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martes, 20 de marzo de 2012

LA BÚSQUEDA DE LA IDENTIDAD (Andar en la realidad de la resurrección ahora, no es una reforma sino un cambio de fuente de vida), Douglas Weaver



LA BÚSQUEDA DE LA IDENTIDAD
Por: Douglas Weaver

(Andar en la realidad de la resurrección ahora,
no es una reforma sino un cambio de fuente de vida.
El peligro de salir del Campamento
y formar un nuevo Campamento)





(Subrayados, negritas y notas han sido añadidos)

Un sistema religioso basado en la

Por el periodo de tiempo durante el cual hemos vagado por ese desierto llamado Cristianismo Moderno, quiénes éramos estaba definido por la actividad y los logros. Títulos, llamados y visiones vinieron a ser la expresión de nuestra búsqueda de identidad y posición en Dios. Entonces, no es pequeña la sorpresa que después de haber salido del sistema hayamos experimentado una pérdida con respecto a una definición propia, porque nuestra previa definición estaba intrínsecamente ligada al SistemaNuestra fuente de vida no estaba siendo encontrada en Cristo, sino en movimientos del alma por el común acuerdo y la noble aspiración de algo llamado “propósito”. 

Entonces se percibe inmediatamente la necesidad de reestablecer un sentido de identidad, para agarrarnos de algo en esta caída libre y una vez más establecer puntos de referencia. Desafortunadamente este esfuerzo consecuentemente nos pone en el sendero de definir un Nuevo Sistema basado en nuevos principios a través de los cuales podamos definir nuestra identidad. Una identidad la cual está típicamente centrada alrededor de la proclamación de nuestro Nuevo o “Reformado” Sistema. Y entonces se vuelve a colocar la trampa, de la que, dándole tiempo y el correcto establecimiento de circunstancias, va a surgir una nueva perversión de CristianismoUn Nuevo Campamento fuera del Campamento del cual Dios nuevamente va a llamar al pueblo a salir. Una nueva manifestación de Religión Cristiana que tiene el mismo elemento común fundamental del miedo. Miedo a perder la identidad de uno, de ser tragado por la ambigüedad y la mayor base de los miedos: El miedo a la muerte (el miedo a cruzar el Jordán muriendo al yo).


Ahora, vamos a examinar tres porciones de las cartas de Pablo comenzando por Filipenses 3:7-21.

7 Pero cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo. 8 Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo, 9 y ser hallado en él, no teniendo mi propia justicia, que es por la ley, sino la que es por la fe de Cristo, la justicia que es de Dios por la fe; 10 a fin de conocerle, y el poder de su resurrección, y la participación de sus padecimientos, llegando a ser semejante a él en su muerte, 11 si en alguna manera llegase a la resurrección de entre los muertos.
12 No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto; sino que prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús. 13 Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, 14 prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús.
15 Así que, todos los que somos perfectos, esto mismo sintamos; y si otra cosa sentís, esto también os lo revelará Dios. 16 Pero en aquello a que hemos llegado, sigamos una misma regla, sintamos una misma cosa.
17 Hermanos, sed imitadores de mí, y mirad a los que así se conducen según el ejemplo que tenéis en nosotros. 18 Porque por ahí andan muchos, de los cuales os dije muchas veces, y aun ahora lo digo llorando, que son enemigos de la cruz de Cristo; 19 el fin de los cuales será perdición, cuyo dios es el vientre, y cuya gloria es su vergüenza; que solo piensan en lo terrenal. 20 Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo; 21 el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya, por el poder con el cual puede también sujetar a sí mismo todas las cosas.

Me doy cuenta que este es un pasaje bien largo, pero es imperativo que examinemos el pensamiento continuo de Pablo con respecto al propósito de Dios para el creyente individual, porque, viendo claramente SU propósito, seremos llevados a descansar con respecto a NUESTRO propio propósito y consecuentemente con respecto a nuestra identidad. Así que preste mucha atención a la segunda parte del v. 12: “… sino que prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús”. 

Es claro que Pablo entendía que él fue asido por Cristo para un propósito específico, y él está diligentemente persiguiendo ese propósito. De hecho, en el v. 14 lo llama “… el premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús”. Entonces, ¿cual es el propósito, la meta, el premio? Nos dice en el v. 11, “… si en alguna manera llegase a la resurrección de entre los muertos”. Y eso, hermanos, es un asunto de gran importancia. Primero vamos a establecer que toda la humanidad va a resucitar de entre los muertos. Algunos para un castigo eterno (aionian, el equivalente del hebreo olam, que significa un periodo indefinido de tiempo, o edad y no un tiempo sin fin) y otros para una vida eterna (idem)

¿Entonces qué quiere decir Pablo cuando él sugiere que la resurrección es algo a ser obtenido? Le digo a usted que Pablo no está hablando aquí de una resurrección del cuerpo, sino de caminar en la realidad de una resurrección antes de nuestra muerte física [Por supuesto que Pablo ya caminaba en esa resurrección. De no ser así el espíritu Santo no habría enviado a Bernabé a rescatarlo de "sus soledades de la Cilicia". En esos 13 o 14 años (incluyendo sus 3 años en Arabia) que el Señor lo tuvo encerrado en la 'cueva', cual profeta mudo, Pablo aprendió a vivir en la realidad de la resurrección. El propósito que Pablo anhelaba alcanzar no era ese, sino poder alcanzar la Exanastasis, Primera Resurrección o Súper Resurrección o Mejor Resurrección; la resurrección sobresaliente, premio exclusivo de los santos vencedores. Esta solo la alcanzan quienes viven una vida crucificada y acaban la carrera triunfalmente. (Véase notas a los versículos 11-15 de Filipenses 3 de la Versión Recobro - https://sourceforge.net/projects/versionrecobro/)]. De hecho el griego claramente sostiene esto al usar katantao, que significa “llegar a”. Como W. E. Vine dice: “No la resurrección física asegurada a todos los creyentes, sino la identificación en la vida presente con Cristo en su resurrección”. Pero la clave, que generalmente es evitada, se encuentra en el v. 10: “… a fin de conocerle, y el poder de su resurrección, y la participación de sus padecimientos, llegando a ser semejante a él en su muerte”. Muchos desean caminar en el poder de Su resurrección, pero pocos aceptan la participación en Sus padecimientos, dejando de lado lo de ser semejantes a Él en Su muerte (entre esos padecimientos: salir del campamento; echar a los 'ismaeles', amonitas y moabitas, engendrados en nuestra impaciencia; cesar en nuestras obras muertas, quedarnos quietos y esperar que Él tome toda iniciativa, negar nuestros propios deseos, gustos y opiniones, etc.; en suma, morir al yo y caminar la senda de la cruz).

De hecho, el evangelio moderno sugeriría que el poder de la resurrección puede ser obtenido porque “Jesús murió para eso, para que nosotros no tengamos que morir por ello”. Nada puede ser más ajeno a la verdad. Aun en Hebreos se nos dice: “… está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio”. Lo que Jesús hizo fue proveer para nosotros una muerte que fue pura, con la cual podamos identificarnos a través de la fe en Él y debido a eso contraer Su justicia en vez de la nuestra. O como dijo Pablo en el v. 9: “… y ser hallado en él, no teniendo mi propia justicia, que es por la ley, sino la que es por la fe de Cristo, la justicia que es de Dios por la fe”. Y con el fin de andar en este camino debemos estar dispuestos a sufrir la pérdida de cualquier cosa que para nosotros era ganancia - eso que nos agregaba valor, propósito, significado, o identidad-, para ganar nuestra verdadera identidad.

Así que lo primero que vemos es que toda nuestra identidad adámica debe ser terminada. Debe ser presentada muerta por la Cruz. Y no solo nuestras “malas” cualidades, aun más importante las “buenas”. Porque nada pervierte y distrae más el propósito de Dios que nuestros intentos bien intencionados, nobles y temerosos-de-Dios de seguir a Jesús. Muchos han encontrado su identidad en ser un pastor, evangelista, profeta, misionero, intercesor o cualquier otra actividad. Y haciendo esto nunca han asido aquello para lo que fueron asidos por Cristo. Están perdidos en el desierto del “Servicio Cristiano”, habiendo dejado de lado la Cruz a la que fueron llamados. Como dijo Pablo en el v. 18: “Porque por ahí andan muchos, de los cuales os dije muchas veces, y aún ahora lo digo llorando, que son enemigos de la cruz de Cristo … que solo piensan en lo terrenal”.

De mi viaje personal saliendo fuera del campamento, puedo testificar que cuando vino la temporada del éxodo, muchos hermanos respondieron al viento del Espíritu. Profundamente dentro ellos podían sentir a Dios agitando y sabían que Él estaba hablando en medio de nosotros. Mientras nos reuníamos y orábamos y lo buscábamos, algunos de nosotros agarramos una visión de Cristo en una dimensión mucho más grande que nunca antes y partimos al viaje para asirnos de Él. Otros, habiendo visto el precio de la Cruz, empezaron a justificar su posición actual como para no perderla. Su identidad estaba tan apretadamente tejida en la tela de su “Servicio Cristiano” que no pudieron aguantar las medidas necesarias a tomar para desenredarse. Como dijo un hermano: “El grado con el que usted es beneficiado en Babilonia es directamente proporcional al dolor de salir fuera de ella”.

Ahora que la temporada ha pasado, Dios misericordiosamente nos ha impulsado a muchos de nosotros de vuelta al viaje de asirnos de Cristo. Aquellos que rehusaron salir están más profundamente atrincherados que nunca, habiendo rechazado el poder de la muerte de la Cruz, ¡pero gracias sean dadas a Dios que en tanto dure la Tierra, ¡así también serán las temporadas! Mi exhortación a usted entonces es que rechace la compulsión carnal a recuperar su posición. Si usted quiere caminar en el poder de Su resurrección, usted debe primeramente ser semejante en Su muerte. Recuerde que nuestro Señor Jesús fue despojado de Su identidad y tomó la forma de siervo. El fue abandonado por Dios mientras estaba en la Cruz y se le abandonó hasta morir. Más que ningún otro, Jesús caminó por fe; creyendo que Dios le resucitaría de acuerdo a la promesa, se sometió Él mismo a la muerte para poder obtener la resurrección de los muertos. Ahora Él tiene un cuerpo glorificado como también lo tendremos nosotros algún día porque Él “… transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya …”. Pero ahora podemos caminar en la realidad de su resurrección, siendo transformados a Su imagen, que es Su primer propósito al asirnos.

Ahora veamos Colosenses 3:1-4: “Si, pues, habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra. Porque habéis muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios. Cuando Cristo, vuestra vida, se manifieste, entonces vosotros también seréis manifestados con él en gloria”.

Es aquí donde encontramos paz y descanso con respecto a la pérdida de identidad. Habiendo venido a la Cruz y siendo semejantes en Su muerte, tocamos la realidad de Su resurrección.

En Su resurrección tocamos Su vida, porque Él ha venido a ser nuestra vida debido a que estamos muertos. Y cuando Cristo, que es nuestra vida, se manifieste a través de nosotros, entonces se manifestará quienes somos realmente. Nuestra verdadera identidad, nuestra exclusiva expresión en la Tierra, solo se encuentra cuando Cristo se revela a través de nosotros. Porque si bien Él ha buscado matarnos por medio de Su Cruz, Él nos ha resucitado a vida nueva de manera que podamos expresar a través de nuestra humanidad una exclusiva manifestación de Su persona (Esto es algo muy diferente y contrario a ese prurito por buscar la originalidad, el dar la campanada, el ofrecer la revelación del año para deslumbrar ... Pocos aceptan permanecer ocultos en la trinchera, escondidos en la cueva a pan y agua. Todos quieren diferenciarse, ser originales, escribir su propio libro, ostentar su propia opinión, apuntalar su propio ministerio. Casi nadie quiere caminar alineado en el camino tras la sombra de alguien más avanzado que él. Casi nadie busca someterse sino independizarse. Muy pocos están dispuestos a verter el agua para que otros se laven las manos, como Eliseo hizo con Elías antes de recibir su propio, y mayor, ministerio. Paradójicamente, solo los que están dispuestos a perder su vida, su alma, su propia identidad, son los que hallan, en Cristo, su propia verdadera y auténtica identidad. Esa identidad verdadera es el matiz de Cristo o rayo de Su Luz que Él eligió manifestar a través del prisma de sus personas, Su Palabra en ellos. Esa es nuestra verdadera identidad, nuestra exclusiva expresión de Él en la Tierra). De hecho, es para este mismo propósito que fuimos asidos por Cristo: Para que podamos, siendo semejantes a Su muerte, obtener en Su resurrección la realidad del propósito de nuestra creación.

Hermanos míos, este es un gran misterio: Cristo en nosotros es la esperanza de gloria. Este misterio no puede ser hallado en los “servicios de la iglesia”, evangelismo, alabanza y adoración o en cualquier otro esfuerzo humano. No hay sistema o método por el cual obtenerlo. Ninguna enseñanza o sermón de tres puntos puede iluminar esta verdad. Abrace Su muerte para que Su vida resucitada pueda manifestarse a través de usted y cuando Él sea revelado-manifestado, entonces, y solo entonces, usted, su verdadera identidad, será revelada-manifestada con Él.

Porque, vea usted, Él es nuestro destino, nuestro propósito, y nuestra identidad. Buscar otra cosa es errar la meta del premio.

Les dejo con el coro de una de mis canciones favoritas de nuestro querido hermano Larnelle Harris:

Allí se encuentra el costo
Y como un velo que ha sido quitado, ahora veo
Una visión de lo que el Padre tiene para mí
Porque más allá del esplendor
Descansa la visión de la Cruz
Y el Padre me dice a mí

Allí se encuentra el costo.

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