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jueves, 13 de septiembre de 2012

EL LUGAR SANTÍSIMO, para la Compañía de los hijos de Sadoc (Más Allá de Pentecostés, por Clay Sonmore)


En la cueva de Adulam, David representa al pueblo que hoy está suspirando por la bebida espiritualAunque él se encontraba interceptado y cercado por los que impedían el paso por el camino que llevaba al pozo - al pozo de Belén -, sin embargo, tres hombres esforzados se arriesgaron a todo, incluso a perder sus vidas, para conseguir esa agua para David. ¡Qué gloriosa simbología! ...
Esos tres hombres esforzados representan a los «hijos» que Dios está llevando hoy a la madurez. Estos son aquellos que se están levantando con gran unción y con gran fe, y que se están abriendo paso valientemente por entre las filas del enemigo, arriesgándolo todo - sin miedo - con el fin de traer la bebida espiritual para los que tienen sed...



Capítulo Once

EL LUGAR SANTÍSIMO

Permítasenos examinar la puerta del lugar que Ezequiel describe tan bellamente en el capítulo 44. A diferencia de los demás profetas del exilio, cuyos ministerios fueron especialmente para Judá o para el reino de las diez tribus de Israel, Ezequiel es la voz del SEÑOR para toda la casa de Israel.

Hablando de una manera general, el propósito del ministerio de Ezequiel en Babilonia fue el de poner de presente, ante la genera­ción nacida en el exilio, no solamente los pecados de la nación, que habían hecho caer tan bajo a Israel, sino también sostener la fe de los exiliados mediante la predicación de la restauración nacional. Ciertamente, cualquier exégeta de la Biblia reconocería que Eze­quiel no fue solamente para nosotros el narrador de un libro histórico de algo que ocurrió hace 2.500 años. Este libro nos muestra un cuadro tremendo de la Iglesia de hoy día, y de la obra de Dios del fin de los tiempos para Su «hijo varón» del Apocalipsis. Este “hijo varón” ha llegado a conocer a Dios (1) como Jesús (el, Salvador); (2) como el Cristo (que unge con el Espíritu Santo), y (3) como único Señor. Esta “compañía del hijo varón” no está satisfecha por estar en el atrio con solo la congregación, sino que está decidida a ser uno de los pocos sacerdotes levitas de Dios al que le sea permitido entrar en el Lugar Santo. Además El hijo varón representa un pueblo que no estará satisfecho sola­mente con las Fiestas de la Pascua y de Pentecostés, sino que su espíritu interior clamará también por participar en la Fiesta de los Tabernáculos. Este pueblo no estará satisfecho sólo con la expe­riencia del atrio exterior ni con la del atrio intermedio, sino que ellos se empecinarán hasta que hayan pasado del todo por el Lugar Santo y entren en el Lugar Santísimo. Ellos no permanecerán como los «niños,» poniendo su énfasis en lo que pueden recibir. Tampoco podrán estar satisfechos por permanecer como los «jóvenes,» con el simple deseo de saberlo que pueden hacer. Este es un pueblo que se moverá en la Paternidad, ocupado y preocupado las 24 horas del día en ser lo que Dios quiere que ellos sean.

Por medio de la revelación, Juan vio a este pueblo, y dijo: «Conozco tus obras: He aquí, he dejado la puerta abierta delante de ti, y ninguno la puede cerrar; porque tienes algo de potencia, y has guardado mi Palabra, y no has negado mi Nombre.... Porque has guardado la Palabra de mi paciencia, yo te guardaré de la hora de la tentación, que ha de venir en todo el universo mundo, para probar a los que moran en la tierra.» «He aquí, que yo vengo presto; retén lo que tienes, para que ninguno tome tu corona. Al que venciere, yo lo haré columna en el templo de mi Dios, y nunca más saldrá fuera; y escribiré sobre él el Nombre de mi Dios, y el nombre de la Ciudad de mi Dios, que es la nueva Jerusalén, la cual ha descendido del cielo con mi Dios, y mi Nombre nuevo. El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.»

En el capítulo 44, Ezequiel habla sobre aquellos a los que se les permitirá entrar al Lugar Santísimo en «el tiempo señalado,» «al final de los tiempos.» A éstos se les permitirá ministrar no solamente para la casa y para el pueblo, sino también son aquellos que «estarán calificados para ministrar ante El, y para estar delante de El y ofrecerle la grosura y la sangre.»

En Ezequiel 44:4-16, leemos:

4. Y me llevó hacia la puerta del norte por delante de la casa; y miré, y he aquí la gloria de Jehová había llenado la casa de Jehová; y me postré sobre mi rostro.
5. Y me dijo Jehová: Hijo de hombre, pon atención, y mira con tus ojos, y oye con tus oídos todo lo que yo hablo contigo sobre todas las ordenanzas de la casa de Jehová, y todas sus leyes; y pon atención a las entradas de la casa, y a todas las salidas del santuario.
6. Y dirás a los rebeldes, a la casa de Israel: Así ha dicho Jehová el Señor: Basta ya de todas vuestras abominaciones, oh casa de Israel;
7. de traer extranjeros, incircuncisos de corazón e incircuncisos de carne, para estar en mi santuario y para contaminar mí casa; de ofrecer mi pan, la grosura y la sangre, y de invalidar mi pacto con todas vuestras abominaciones.
8. Pues no habéis guardado lo establecido acerca de mis cosas santas, sino que habéis puesto extranjeros como guardas de las ordenanzas en mi santuario.
9. Así ha dicho Jehová el Señor: Ningún hijo de extranjero, incircunciso de corazón e incircunciso de carne, entrará en mi santuario, de todos los hijos de extranjeros que están entre los hijos de Israel.
10. Y los levitas que se apartaron de mí cuando Israel se alejó de mí, yéndose tras sus ídolos, llevarán su iniquidad.
11. Y servirán en mi santuario como porteros a las puertas de la casa y sirvientes en la casa; ellos matarán el holocausto y la víctima para el pueblo, y estarán ante él para servirle.
12. Por cuanto les sirvieron delante de sus ídolos, y fueron a la casa de Israel por tropezadero de maldad; por tanto, he alzado mi mano y jurado, dice Jehová el Señor, que ellos llevarán su iniquidad.
13. No se acercarán a mí para servirme como sacerdotes, ni se acercarán a ninguna de mis cosas santas, a mis cosas santísimas, sino que llevarán su vergüenza y las abominaciones que hicieron.
14. Les pondré, pues, por guardas encargados de la custodia de la casa, para todo el servicio de ella, y para todo lo que en ella haya de hacerse.
15. Mas los sacerdotes levitas hijos de Sadoc, que guardaron el ordenamiento del santuario cuando los hijos de Israel se apartaron de mí, ellos se acercarán para ministrar ante mí, y delante de mí estarán para ofrecerme la grosura y la sangre, dice Jehová el Señor.
16. Ellos entrarán en mi santuario, y se acercarán a mi mesa para servirme, y guardarán mis ordenanzas.


Qué triste es ver, en el sistema de la iglesia babilónica de hoy, que una gran parte de los sacerdotes, de los ungidos, se han desviado en pos de otros ídolos, [ahora nosotros, los bautizados (ungidos) por el Espíritu, somos los sacerdotes] y han permitido mucha inmundicia en medio de nosotros y en nuestro culto.

Aunque Dios les permitiera ministrar en ese día a la casa y para el pueblo a los que están en el atrio intermedio, y se los esté permitiendo hoy, debe hacérseles saber que, porque ministraron delante de sus ídolos, esto hizo que la casa de Israel cayera en la iniquidad, y que la mano de Dios se alzará contra ellos. Por causa de los que aprobaron tal compromiso, no les será permitido en ese día oficiar como sacerdotes en el Lugar Santísimo, en el Santo de los Santos. Sin embargo, alabado sea Dios por el reino de sacerdotes que son de los hijos de Sadoc, que han decidido de nuevo en el día de hoy no seguir el mal camino, sino que han seguido en pos de Él, y le han ministrado a El en el Lugar Santísimo. Ellos han afirmado «su vocación y elección.» Ellos, y sólo ellos, «entrarán en el santuario y se acercarán a Su mesa para ministrarle a El.»

En la cueva de Adulam, David representa al pueblo que hoy está suspirando por la bebida espiritual. Aunque él se encontraba interceptado y cercado por los que impedían el paso por el camino que llevaba al pozo - al pozo de Belén -, sin embargo, tres hombres esforzados se arriesgaron a todo, incluso a perder sus vidas, para conseguir esa agua para David. ¡Qué gloriosa simbología! El pozo de agua pura de Belén representa ese «río resplandeciente como cristal» (Apocalipsis 22:1), que un día, casi 1.000 años después del profético deseo de David, fluiría del costado abierto del Galileo, del único que nos llamaría «amigos.»

Esos tres hombres esforzados representan a los «hijos» que Dios está llevando hoy a la madurez. Estos son aquellos que se están levantando con gran unción y con gran fe, y que se están abriendo paso valientemente por entre las filas del enemigo, arriesgándolo todo - sin miedo - con el fin de traer la bebida espiritual para los que tienen sed. ¡Cómo se regocija mi corazón por aquellos que no tuvieron miedo, que estuvieron dispuestos a correr el riesgo; por aquellos que, de algún modo, como Jesús que «no ganó renombre,» no les importó lo que alguien pensara o dijera! Ellos se dieron cuenta de que había algo, más valioso que el oro, que manaba de ese pozo de Belén. Ellos pudieron ver, por el Espíritu, que había un río de vida que manaba del costado abierto del Crucificado que iba a nacer en Belén.

Aquí había algo para ver, para participar en ello, algo que no iba a estar disponible para el ojo o para el gusto del observador casual. Esto daba Nueva Vida, aun más abundante. Esto era algo que no sólo daba la sanidad Divina, sino que daba también la salud Divina. Estoy feliz de que ellos pudieran ver a Aquel que fue, que es y que será por todas las incontables edades de la eternidad; a Aquel a quien vio Moisés en la zarza que ardía, el día en que él también respondió: «¡Heme aquí!»

Qué maravilloso sería que hubiera de aquellos que hoy día están dispuestos a ocultarse en la caverna, los que están dispuestos a separarse de Saúl y de todas las deficiencias de éste, los que están dispuestos a continuar en medio de la persecución y del mal entendimiento. Hermano mío, hermana mía: «No tenemos lucha contra sangre o carne; sino contra principados, contra potestades.» Toda la creación está gimiendo con dolores de parto: el ateo, el proxeneta, el borracho, el drogadicto, todos están «gimiendo con dolores de parto.»

También la Iglesia: los pentecostales, los evangélicos, los liberales, los católicos, están «gimiendo con dolores de parto,» esperando la manifestación de los hijos de Dios; esperando, de­seando y anhelando vehementemente que aquellos gigantes se abran paso por entre las líneas enemigas, arriesgándolo todo, con el fin de poder traer algo más, algo mejor, algo más alto, algo que está Más Allá del Pentecostés, para un pueblo que está sediento, hambriento, desnutrido. ¿Estarían ustedes dispuestos a pagar el precio para ser uno de aquellos que, en los últimos días, estarán simbolizados por los tres valientes de David?

El mensaje de la condición filial, y el apremio por entrar al «Lugar Santísimo,» es un camino solitario de la obediencia que acarreará para muchos la separación. Estos hijos deben ser llevados de gloria en gloria, hasta cuando ellos hayan tenido la comprensión. Así como la cabeza es pequeña en comparación con todo el cuerpo humano, así también la Compañía del Hijo será pequeña en comparación con todo el cuerpo de Cristo. Pero será un grupo que estará dispuesto a pagar el precio de la crucifixión de la carne, con el fin de entrar en la «cabeza» que es El, «cada uno en su debido orden».

Lo que Dios está haciendo ahora es una obra de «primicias,» una obra preparatoria para la gran promesa dispensacional de que, en la plenitud de los tiempos, ella será consumada con Su «entrada repentina de Él, en Su Templo.» Este será el hecho culminante para el tiempo de la humanidad. Dios entrará en Sus hijos y los llevará a «Su gloria.»

En la adoración en el templo había una progresiva aproximación a Dios: (1) el Atrio Exterior; (2) el Lugar Santo, y (3) el Lugar Santísimo. El primer atrio representa el lugar del sacrificio. El segundo atrio es el lugar de las ordenanzas y de las ceremonias, donde ministraban los sacerdotes. El tercero, es el lugar de Su Presencia, en el cual sólo entraba el sumo sacerdote. Por medio de la condición filial, Dios está llevando a Sus escogidos al ministerio del Sumo Sacerdocio del cual Jesús fue el precursor. Él fue y es «el primogénito entre muchos hijos» llevados a la gloria.

Dios está llevando un pueblo más allá del velo de la «carne.» El  sacrificio era necesario, y las ordenanzas cumplieron un propósito. Pero ahora, Él está llevando a Sus escogidos - porque muchos son los llamados y pocos los escogidos - para que lleguen a un franco y completo cara a cara con el velo (con la carne). Cuando Cristo, el Señor, entre en nosotros, del mismo modo en que Él entró en el cuerpo de Jesús - el Hijo del Hombre -, Su ministerio de Sumo Sacerdote se identificará con nosotros, y nosotros con Él, y el velo de nuestra carne se romperá de arriba abajo para que podamos entrar. Muchos se detienen en el altar, y siempre están haciendo sacrificios. Otros se contentan con el lugar de los mandamientos y de las ordenanzas, y con lo que sigue a esto. Pero habrá una “compañía del sumo sacerdocio” que entrará más allá, ¿quiere usted ser parte de ella?

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