escrituras, tras años de estudio y de confianza en Dios para la «sabiduría» y el «entendimiento,» siento que hemos descubierto muchas directivas engañosas y conspiratorias, hacia las cuales se está deslizando rápidamente el mundo político y económico, en donde la iglesia (liberal, fundamentalista, evangé­lica, pentecostal y carismática) parece haber perdido casi comple­tamente su vista y su oído mientras que ellos conducen, locamente, para recibir a toda carrera casi todo lo que el espíritu del día del Anticristo y del Falso Profeta emplean en su actuación de «yo también,» dentro de la así llamada Iglesia.

Cuando finalicé mi período de escritura, a fines de marzo de 1980 en Colombia, el Señor me hizo saber que yo iba a volver a casa para rescatar de mi desván las 96 páginas del tratado que ustedes están leyendo ahora, porque el Señor iba a agrandarlo, por medio de mi pluma, en un volumen más grande (del tamaño de los dos volúmenes que yo acababa de escribir en los cinco meses anteriores).

La palabra adicional del Señor fue la de que preparara en seguida estos tres manuscritos para su publicación definitiva, cada uno bajo su título individual, pero que los tres iban a formar «parte de una serie» bajo el título general de Muestra la Casa a los de la Casa (Ezequiel 13:10-11).

En la actualidad, mayo de 1997, sólo Más Allá del Pentecostés (volumen 1 de nuestra serie) y Nadie se Atreve a Llamarlo Engaño (el volumen 2) han sido publicados en inglés. En español, se han publicado el primero y el segundo, así como un libro fenomenal de George Warnock, Gloria en Lugar de Cenizas. Desde 1993 hasta 1997, nuestros volúmenes han sido pedidos, verbalmente y por correo, desde todos los estados de nuestra nación, así como de 70 países diferentes.
Deseamos tener estos libros disponibles para los lectores de este librito, si ustedes así lo desean.

Todas las solicitudes pueden dirigirse al Apartado Aéreo 95.300, Santafé de Bogotá, Colombia, o a E-Mail rsm05001@inter.net.co.

Este autor cree firmemente en que la unción no se da para ganancia personal. En cualquier forma en que unge el Señor, incluso la de escribir, es para beneficio del Cuerpo de Cristo, no para lucro personal por encima de las necesidades normales de la vida. Yo pido: «Señor, ayúdame a ser un vaso de honor cuando me convierto en el conducto y en el tesorero de una pequeña parte de Tu almacén.»

Confío en que la lectura de este librito que ustedes acaban de leer, y los que puedan recibir en el futuro, no sean solamente una bendición, sino por medio de ellos el Señor podrá iluminar aun más el «entendimiento» de ustedes.

De ustedes en Él, Clayton Sonmore.

                                                                                                             www.campamento42.blogspot.com

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