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miércoles, 27 de octubre de 2010

INCREDULIDAD: ¿Pánico a Soltar la Rama?, José





¿El remedio para la INCREDULIDAD?

Necesito, como el hijo pródigo, que nunca debió abandonar la Casa de la Gracia, la revelación que me haga "volver en mí" (Luc. 15:17; Jer. 6:16; Gál. 3:1-3; Ap. 2:5). Necesito un parón; un vacío; un corte; una crisis; un río que me arrastre sin que pueda hacer pie (Ez. 47:5); una espera confiada de diez días en Jerusalén; un silencio como de media hora ... para que Dios se pronuncie (Ap. 8:1). Necesitamos ACAMPAR, pararnos, plantarnos y decirle a Dios: "si Tu presencia no ha de ir conmigo, de aquí no me muevo" (Éx. 33: 15).


Cuenta un relato que cierto alpinista ateo tuvo un percance y resbaló por la pared rocosa de la montaña que estaba trepando. Hubiera caído al abismo de no ser porque pudo asirse de la única rama que había, a la que quedó agarrado, pero suspendido en el aire, sin que pudiera salir por sí mismo de tan peligrosa situación. Al ir tomando consciencia de que cuando se le agotaran las fuerzas caería precipicio abajo, comenzó a gritar con todas sus fuerzas pidiendo auxilio.

Eso hizo largamente sin recibir contestación alguna. Viéndose ya al borde del agotamiento le vino al pensamiento pedir la ayuda de Dios, cosa que en principio había descartado, pues era ateo. Sin embargo, viendo la muerte tan de cerca, decidió ensayar una tímida oración mental; la cual tampoco fue respondida de inmediato.

Cuando sus manos ya comenzaban a resbalarse, pues sus fuerzas se esfumaban, se asustó tantísimo que comenzó a orar a Dios en alta voz: 
"Dios, si realmente existes, ¡ayúdame!". 
Pero tampoco escuchó respuesta alguna; así que extenuado y con lágrimas en los ojos, insistió, ahora gritando tan fuerte como podía:
"Dios MÍO por favor, te lo suplico, ¡sálvame!"
En ese momento sonó una voz tan atronadora como inesperada: 
"Hijo, ¿tú realmente crees?" 
El alpinista se sorprendió tanto al escuchar la estruendosa voz de Dios, que quedó aún más aterrado y temblando de pavor; pero como pudo y con sentido de urgencia contestó: 
"¡Sí, sí!, yo verdaderamente creo". 
A lo que la Voz como de muchas aguas nuevamente respondió:
"Hijo, si tu realmente crees, suelta la rama que Yo te recogeré". 
El alpinista quedó pensativo por unos instantes y al fin volvió a gritar: 
"¿Hay alguien más ahí arriba?"



Es una pena que el cristianismo evangélico, incluso el pentecostal, se haya quedado estancado en las experiencias de salvación (Pascua-salida de Egipto) y bautismo en el Espíritu Santo (Pentecostés-Recepción de la Ley en el Sinaí); como si ambas experiencias fueran todo lo que se espera que uno pueda recibir de Dios. Sin embargo, tras cruzar el desierto, ¡y cuán pocos lo hacen!, nos esperan las experiencias (crisis) de muerte, sepultura y resurrección (cruce del Jordán; ver Josué 4 y 5), circuncisión del corazón y Nueva Pascua (Gilgal), expulsión de los gigantes y ocupación de la Tierra Prometida, ...

Quizás la historia pueda resultarnos jocosa, pero lo triste es que, no ya los ateos, sino la mayoría de los cristianos, tenemos pánico mortal a 'soltar nuestras ramas'; porque, aunque decimos creer, la realidad es que no confiamos en que Dios sea tan real como para recogernos si soltamos nuestro asidero confiándonos solo a Él.

Por periodos nos quedamos quietos y confiados, pero cuando se presenta una crisis en nuestra vida se pone de manifiesto nuestra incredulidad, que no es otra cosa que miedo, desconfianza. Desconfianza en medio de la cual nos negamos a obedecer la Palabra de Dios, porque tenemos miedo de caer en el vacío ante la pasividad divina. Somos como paracaidistas que pasaron por el campamento y la instrucción militar y conocen bien la teoría sobre el salto, pero que una vez arriba en el avión se niegan a saltar porque temen que el paracaídas no se abra y tienen que ser empujados.

Gracias a Dios que, aún a pesar de nosotros mismos, si se lo pedimos ("creo Señor, ayuda mi incredulidad", Mar. 9:24), nos llevará a una situación de encierro ("cul de sac", callejón sin salida) tal, que no nos quedará más remedio que obedecerle, soltar la rama a la que nos aferramos y cruzar al lugar deseado. Así ocurrió en el Mar Rojo a los israelitas, espoleados por el ejército del faraón justo tras ellos.

Vivimos aferrados tenazmente al volante (guía) del vehículo de nuestra vida, que arrebatamos al Señor poco después de ser salvos y, aunque con nuestra boca confesamos que Él es quien conduce, ni en broma queremos soltar el volante, abandonar el asiento principal y sentarnos en el del copiloto, para que Jesús asuma el mando. Tenemos un miedo cerval al vacío que se producirá si soltamos; miedo a detener la marcha y acampar; miedo a estarnos quietos y no hacer nada. ¡Miedo a la tumba donde ha de yacer nuestro YO (ego) en espera de las palabras de resurrección: "¡Lázaro, sal fuera!".

Muy al contrario, en estas crisis en lugar de apostar al milagro, al exclusivo amparo de Dios, comenzamos a maquinar, a buscar nuestras propias soluciones, a bajar a Egipto (el mundo) en busca de ayuda; a apoyarnos en hombres (familia, amigos, etc., sean cristianos o no) o en cosas materiales. Circunvalaremos al Señor, buscaremos subterfugios, estratagemas o sutilezas. ¡Cualquier cosa excepto estarnos quietos y confiar solo en Dios! Nos haremos los encontradizos para llamar la atención de otros, haremos sugerencias veladas, llamadas telefónicas, ... todo ello pregonando, eso sí, muy sutilmente nuestra necesidad. Tal vez así alguien pique el anzuelo y se apiade de nosotros. En fin, como de costumbre, meteremos nuestra manita (quizás sería mejor decir la patita) para ayudarle a Dios a hacer la obra y, por enésima vez, abortaremos el milagro, el plan de Dios. ¡Y vuelta a empezar …!

Mientras sigo con mi cristianismo teórico (religioso) y no vivencial (verdadero, práctico), por si Dios no fuera real, o no sea capaz de oír y menos de responder, por si acaso, mejor seguir un poco más con mi simulación religiosa; con mi piedad afectada de cara de santurrón en éxtasis; con mis obras "buenas" de la carne (que al igual que las obras malas de la carne, vienen del mismo árbol del Conocimiento del Bien y del Mal), y que no son sino trapos de inmundicia; obras muertas (separadas) de Dios, pues Él no nos mandó hacerlas. Pensamos que será mejor seguir con el "bikini" de las hojas de higuera de la justificación propia, en lugar de la túnica sin costuras de la justicia imputada de Cristo. Es decir, seguir con el servicio cúltico desde la carne, un asqueroso sucedáneo, disfraz o careta de obras muertas, para encubrir nuestra baja espiritualidad. ¡Esto es religión! ¡Esto es estatus espiritual!

¿El remedio? Necesito, como el hijo pródigo, que nunca debió abandonar la Casa de la Gracia, la revelación que me haga "volver en mí" (Luc. 15:17; Jer. 6:16; Gál. 3:1-3; Ap. 2:5). Necesito un parón; un vacío; un corte; una crisis; un río que me arrastre sin que pueda hacer pie (Ez. 47:5), sin que pueda asirme a nada; una espera confiada de diez días en Jerusalén; un silencio como de media hora ... para que Dios se pronuncie (Ap. 8:1). Necesito ACAMPAR, pararme, plantarme y decirle a Dios: "si Tu presencia no ha de ir conmigo de aquí yo no me muevo".

Necesito las experiencias de muerte, sepultura y resurrección; de circuncisión del corazón (rasgar mi corazón y no mis vestidos) y de Pascua de comunión fraternal. Esto a nivel personal y después, corporativamente como iglesia local, necesitamos la experiencia de Aposento Alto, la doble porción o tercera unción de Tabernáculos.

Y, ¡ahora sí! con el Espíritu Santo a bordo y como Cuerpo bien conjuntado, en resurrección, en vida victoriosa, en vida ascendida, en vida tras del velo, en el reposo de todas nuestra obras (el "shalom de Dios", la paz DE Dios además de la paz CON Dios que al creer me fue concedida) y en el gozo del Espíritu Santo. Ahora, cruzado el Jordán y tras la acampada, la circuncisión y la Pascua en Gilgal, podremos marchar hacia la conquista de la Tierra Prometida. Ahora podremos recuperar la autenticidad de la oración, del canto, de la danza, de las potencias del alma renovadas y sujetas al Espíritu y todo lo que se comió la oruga, el saltón, el revoltón y la langosta. Ahora, con un ejército restaurado y equipado, no con uno de lisiados, podremos hacer guerra espiritual y conquistar, o, mejor dicho, ocupar lo que Dios ya haya conquistado para nosotros (Jos. 6:2).


Textos bíblicos:
(Sal. 46:1-3,10): ... aunque la tierra sea removida..., ¡estad quietos y conoced que yo soy Dios! …

(Éx. 14:13-14): ... No temáis, estad firmes, y ved la salvación que Yahweh hará hoy con vosotros … Yahweh peleará por vosotros y vosotros estaréis tranquilos.

2º Cr. 20:15-17) ... porque no es vuestra la guerra sino de Dios … No habrá para que peleéis vosotros en este caso; paraos, estad quietos, y ved la salvación de Yahweh con vosotros …

(Jer. 17:5,7): Maldito el varón que confía en el hombre, y pone carne por su brazo, y su corazón se aparta de Yahweh. Bendito quien se fía de Yahweh, pues no defraudará Yahweh su confianza. (BJ).

(Is. 30:15): ... En descanso y en reposo seréis salvos, en quietud y confianza será vuestra fortaleza …

(Is. 31:1-3): ¡Ay de los que descienden a Egipto por ayuda, y confían en caballos, y su esperanza ponen en carros porque son muchos, y en jinetes porque son valientes; y no miran al Santo de Israel, ni buscan a Yahweh! … los egipcios hombres son y no Dios; y sus caballos carne y no espíritu …

Paso-cruce (crisis) del Mar Rojo: Éx. 14:3, 16, 21-22

(Jos. 3:1; 4:19; 6:2): ... y vinieron hasta el Jordán y reposaron allí antes de pasarlo. Y el pueblo subió del Jordán ... y acamparon en Gilgal (después de pasarlo), ... Más Yahweh dijo a Josué: Mira, yo he entregado en tu mano a Jericó …

Paso-cruce (crisis) del Jordán: Jos. 3:13, 16; 4:3, 8, 9-11, 18-20.

(Jer. 6:16): … Paraos en los caminos, y mirad y preguntad por las sendas antiguas, cual sea el buen camino y andad por él, y hallareis descanso para vuestras almas …

(Gál. 3:1-3): ¡Oh gálatas insensatos!... ¿Recibisteis el Espíritu por las obras de la ley o por el oír con fe? ¿Tan necios sois? ¿Habiendo comenzado por el Espíritu ahora vais a acabar por la carne?

(Ap. 2:5): Recuerda, por tanto de dónde has caído, y arrepiéntete (vuelve a ese lugar en que caíste), y haz las primeras obras …

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