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lunes, 17 de septiembre de 2012

HEREDAR LA GRACIA: La vida cristiana no es solo una vida de sufrimiento (E.V. Génesis, Witness Lee)



ESTUDIO-VIDA DE GÉNESIS

MENSAJE SESENTA Y TRES

HEREDAR LA GRACIA

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El Nuevo Testamento afirma en cuanto a la experiencia de vida, que Abraham, Isaac y Jacob no deben ser considerados tres individuos separados, sino aspectos de la experiencia de vida de una persona completa. Abraham representa el aspecto del llamamiento, de vivir por la fe en Dios y en comunión con El. Isaac representa el aspecto de heredar la gracia y disfrutar la herencia de la gracia. Jacob representa el aspecto de ser elegido, de ser disciplinado por el Señor, y de ser transformado en príncipe de Dios. En la experiencia de vida, vemos el aspecto del deleite, la gracia. La mayoría de nosotros ha oído mensajes en los que se nos dice que la vida cristiana debe ser una vida de sufrimiento, de llevar la cruz y de gemir en oraciones. ¿No ha oído usted mensajes en los cuales se dice que éste no es el tiempo de disfrutar, sino de sufrir y de llevar la cruz, y que nuestro deleite empezará cuando vuelva el Señor? No digo que eso sea erróneo, pero sí afirmo que es sólo un aspecto de la vida cristiana. Existe otro aspecto: el aspecto del deleite.

En el sentido bíblico y en nuestra experiencia, la gracia significa disfrute. La gracia es el disfrute que tenemos en la vida cristiana. Nuestra vida cristiana presenta tres aspectos: el aspecto de Abraham, el de Isaac y el de Jacob. En el aspecto de Abraham, no tenemos mucho disfrute. Abraham fue bendecido y engrandecido, pero no tuvo mucho disfrute. El perdió a su padre, y Lot se le convirtió en un problema. Eliezer, en quién confiaba, fue rechazado, e Ismael, el hijo que engendró con su concubina por su propio esfuerzo, fue echado. Después de que nació de Isaac, Dios le exigió a Abraham que lo ofreciera como holocausto. Poco después de recuperar a Isaac, Abraham perdió a su querida esposa. En toda su vida, podemos ver el aspecto del despojo. La Biblia no muestra que Abraham haya sufrido mucho, pero lo perdió casi todo. ¿Es eso la totalidad de la vida cristiana? Si tal es el caso, entonces la vida cristiana es solamente una vida de pérdidas. Las pérdidas constituyen un aspecto de la vida cristiana. Romanos 5:2 no dice: “Tenemos acceso a esta pérdida en la cual estamos firmes”. Lo que dice es: “Hemos obtenido acceso por la fe a esta gracia en la cual estamos firmes”. Dios no tiene ninguna intención de mantenernos en la pérdida. Su intención es introducirnos en la gracia, en el disfrute.

Dios desea conducirnos a disfrutar la gracia, pero algo estorba esta gracia: el yo. Nosotros mismos constituimos el obstáculo. Cristo vino, y con El la gracia, y nosotros hemos sido introducidos en la gracia en la cual estamos firmes; no obstante, usted y yo constituimos el estorbo más grande para esta gracia. Por lo tanto, antes de que podamos tener la experiencia de Isaac, necesitamos a Abraham, quien representa el primer aspecto de la experiencia de vida. La vida de Abraham revela que si deseamos disfrutar de la gracia de Dios y deleitarnos plenamente en las riquezas de Dios, debemos ser quebrantados, circuncidados y aniquilados. Si Abraham no hubiera sido circuncidado, Isaac jamás habría nacido. Isaac nació después de que Abraham fue circuncidado. Después de la circuncisión de Abraham en Génesis 17, Dios le dijo que Isaac nacería (17:19). Finalmente, en el capítulo veintiuno, nació Isaac. Este vino con la visitación de Dios; nació por la visitación de Dios, la cual corresponde al nacimiento de Isaac. Dios visitó a Sara, y esa visita se convirtió en el nacimiento de Isaac. Esta es la gracia.

Dios vino para ser disfrutado por los que El llamó. Sin embargo, si queremos tener ese disfrute, el yo debe desaparecer. Cuando el yo desaparece, viene Isaac. Eso significa que viene la gracia. No es fácil perder el yo. Nosotros debemos ser despojados para que el yo desaparezca. ¿Está usted dispuesto a perder su yo? No creo que nadie esté dispuesto a perder su ego. No obstante, debemos perdernos a nosotros mismos antes de que pueda venir la gracia. Perder el yo significa estar dispuesto a quedar mal. Cuando guardamos las apariencias, perdemos la gracia. Si queremos recibir gracia, debemos estar dispuestos a quedar mal. Hermanos, frente a su esposa en su vida diaria, deben estar preparados para perder. Si ustedes hacen eso, la gracia vendrá. Después de la circuncisión de Abraham, vino Isaac. Este es el principio. Nuestro ego debe irse, y la gracia vendrá. Primero debemos ser Abraham, y luego convertirnos en Isaac.

No le resultó fácil a Abraham perder su yo. En realidad, Dios le obligó a perderse a sí mismo. Cuando Dios llamó a Abraham, no dijo: “Abraham, debes perderte a ti mismo y entonces Yo vendré para ser tu gracia y tu deleite”. No, cuando Dios le llamó, El prometió bendecirle. La bendición del Antiguo Testamento corresponde en cierto modo a la gracia del Nuevo Testamento. ¿Cuál es la diferencia entre la bendición y la gracia? Aquello que Dios nos da gratuitamente es una bendición. Pero cuando esta bendición es forjada en nuestro ser, ella se convierte en gracia. Dios prometió a Abraham que le bendeciría. Cuando la bendición fue forjada en Abraham, ésta se convirtió en gracia. El ego de Abraham y su hombre natural constituyeron el mayor estorbo para la bendición de Dios y obligó a Dios a despojarle.

Sucede lo mismo en nuestra experiencia. Todos fuimos llamados, y Dios nos bendijo en Cristo (Ef. 1:3). No obstante, después de ser llamados, seguimos enfrascados en nosotros mismos, y tratamos de recibir la bendición de Dios por nuestro propio esfuerzo. Cuando yo era joven, me di cuenta de que mi carne no era buena. Cuando me dijeron que la carne fue clavada en la cruz, me alegré mucho. Entonces empecé a tratar de poner la carne en la cruz por mi propio esfuerzo. No obstante, al hacerlo por mi propio esfuerzo, entorpecí la gracia de Dios. La crucifixión de la carne ya se había realizado; no necesitaba valerme de mis esfuerzos. No obstante, yo, mi ego, estaba intentando poner mi carne en la cruz. Este yo era el mayor obstáculo para la gracia de Dios. Me separaba de la gracia. Si examinamos nuestra experiencia pasada, veremos que después de oír las buenas nuevas, a menudo procurábamos obtener por nuestra cuenta las cosas que oíamos en las buenas nuevas. Nuestros propios esfuerzos han sido un estorbo para la gracia de Dios. Por esta razón, Dios se ve obligado a quebrantarnos.
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El asunto de la gracia ha sido escondido, oculto y velado en el transcurso de los años. ¿Qué es la gracia? La gracia es algo de Dios forjado en nuestro ser, que obra en nosotros y por nosotros. No es nada exterior. La gracia es Dios en Cristo, forjado en nuestro ser para vivir, obrar y actuar por nosotros. Leamos lo que dice Pablo en 1 Corintios 15:10: “Por la gracia de Dios soy lo que soy; y Su gracia para conmigo no ha sido en vano, antes he trabajado mucho más que todos ellos; pero no yo sino la gracia de Dios conmigo. Este es un pensamiento muy profundo. Pablo no dijo: “Por la gracia de Dios tengo lo que tengo. Tengo un buen automóvil, un buen trabajo y una buena esposa por la gracia de Dios”. Ni siquiera dijo: “Por la gracia de Dios hago lo que hago”. No se trata de actuar, de tener ni de laborar, sino de ser. Por lo tanto, Pablo dice: “Por la gracia de Dios soy lo que soy”. Eso significa que la gracia misma de Dios había sido forjada en su ser, y había hecho de él esa clase de persona. En Gálatas 2:20 Pablo dice: “Ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí”. Si unimos este versículo con 1 Corintios 15:10, vemos que la gracia no es más que Cristo vivo en nosotros. Ya no soy yo, sino la gracia de Dios, no yo, sino Cristo. La gracia no está fuera de nosotros ni a nuestro lado. Es una persona divina, Dios mismo en Cristo, forjado en nosotros para ser el constituyente de nuestro ser. Por la falta de revelación, los cristianos no han entendido correctamente la gracia y la han interpretado de manera errónea, pensando que es algo que está fuera de ellos. Pero la gracia no es más que el Dios Triuno forjado en nosotros para constituir nuestro ser y para vivir, obrar y actuar en nosotros a fin de que así podamos decir: “Soy lo que soy por la gracia de Dios. Y no yo, sino la gracia de Dios”.

A todos nosotros se nos ha enseñado a tener un buen comportamiento y a amarnos unos a otros. Como resultado, tratamos de comportarnos correctamente y de amar a los demás. No obstante, no importa si amamos a otros o no, pues Dios jamás aceptará nuestro amor. Abraham logró engendrar a Ismael, pero Dios lo rechazó. Dios parecía decir: “No, Abraham, eso no es lo que Yo quiero. Deseo algo que sea forjado en ti y expresado por medio de ti. Has producido a Ismael sin Mi visitación. Yo estaba en los cielos y tú en la tierra engendrando a Ismael. Puesto que él no tiene nada que ver conmigo ni con Mi visitación, jamás lo reconoceré. Un día visitaré a Sara, y Mi visitación producirá a Isaac; sólo le reconoceré a él”. Si amamos a los demás con nuestro propio esfuerzo, Dios jamás reconocerá este amor, pues no procede de Su visitación. Dios desea visitarnos, entrar en nosotros, vivir por nosotros e inclusive amar a los demás por nosotros. El sólo reconocerá esta clase de amor. El amor de usted es un Ismael; pero el amor por la visitación de Dios es un Isaac. El hecho de que usted sea humilde u orgulloso, perverso o justo no tiene ningún valor. Dios no reconoce nada que proceda de usted fuera de la visitación de El. Lo que no procede de la gracia no es reconocido ni estimado por Dios. Todos debemos decir: “Oh Señor, no haré nada sin Tu visitación. Señor, si Tú no me visitas ni haces nada por medio de mí, yo no haré nada. Ni aborreceré ni amaré. No seré orgulloso ni humilde. Quiero estar en blanco. Señor, sin Tu visitación no soy nada”. La visitación de Dios es la gracia práctica. Cuando amo a los demás y soy humilde por la visitación de Dios, y no por mi propio esfuerzo, estoy en el disfrute de la gracia.

Como ya vimos, Dios desea forjarse en un hombre corporativo para tener una expresión corporativa. Este es el concepto fundamental de la revelación divina de la Biblia. Este es el propósito eterno de Dios. Dios llamó a Abraham con el propósito de forjarse en él, pero Abraham tenía un fuerte yo. Este ego natural constituyó el mayor obstáculo para el propósito de Dios. Sucede lo mismo con nosotros hoy en día. El propósito de Dios consiste en forjarse en nosotros para ser nuestra vida y nuestro vivir, pero nuestro ego natural sigue siendo un estorbo. Por lo tanto, Dios debe quebrantarnos y cortarnos para poder entrar en nosotros y ser el todo para nosotros. Dios no necesita que amemos a los demás ni que seamos humildes para que la sociedad mejore. Si Dios deseara una sociedad mejor, sólo tendría que decir: “Mejor sociedad”, y ésta se producirá. El llama las cosas que no son como si fuesen (Ro. 4:17) y no necesita nuestra ayuda. Dios desea forjarse en nosotros para ser nuestra humildad y nuestro todo. El desea que digamos: “Señor, no soy nada y no haré nada. Sólo me abro a Ti para que entres y hagas Tu hogar en mí, vivas en mí y hagas todo por mí. Señor, vive en mí, y yo disfrutaré Tu vivir. Cada vez que obres en mí, yo diré: ‘Alabado seas Señor. ¡Esto es maravilloso!’ Yo no soy el que actúa, sino el que disfruta, el que aprecia todo lo que haces por mí’ ”.

Hoy en día, Dios desea quebrantar a Abraham para que surja Isaac. El desea romper nuestro ser natural a fin de que podamos experimentarlo plenamente en Cristo, quién se forja en nosotros para ser nuestro deleite.

He experimentado la vida matrimonial por casi cincuenta años; he experimentado mucho disfrute y mucho sufrimiento. Antes de casarme, amaba sinceramente al Señor, y le decía frecuentemente cuánto le amaba. Después de casarme, acudía al Señor y le decía, como expresión de lealtad: “Señor, por el amor que te tengo, quiero ser el mejor marido”. A la larga, fracasé. Acudí al Señor y confesé todos mis fracasos. Después de experimentar la unción, fui consolado e intenté nuevamente ser el mejor marido. Pero volví a fracasar, y esa experiencia de altibajos se repitió continuamente. Más adelante, hasta di un mensaje en el cual dije: “La vida cristiana tiene muchas noches y días. No se desaliente jamás por causa de sus fracasos. Sólo espere algunas horas y la mañana vendrá”. Durante muchos años, pasé días y noches, noches y días. Un día recibí la revelación y dije: “Necio, ¿quién te pidió hacer eso? Cristo está aquí esperando ser tu gracia. Tú debes decir: ‘Señor no soy nada ni puedo hacer nada, y aun si pudiera hacer algo, Tú no lo aceptarías. Ven Señor, y haz Tu obra y sé el mejor marido en mi lugar. Esto te corresponde a Ti, no a mí. Tú me exiges, te devuelvo lo que me pides y te pido que Tú lo cumplas. Señor sé el mejor marido, y yo te alabaré por eso’ ”. Cada vez que oré de esta manera, el Señor siempre hizo lo mejor. Esta es la gracia.
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1) Nace por gracia

Después de que la fuerza natural de Abraham y sus propios esfuerzos fueron eliminados por Dios, nació Isaac (17:15-19; 18:10-4; 21:1-7). Esto implica que Isaac nació por la gracia, la cual es representada por Sara (Gá. 4:24-28, 31). El relato de Génesis afirma que eso sucedió en “el tiempo de la vida” (18:10, 14). Cuando cesa el esfuerzo de la vida natural, llega el tiempo de la Vida. En el tiempo de la vida nace algo en gracia. La gracia está relacionada con la vida, y la vida acompaña a la gracia. Por lo tanto, la gracia es llamada “la gracia de la vida” (1 P. 3:7).

2) Criado en gracia

Isaac fue criado en gracia (21:8). En su historia vemos que él no hizo nada. El nació y fue criado. No digo que creció, sino que fue criado. Así como un campesino cultiva manzanas en su huerto, Dios cultivó a Isaac como un árbol en Su huerto. Isaac fue criado por Dios en gracia.

En 2 Pedro 3:18 se nos habla de crecer en la gracia. Esto indica que crecer significa alimentarse y recibir el riego como lo revela Pedro en 1 Pedro 2:2, y Pablo en 1 Corintios 3:2 y 6. Crecer en la gracia significa crecer en el disfrute de todo lo que Cristo es para nosotros como nuestra comida espiritual y nuestra agua de vida. Todas las riquezas de lo que Cristo es para nosotros son necesarias para nuestro crecimiento en vida. Cuanto más disfrutamos las riquezas de Cristo (Ef. 3:8), más crecemos en vida (Ef. 4:15).

3) Es heredero en la gracia

Isaac también llegó a ser heredero en la gracia (21:9-12). Todo lo que su padre tenía le fue dado a él, pues Abraham dio todas sus riquezas a este único heredero. Del mismo modo, no debemos hallar ningún disfrute en nosotros mismos. La herencia sólo debemos disfrutarla en la gracia.

4) Obedece en gracia

Isaac también obedeció en gracia (22:5-10). Al leer Génesis 22 anteriormente, no podía entender cómo Isaac, un joven, podía haber sido tan obediente. Finalmente, descubrí que él era obediente porque estaba saturado de la gracia. El estaba totalmente sumergido en la gracia, y obedecía en gracia. Esta obediencia trajo la provisión de Dios. Ocurre lo mismo en nuestro caso en la actualidad. Cuando obedecemos en gracia, recibimos la provisión de Dios.

La gracia de Dios es poderosa, pues nos permite sobrellevarlo todo. Pablo le dijo a Timoteo que se fortaleciera en la gracia que es en Cristo Jesús (2 Ti .2:1). La gracia puede inclusive reinar sobre todas las cosas (Ro. 5:21). No debemos caer de la gracia (Gá. 5:4), sino ser confirmados por ella (He. 13:9). Cuanto más sobrellevamos en la gracia, mayor provisión de gracia recibimos.

5) Lo hereda todo del padre

Isaac heredó todas las cosas de su padre (24:36; 25:5). Llegó a ser el heredero de las riquezas del padre por la gracia y no por su esfuerzo ... Dios nos llamó y nos bendijo con todas las bendiciones espirituales en Cristo (Ef. 1:3). En Cristo nos puso en la gracia para que seamos herederos de la gracia, y heredemos todas las riquezas de la plenitud divina como nuestro disfrute. Nuestra vida cristiana debe ser como la de Isaac, quien no hizo nada por su cuenta, sino que heredó y disfrutó todo lo que tenía su padre. Al heredar la gracia, debemos dejar de usar los esfuerzos de nuestra vida natural y mantenernos abiertos y disponibles para disfrutar de la gracia.

6) Hereda la promesa dada a su padre

... Abraham recibió esta promesa, e Isaac la heredó. Pero nosotros hoy tenemos el cumplimiento. Ahora disfrutamos al Dios Triuno como nuestra gracia. Al disfrutar de la gracia, el Reino de Dios se manifestará, y Dios en Cristo será plenamente expresado por la eternidad.

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