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martes, 21 de agosto de 2012

DESCANSAR Y DISFRUTAR, NUESTRO DESTINO (E.V.Génesis, Witness Lee)




El disfrute es nuestro destino, pero podemos tenerlo 
en un terreno inadecuado, 
en el pozo del Viviente-que-me-ve 
y no en Beerseba.

ESTUDIO-VIDA DE GÉNESIS

MENSAJE SESENTA Y CUATRO

DESCANSAR Y DISFRUTAR




...

b. Descansar y disfrutar

En el mensaje anterior, vimos que Isaac heredó la gracia. En lo relacionado con él todo era cuestión de gracia. El nació en la gracia, fue criado en ella y fue hecho heredero de la misma. En este mensaje, veremos que en Isaac también está el asunto del disfrute. Su vida fue una vida de descanso y de deleite. El relato de la vida de Isaac no indica que él haya sufrido mucho. Por el contrario, revela que él descansaba siempre. Esto se demuestra por su meditación en el campo (24:63). ¿Pudo Isaac haber meditado si no hubiera estado en paz y descansando? No. Para meditar, debemos estar en paz. Cuando tenemos problemas, somos incapaces de descansar. Isaac siempre descansa. En Génesis 24 él había perdido a su madre, no tenía esposa y su siervo se había alejado de él. Aún así, no estaba perturbado. El fue al campo para meditar, y no para clamar al Señor. El no dijo: “Oh Señor, ¿que debo hacer? he perdido a mi madre, no tengo esposa y mi siervo se ha ido. Señor, ¡ten misericordia de mí!”.  Isaac no clamó así, sino que meditó.

No hallamos la palabra descanso en el relato de la vida de Isaac, pero el hecho está ahí. Isaac era una persona muy tranquila. A pesar de los problemas que enfrentó con relación a los filisteos por los pozos, él siempre estuvo en paz. A pesar de afrontar problemas, él mismo no era perturbado. Mientras los filisteos contendían por los pozos, él se mantuvo en paz. Isaac parecía decir: “Si ustedes no me quieren aquí en este pozo, entonces me iré a otra parte. Cuando ustedes vengan a molestarme allí, me iré a otro lugar”. Con eso vemos que Isaac era verdaderamente una persona sosegada. ¿Está usted siempre tranquilo? Examine su experiencia en las últimas veinticuatro horas. ¿Hay algo que lo ha molestado y que le ha sacado de su descanso? Casi todos reconoceremos que hemos sido turbados. Esto demuestra que a pesar de ser Isaac, no siempre descansamos. Hace poco estaba laborando arduamente en el libro de Apocalipsis. Sin embargo, puedo alabar al Señor, porque mientras laboraba estuve muy tranquilo y pude decir: “No tengo nada y no puedo hacer nada. No tengo que hacer nada, porque el Señor lo está haciendo todo”. Todos debemos ser personas sosegadas.

Isaac no sólo descansa, sino que también disfruta. Toda su vida fue una vida de disfrute. Cuando llegó a una edad avanzada, todavía tenía apetito para comer “carne bien guisada”, y le pidió a Esaú que preparara el guisado que le gustaba (27:1-4). Cuando Rebeca oyó esto, llamó a Jacob para que trajera dos cabritos de las cabras a fin de prepararle a Isaac el plato que le gustaba (27:5-10). Después de que tanto Jacob como Esaú regresaron con el guiso para su padre, Isaac obtuvo una doble porción. Esaú, Rebeca y Jacob estaban ocupados, pero Isaac sólo se sentó allí a disfrutar el guiso de carne. Así vemos que Isaac era una persona que disfrutaba, y siempre se deleitaba en la provisión de gracia. Este disfrute fue su destino.

El disfrute también es nuestro destino. Jóvenes, no se preocupen por conseguir esposa. Si ustedes se mantienen tranquilos y siguen disfrutando, la mejor esposa vendrá hacia ustedes. En nuestra vida cristiana existe el aspecto del disfrute. He estado luchando desde la edad de doce años. Ahora, después de casi sesenta años, puedo testificar que a menudo mi esfuerzo ha impedido que el disfrute venga. Si no hubiera luchado, el disfrute habría llegado mucho antes y de una manera más rica. ¿Por qué estorba la lucha el disfrute? Porque el disfrute es nuestro destino. Todos fuimos predestinados para ello.

Jóvenes, olvídense de sus conflictos. Vayan simplemente a casa, oren, alaben y duerman. A la siguiente mañana, levántense, tengan un buen avivamiento matutino, y coman un buen desayuno. No se preocupen por buscar esposa; Rebeca vendrá a ustedes. Este es el disfrute que constituye nuestro destino. ¿Acaso no somos hijos de Dios? ¿Cómo pueden los hijos de Dios ser personas miserables? Debemos declarar: “Alabado el Señor porque soy hijo de Dios. El Dios todopoderoso que todo lo provee es mi Padre”. La palabra Padre denota una rica provisión. Mientras tengamos un padre rico, tendremos la provisión y no tendremos que preocuparnos. Simplemente debemos disfrutar esta provisión abundante. Este es nuestro destino.

1) Vivió en el pozo del Viviente-que-me-ve

El disfrute es nuestro destino, pero todavía debemos ocuparnos del lugar de disfrute. Consideremos los nombres de los lugares en los cuales Isaac tuvo disfrute: Primero, vemos “el pozo del Viviente-que-me-ve” o “del que se revela a sí mismo” (24:62; 25:11). En el pozo del Viviente-que-me-ve, Dios nos visita y se nos revela. Segundo, Isaac tuvo cierto disfrute en el pozo llamado Esek, que significa contienda. Esek era un lugar de contienda, de pelea, de lucha. El tercer lugar era Sitna (26:21), que significa enemistad, odio u oposición. El cuarto lugar fue llamado Rehobot. Rehobot tiene un significado positivo: “lugares amplios” o “caminos anchos”. El último lugar fue llamado Seba que significa juramento (26:22-33). Por lo tanto, Beerseba significa pozo del juramento. Isaac disfrutó de la gracia en cada uno de estos cinco lugares.

Antes de considerar el significado de estos lugares, debemos ver dónde fue criado Isaac. Fue criado en Beerseba junto al pozo y al árbol tamarisco. Antes de casarse, él salió de Beerseba y fue a la región del sur (24:62). Como ya vimos, en la Biblia ir hacia el sur significa descender. No creo que Abraham haya salido con Isaac de Beerseba ni de Hebrón. El se quedó o en Beerseba o en Hebrón. Isaac se marchó al sur después de la muerte de su madre y la partida de su siervo, y luego regresó. Una versión dice: “Venía Isaac del camino al pozo del Viviente-que-me-ve”. En hebreo, dice: “Venía del pozo del Viviente-que-me-ve”, lo cual significa que regresaba de allí. Al regresar de ese pozo, él obtuvo esposa. Si se hubiese quedado en el Viviente-que-me-ve y no hubiese regresado a Beerseba o a Hebrón, habría perdido la oportunidad de encontrarse con Rebeca. Cuando regresaba del Viviente-que-me-ve, vino Rebeca. El siervo de Abraham no sabía que Isaac había salido del lugar donde Abraham estaba. El hecho de que Isaac haya regresado de su camino descendente fue obra del Señor. El regresó porque su destino era disfrutar.

Todos nosotros hemos tenido experiencias similares. Después de ir hacia abajo, dijimos repentinamente: “Tengo que regresar”. El momento de nuestro regreso fue el momento exacto en que vino Rebeca. Lo he experimentado repetidas veces. Iba cuesta abajo y de repente me dije a mí mismo: “Tengo que regresar”. En cuanto regresé, vino el disfrute.

Cuando Isaac regresó, vino el disfrute. Al regresar a la posición apropiada, obtuvo una esposa. No obstante, después de su boda, él volvió a viajar al sur con su esposa. Génesis 25:11 afirma que después de la muerte de Abraham, Isaac moró cerca del pozo del Viviente-que-me-ve. Como resultado de su viaje hacia abajo, tuvo que enfrentarse con la enemistad de los filisteos.

Debemos ver un cuadro gráfico en el relato de Isaac. El no descendió a Egipto, sino al sur, a la tierra de los filisteos. El relato de Génesis enseña que el pueblo de Dios tiene dificultades cada vez que desciende al sur. Abraham tuvo problemas en Egipto y en la tierra de los filisteos. Su hijo Isaac también tuvo problemas cuando fue a la tierra de los filisteos, pues contendió con ellos y tuvo enemistad con ellos. El disfrutó los caminos espaciosos, la anchura, de Rehobot, pero allí no se le apareció el Señor. En el Viviente-que-me-ve, Esek, Sitna y Rehobot no se le apareció el Señor. El Señor no apareció a Isaac antes de que éste fuese a Beerseba. La misma noche en que Isaac subió de Rehobot a Beerseba, el Señor se le apareció (26:23-24).

Aquí vemos un punto crucial, un punto que muchos cristianos no entienden. Como cristianos, estamos destinados a disfrutar. Dondequiera que estemos y por muy acertados o equivocados que estemos, fuimos destinados a disfrutar. Aun cuando Isaac iba hacia abajo al Viviente-que-me-ve, seguía disfrutando de un pozo, el pozo del Viviente-que-me-ve, que se nos revela. Algunos dirán: “Esto es maravilloso. Mientras tengo al Viviente-que-me-ve, el cual se revela a mí, eso es suficiente”. Sin embargo, cuando leemos la Biblia, debemos conservar el principio de lo que se menciona por primera vez. El Viviente-que-me-ve se menciona por primera vez en 16:14 y fue el sitio donde Agar se asentó después de huir de Sara. Sara representa la gracia; por lo tanto, la huida de Agar significaba que ella había dejado la posición de la gracia. En el desierto, en un lugar de sufrimiento, Dios la visitó. Por lo tanto, el Viviente-que-me-ve fue un lugar donde quien había dejado la posición de la gracia todavía podía tener cierto disfrute de la visitación de Dios.

Es posible que anteriormente nos hayamos preguntado si nuestra posición estaba correcta, pues sentimos que nos habíamos apartado de la gracia. A pesar de tener estas dudas, conservábamos cierto disfrute y nos consolábamos, diciendo: “Si yo estuviese equivocado, no tendría este disfrute. No obstante, aquí tengo el pozo del Viviente que-me-ve, que me visita. Puesto que tengo este deleite, debo de estar en el lugar correcto”. Sin embargo, ése no es el caso. Por una parte, estamos destinados a disfrutar, y dondequiera que estemos tendremos alguna medida de deleite. Por otra parte, podemos tener este disfrute en la posición equivocada, y no en el lugar en donde Abraham plantó el árbol tamarisco, sino en el lugar a donde Agar escapó de la gracia. El Viviente-que-me-ve fue el lugar donde moró quien había huido de la gracia pero seguía disfrutando algo de la visitación de Dios. Casi todos nosotros hemos experimentado esto. Dudamos de nuestra posición, pero conservamos cierto disfrute y nos sentimos confirmados por ello. No tome este disfrute como una confirmación. El disfrute es nuestro destino, pero podemos tenerlo en un terreno inadecuado, en el pozo del Viviente-que-me-ve y no en Beerseba.

Un pozo denota disfrute y satisfacción. En el transcurso de la vida de Isaac, él jamás tuvo sed. Adondequiera que iba, no importa si era el lugar equivocado o el sitio correcto, había un pozo. Su vida se caracterizaba por los pozos. Algunos podrían discutir con nosotros, diciendo: “Usted dice que estoy equivocado en mi posición. ¿Entonces por qué tengo un pozo aquí?” El disfrute que tiene del pozo no justifica su posición, pues el disfrute es su destino de todos modos. Anteriormente muchos de nosotros teníamos el concepto religioso según el cual Dios nos abandonará y no tendremos más disfrute si nos equivocamos. Sin embargo, por muy equivocados que podamos estar, seguimos siendo hijos de nuestro Padre, y El jamás nos abandonará. Puedo ser el niño más travieso, pero todos los días sigo disfrutando de la provisión de mi Padre. Este disfrute es nuestro destino, nuestra porción.

Cuando algunos oyen que Isaac hallaba un pozo dondequiera que iba, pueden pensar que ellos pueden ir adonde les plazca, porque este disfrute también es su destino. No razone así. Usted puede tener un pozo para su disfrute, pero se perderá la aparición del Señor y no podrá cumplir el propósito eterno de Dios. Más adelante, veremos que el propósito de Dios jamás puede ser cumplido en el Viviente-que-me-ve ni en Esek ni en Sitna ni siquiera en Rehobot. Sólo se puede cumplir en Beerseba, y es allí donde debemos permanecer. Si lo hacemos, experimentaremos la aparición del Señor y tendremos la base apropiada para heredar las promesas a fin de cumplir el propósito eterno de Dios. Podemos tener pozos, inclusive “un pozo de aguas vivas” (26:19), en otros lugares, pero esos pozos no nos ayudan a cumplir el propósito eterno de Dios. Su propósito sólo puede cumplirse en el pozo que está cerca del árbol tamarisco de Beerseba.

Isaac experimentó cierto disfrute en todos los lugares en donde había un pozo, pero Dios no estaba satisfecho y usó las circunstancias para obligarlo a regresar a Beerseba. Dios parecía decir: “Isaac, estás establecido, pero no estás establecido en el lugar adecuado. Suscitaré una contienda que te obligue a regresar a Beerseba”. Isaac había descendido, pero Dios usó las circunstancias para forzarlo a subir del Viviente-que-me-ve a Beerseba. Puesto que Isaac no tenía deseos de regresar, Dios tuvo que forzarlo a regresar a Su lugar.

Algunos maestros cristianos han alentado a los creyentes a seguir el ejemplo de Isaac y a no contender con los demás. Según esta enseñanza, cuando cavamos un pozo y otros lo toman, debemos tolerarlo simplemente y entregárselo a ellos. Si vamos a otro lugar y excavamos otro pozo, y otros se apoderan de él, no debemos contender, sino ir a otro lugar. Al final llegaremos a un tercer lugar, un lugar de caminos anchos. No obstante, esta enseñanza no toma en cuenta el propósito de Dios que consistía en hacer volver a Isaac a Beerseba, el lugar donde Dios se le apareció. En Beerseba, después de la aparición de Dios, Isaac edificó un altar, invocó el nombre del Señor y erigió su tienda (26:24, 25). Isaac no construyó un altar en otro sitio. La aparición del Señor con Su promesa y el testimonio se encontraban en Beerseba. Este fue el lugar en el que Isaac recibió la promesa que cumpliría el propósito eterno de Dios. No la recibió en el Viviente-que-me-ve, que se revela; ni en Esek, el pozo de la contienda, ni en Sitna, el pozo de la enemistad, ni siquiera en Rehobot, el pozo de caminos anchos. Isaac disfrutaba en todas partes, pero la aparición del Señor (la cuál es diferente de una simple visita de Dios) sólo sucedió en Beerseba. El pudo heredar la promesa y llevar una vida que fuera un testimonio para que se cumpliera el propósito de Dios, solamente en Beerseba. Sólo allí, en el pozo del juramento, podemos tener la aparición del Señor, heredar la promesa, edificar un altar, invocar el nombre del Señor y plantar una tienda como testimonio. Allí y solamente allí podemos cumplir el propósito eterno de Dios.

El disfrute que podemos tener en cualquier parte, pues tal es nuestro destino, no constituye una confirmación ni una justificación de nuestra posición. Lo correcto de nuestra posición sólo se puede determinar por la aparición del Señor y no simplemente por el disfrute. En muchos lugares hemos disfrutado, pero cuando estuvimos allí, sentimos en lo profundo de nosotros que no teníamos la aparición del Señor. Además, en esos lugares no teníamos ni un altar ni una tienda, ni invocábamos el nombre del Señor desde lo profundo de nuestro espíritu. Podemos disfrutar en cualquier parte, pero sólo en Beerseba podemos cumplir el propósito de Dios.

2) Consiguió una esposa escogida

Vimos ya que Isaac disfrutó de todos los pozos. Adondequiera que iba hallaba un pozo que podía disfrutar. Esto revela que por muy correcta o equivocada que sea nuestra posición, existe un pozo para nuestra satisfacción. Aparte de disfrutar de los pozos, Isaac consiguió una esposa escogida (24:61-67). El la obtuvo sin hacer nada. Mientras meditaba en el campo, ella vino a él. Isaac no era un hacedor, sino uno que disfruta. Su padre y su siervo le consiguieron la esposa. Isaac ni siquiera fue a Rebeca, sino que Rebeca vino a él. En toda la historia, jamás he oído un caso semejante en el cual la novia haya venido al novio. Todos los hechos naturales cristianos no son más que una figura de alguien que suplanta, que se ase de calcañares. Nunca suplante ni coja el calcañar de los demás. Rebeca es su porción y ella vendrá. Antes de la fundación del mundo, Rebeca fue destinada a pertenecerle a usted. ¿Lo cree usted? ¿Se atreve a proclamarlo? Isaac recibió su Rebeca simplemente cuando meditaba en el campo, y no tuvo que hacer nada al respecto. Este es el disfrute.

3) Tuvo gemelos

Después de veinte años sin tener hijos, Isaac tuvo gemelos (25:20-21, 26b). ¿Acaso no dijo Dios en Su promesa, que Isaac, la simiente de Abraham, sería aquel en quien todas las familias de la Tierra serían benditas? Supongamos que Isaac jamás hubiese tenido hijos, ¿cómo podría, entonces, cumplirse esta promesa? Y si esta promesa no se cumplía ¿cómo podría cumplirse el propósito de Dios? Por lo tanto, no era solamente Isaac quien necesitaba un hijo; Dios también necesitaba una simiente de Isaac. Isaac no se dio cuenta de eso durante veinte años; por esta razón, Dios no hizo nada. Dios tenía una necesidad e intentaba hacer algo al respecto; pero necesitaba la cooperación humana. Durante veinte años, Isaac solamente estuvo disfrutando, sin preocuparse por la necesidad de tener un hijo. Después de veinte años, se dio cuenta de que tenía esta necesidad y de que su necesidad correspondía a la de Dios. Cuando él tomó consciencia de ello, oró y Dios contestó su oración.

Lo mismo sucede en nuestro caso hoy. Cuando nos damos cuenta de que nuestras necesidades corresponden a las necesidades de Dios, y oramos al respecto, Dios contesta nuestra oración. En realidad, Su respuesta a nuestra oración constituye el cumplimiento de Su propósito. Nuestra necesidad debe ser la necesidad de Dios, y al orar por nuestra necesidad oramos por la necesidad de Dios. Cuando nuestra necesidad corresponda a la de Dios y cuando oremos por nuestra necesidad, la necesidad de Dios también será satisfecha. Cuando Isaac oró pidiendo un hijo, ¿cuál necesidad era más grande, la de Isaac o la de Dios? Indudablemente, la necesidad de Dios era mayor. Sin embargo, la necesidad mayor, la de Dios, sólo podía cumplirse al ser satisfecha la necesidad más pequeña, la de Isaac. Dios puede intervenir y suplir Su necesidad solamente cuando el hombre se da cuenta de esta necesidad y ora por ella. Dios tiene un propósito, y nosotros tenemos una necesidad que corresponde a ese propósito. Sin embargo, Dios no puede hacer nada hasta que nosotros seamos conscientes de nuestra necesidad y oremos por ella. Entonces Dios responderá a nuestra oración a fin de satisfacer nuestra necesidad para cumplir Su propósito. Finalmente Isaac tuvo un hijo, Jacob, quien no sólo satisfizo su necesidad, sino que también cumplió el propósito eterno de Dios. De Jacob procedió Cristo, quien produjo la Iglesia, el Reino y la Nueva Jerusalén. Estas entidades eternas fueron el resultado de que fuera satisfecha la necesidad de Isaac, una necesidad que correspondía a la necesidad de Dios.

Estamos destinados a disfrutar, y adondequiera que vayamos habrá un pozo. Sin embargo, al disfrutar la gracia de Dios, debemos proporcionarle nuestra coordinación humana para que El cumpla Su propósito eterno por medio de nosotros. Esto significa que jamás disfrutaremos la gracia en vano, pues al disfrutar la gracia, ésta se convierte en el cumplimiento del propósito de Dios.

4) Recibió una cosecha
centuplicada y se engrandeció

Isaac recibió una cosecha centuplicada y llegó a ser grande (26:12-14). En Génesis 26:13 dice que se enriqueció. Isaac “se enriqueció, y fue prosperado, y se engrandeció hasta hacerse muy poderoso”. El se enriqueció cumpliendo el deber normal de sembrar, y recibiendo la bendición del Señor. Esto también era un asunto de disfrute, pero tal disfrute no se encontraba en la posición adecuada. Quizá Isaac se haya dicho: “Mi posición debe ser correcta. Si no lo fuese, ¿cómo podría el Señor bendecirme con todas estas riquezas?” No obstante, Dios pudo haber dicho: “Isaac, estás establecido aquí y has adquirido grandes riquezas, pero Yo no estoy conforme con tu posición. Suscitaré circunstancias que te obliguen a abandonar este lugar”. Que el Espíritu Santo nos muestre este cuadro tan vívido. Por una parte, vemos el disfrute apropiado; por otra, vemos la posición incorrecta. Aun cuando nuestra posición no sea la adecuada, podemos seguir disfrutando. No obstante, no se imagine que este disfrute justifique su posición. Mientras nosotros disfrutamos, nuestra necesidad es satisfecha. Pero si queremos cumplir el propósito eterno de Dios, debemos estar en la posición correcta. No obstante, aun cuando no estemos en la posición correcta, Dios seguirá otorgándonos Su rica provisión. Esto es maravilloso. ¡Qué Dios tan maravilloso! ¡Qué maravillosa provisión! Fuimos destinados para disfrutar. Aunque estemos equivocados en nuestra posición, tenemos el rico deleite. En todo caso, Dios no nos abandonará. Él usará nuestras circunstancias para volvernos a la posición adecuada a fin de que cumplamos Su propósito.

5) Encontró el “pozo de aguas vivas”

Antes de regresar a Beerseba, Isaac disfrutó continuamente, y recibió gracia tras gracia. Después de recibir la cosecha centuplicada, encontró el pozo de aguas vivas y entró en los lugares espaciosos, los caminos anchos (Rehobot, 26:15-22). Aunque tenía un deleite tan rico, su posición no era la correcta y fue forzado a abandonar los caminos anchos y a regresar a Beerseba.

6) Regresó a Beerseba

Cuando Isaac volvió a Beerseba (26:23-33), inmediatamente el Señor se le apareció, le habló y confirmó Su promesa, diciendo: “Yo soy el Dios de Abraham tu padre; no temas, porque yo estoy contigo, y te bendeciré, y multiplicaré tu descendencia por amor de Abraham mi siervo” (26:24). Entonces a partir de Beerseba, Isaac tuvo el testimonio adecuado. El construyó un altar, invocó el nombre del Señor y plantó su tienda (26:25). Allí en Beerseba llevó una vida que cumpliría el propósito eterno de Dios. Finalmente, los opositores fueron sometidos en Beerseba (26:26-31). Beerseba es el lugar adecuado, el lugar en el cual tenemos la posición correcta, y ésta tiene mucha importancia tanto para Dios como para nosotros.

La carne puede producir un Ismael y perdonar a Agag, el rey de Amalec, aun al hacer el bien (E.V. Éxodo, Witness Lee)

Si descuidamos el asunto de la carne, nosotros, como Saúl, perderemos nuestro reinado. Entonces nos uniremos al poder de las tinieblas. Aparentemente somos el pueblo de Dios, pero en realidad, adoraremos el ídolo de vanidad. ¡Cuán grave es eso! 

Todos tenemos miedo de cometer maldades. Pero quizá no tengamos miedo de hacer lo bueno. El relato de Amalec en el Antiguo Testamento nos muestra que hacer lo bueno según nuestra propia elección es algo aún peor que cometer maldades porque va en contra del trono mismo de Dios. 

Mucho de lo que hacen los cristianos contemporáneos supuestamente por Dios, en realidad es una rebelión contra la economía de Dios e involucra contacto con los demonios.

Esto revela la importancia de darnos cuenta de que todo lo que hacemos fuera de la gracia de Dios y fuera de su dependencia y de su confianza proviene de la carneY todo lo que proviene de la carne va en contra del trono de Dios. Será usado por el Sutil, el enemigo de Dios, para impedir que se cumpla el propósito de Dios.

Muchos cristianos contemporáneos perdonan los mejores aspectos de la carne y los ofrecen a Dios; hasta se les anima a ofrecer lo mejor de su vida natural para Dios. Al presentar estas ofrendas, el pueblo redimido de Dios no rechaza la carne ni depende de Dios. Por el contrario, entre muchos cristianos contemporáneos, se promueven las actividades de la carne. Sólo el Señor sabe cuántas actividades cristianas están hoy en día relacionadas con los demonios, y por tanto, constituyen un impedimento al propósito de Dios.

Bajo la luz de la Palabra de Dios, debemos aprender que al servir a Dios, debemos tener temor y temblor de fracasar en nuestra confianza en Dios y el no depender de Su gracia. Debemos tener miedo hasta de hacer las cosas en nosotros mismos o conforme a nuestra propia voluntad. Debemos confiar en el Señor y depender de Su gracia. Debemos tener más temor al hacer el bien que al cometer maldades. Todos sabemos que Dios condena lo malo. Ahora debemos aprender que aún al hacer el bien, podemos brindarle a la carne una oportunidad de producir un Ismael. También podemos darle terreno a Agag, el rey de Amalec.


Samuel comunica a Saúl que es
desechado por Dios

ESTUDIO-VIDA DE ÉXODO

MENSAJE CUARENTA Y OCHO

AMALEC CONTRA EL REINADO

Lectura Bíblica: Ex. 17:12, 16; 1 S. 15:2-3, 7-9, 10-29

La Biblia contiene un principio fundamental: las cosas espirituales reveladas en el Nuevo Testamento están descritas por los cuadros, o tipologías del Antiguo Testamento. Pasa lo mismo en el caso de la carne, tipificada por Amalec. En sus escritos, Pablo habla profundamente de la carne. En toda la Biblia, no podemos encontrar palabras más fuertes acerca de la carne que las que usa Pablo en Romanos 8. En el versículo 7, Pablo dice que “la mente puesta en la carne es enemistad contra Dios” y que “no se sujeta a la ley de Dios, ni tampoco puede”. En el versículo siguiente, él continúa y declara que “los que están en la carne no pueden agradar a Dios”. En Gálatas 5, Pablo también habla con seriedad acerca de la carne y la recalca mucho. No obstante, si tuviéramos solamente Romanos 8 y Gálatas 5, todavía nos resultará difícil comprender correctamente lo que es la carne, porque en la Biblia la palabra “carne” se usa de varias maneras diferentes con muchos significados distintos. Por tanto, es difícil conocer la carne y vencerla.

I. ISMAEL, EL RESULTADO DE LA CARNE,
CONTRA ISAAC, EL RESULTADO DE LA GRACIA

Le damos gracias al Señor por los cuadros de la carne provistos en el Antiguo Testamento. Uno de estos cuadros es el de Ismael en el libro de Génesis. Después de que el hombre cayó continuamente hasta llegar a Babel donde alcanzó el punto más bajo, Dios vino y llamó a Abraham y le prometió hacer ciertas cosas por él. En Su contacto con Abraham, Dios no requirió que Abraham hiciera otra cosa que dejar el país de su padre. Los estudiantes bíblicos se dan cuenta de que el contacto que estableció Dios con Abraham se relacionaba con la promesa que Él le había hecho. En Génesis 12, tenemos la promesa, y en Génesis 15, la promesa ratificada para convertirse en pacto. En Génesis 17, la circuncisión llegó a ser la señal, o el sello, del pacto ratificado en Génesis 15. La promesa de Dios a Abraham se repitió a su hijo Isaac y a su nieto Jacob. Dios había prometido que Él haría algo por Abraham, algo que bendeciría a todas las naciones de la Tierra. ¡Qué promesa más grande fue esta! Dios le prometió a Abraham la gracia. Esto significa que Dios no deseaba que Abraham hiciera algo para cumplir esta promesa. Por el contrario, Dios quería hacerlo todo para él. Así como Abraham, todo lo que somos y tenemos proviene de la carne. Además, todo lo que podemos hacer es conforme a la carne. Si hacemos algo para cumplir la promesa de Dios, eso significa que de alguna manera ejercitamos nuestra carne. Esta fue la razón por la cual Dios no pidió que Abraham hiciera nada para cumplir la promesa. Dios lo quería hacer todo. Esto es la gracia.

No obstante, Abraham actuó según la propuesta de Sara de producir una simiente para Agar. Al hacer eso, Abraham ejercitó su carne, y el resultado, fue Ismael. Dios deseaba que Abraham fuese aniquilado. Pero a la edad de ochenta y seis años, Abraham tomó a Agar y por ella produjo a Ismael. Durante los siguientes trece años, Dios no se le apareció. Luego cuando Abraham tenía noventa y nueve años, Dios vino y lo reprendió y reafirmó la promesa que Él le había hecho. En aquel momento, Abraham sabía que se había equivocado.

Ismael es el resultado del ejercicio de la carne. Este está en contra de Isaac, quien es el resultado de la gracia. La gracia es Dios que llega a ser nuestro todo. En particular, la gracia es Dios como nuestra fuerza y disfrute. Dios había prometido a Abraham que Él le daría un hijo. Pero Dios no quería que Abraham produjera la simiente. Por consiguiente, Dios esperó que Abraham se considerara como persona muerta, sin ninguna capacidad de engendrar un hijo. Luego, cuando, según el parecer de Abraham y de Sara, ellos ya no podían tener hijos, Dios vino y les permitió tener un hijo. Según el relato de Génesis, el nacimiento de Isaac fue la venida del Señor. Cuando Isaac nació, Dios vino. Por supuesto, esto no significa que Isaac era el hijo de Dios. Significa que Isaac no nació por medio de la carne del hombre, sino según la gracia de Dios, según la visitación de Dios. Por consiguiente, Isaac es el resultado de la gracia. Ismael, el resultado de la carne del hombre, el cual está en contra de Isaac.

Isaac fue una persona producida por la gracia de Dios para cumplir el propósito eterno de Dios. Este es un asunto de gran significado. Por tanto, oponerse a Isaac es algo muy grave. El hecho de que Ismael, el resultado de la carne, se opusiera a Isaac, el resultado de la gracia de Dios, constituye una rebelión, una gran rebelión contra el propósito eterno de Dios.

Es muy difícil definir correctamente lo que es la carne. En este mensaje, quisiera presentar una definición particular de la carne: la carne denota algo que no funciona por gracia. La gracia es el Dios Triuno que llega a ser nuestro todo y que hace todo para nosotros. El Nuevo Testamento revela que la gracia no se refiere a las bendiciones materiales. Según el Nuevo Testamento, la gracia es Dios mismo no solamente como nuestro disfrute, sino también como nuestro todo. Todo lo que hacemos viene de la carne, pero todo lo que Dios hace para nosotros es gracia. Si hablo de mí mismo sin depender de Dios, mi hablar viene de la carne, aun cuando el tema es la Biblia o una doctrina espiritual. Esto indica que aun al hablar de cosas espirituales o bíblicas, podemos estar en la carne. Todo lo que hagamos, bueno o malo, fuera de la gracia, es carne. Por ejemplo, si un hermano ama a su esposa por el yo y no por la gracia, su amor proviene de la carne.

En un sentido, Dios aborrece más a la carne que aparenta ser buena que a la carne maligna. En 1 de Samuel, vemos que Dios aborreció los buenos aspectos de Amalec. Por consiguiente, todo lo que hacemos sin depender de Dios y sin confiar en Él proviene de la carne, por muy bueno que sea. Todo lo que no se hace en Dios proviene de la carne. Si yo le visito a usted sin contar con Dios, esto proviene de la carne. Si yo oro por los demás sin depender de Dios, esta oración proviene de la carne. No piense que la carne se refiere solamente a asuntos malignos o a apetitos carnales. Es obvio que estas cosas provienen de la carne. La carne incluye también cosas buenas. Observe las palabras “lo mejor” en 1 de Samuel 15. Saúl perdonó el mejor ganado y el mejor botín. En relación con la carne vemos cosas que son lo “mejor”. Por consiguiente, decimos una vez más que todo lo que hacemos sin el Espíritu, sin depender de Dios, y sin confiar en Él, por bueno que sea, proviene de la carne. Todo lo que tiene su origen en nosotros mismos es un Ismael.

Isaac tipifica a Cristo. Por tanto, el resultado de la carne, tipificado por Ismael, va en contra de Cristo. La intención de Dios consiste en forjar a Cristo dentro de nosotros. Pero la carne obra de una manera opuesta a Cristo. El resultado de la carne, va en contra de Isaac. Cuando ejercitamos nuestra carne, producimos un Ismael, y este Ismael va siempre en contra de Cristo. Ismael nos corta de la gracia y nos aleja de Cristo. Por esta razón, en Juan 15, el Señor dijo que sin Él, no podemos hacer nada. No obstante, hemos hecho muchas cosas fuera de Cristo. Pero todo lo bueno que hemos hecho fuera de Cristo es un Ismael que se opone a Cristo.

Ismael nos impide cumplir el propósito eterno de Dios. No podemos cumplir el propósito de Dios mientras ejercitamos nuestra carne y no confiamos en Dios, dependiendo de Él y viviendo a la unidad con Él.

Estamos acostumbrados a hacer muchas cosas fuera de Cristo. Todos condenamos las cosas pecaminosas. Pero pocos condenan las cosas buenas, aun las que parecen espirituales, pero que son hechas fuera de Cristo. ¿Se ha condenado alguna vez por haber orado en la carne? El resultado de la oración en la carne producirá también algún tipo de Ismael. Este Ismael se opone a Cristo y nos impide el disfrute de la gracia de Dios para cumplir el propósito eterno de Dios.

La carne del hombre se opone a la gracia de Dios. Eso significa que todo lo que hace el hombre fuera de Dios mismo constituye una frustración para el propósito de Dios. Este es un asunto grave. Debemos reconocer que todavía hacemos muchas cosas por medio de nuestra carne. Sin embargo, algunos negarán que ejercitan la carne. No obstante, tampoco dependen del Señor. Mientras no acudamos al Señor, estamos en la carne. El simple hecho de no confiar en el Señor hace que espontáneamente vivamos en la carne.

Debemos aprender a no hacer nada por nuestra carne. A veces cuando mi carne estaba siendo fuerte, ni me atreví a hablarle a un hermano. Me di cuenta de que todo lo que dijera provendría de la carne. Por tanto, lo mejor que pude hacer fue no hacer nada. En aquellas ocasiones, sólo pude decir: “Señor, perdóname. No puedo hacer nada. Para no producir un Ismael, no tengo la valentía de hacer nada”.

II. AMALEC ESTABA EN CONTRA DEL REINADO

El segundo cuadro de la carne es el de Amalec en el libro de Éxodo. En este cuadro, vemos cómo vencer a la carne, un tema que hemos cubierto en el mensaje anterior. Si deseamos vencer la carne, tipificada por Amalec, debemos identificarnos con el Cristo que intercede en los cielos y unirnos al Espíritu que pelea dentro de nosotros. En este mensaje, debemos ver que la carne no se opone solamente a la gracia, sino que también se opone al reinado. Por esta razón, la carne debe ser totalmente aniquilada antes de que venga el Reino de Dios. Donde esté la carne, no podrá estar el Reino de Dios. El reino sólo podrá llegar cuando la carne sea aniquilada.

En Romanos 8:7, Pablo dice que la carne no puede someterse a Dios. El Reino de Dios denota la autoridad de Dios por la cual todas las cosas se someten a Él. Pero la carne no puede someterse a Dios. Se opone totalmente al Trono de Dios.

A. Una mano contra el Trono de Yahweh

En Éxodo 17:16, vemos que Amalec es una mano contra el Trono de Jehová. A los ojos de Dios, Amalec era considerado como una mano contra el Trono de Dios. Esto indica que Amalec intentó derribar el Trono de Dios, así como Satanás intentó hacerlo una vez. Éxodo 17:16 afirma que debido a esta mano en contra del Trono de Yahweh, Dios peleará contra Amalec de generación en generación. Con eso, vemos que Amalec, la carne, se opone a la autoridad de Dios. Cada aspecto de nuestra carne, ya sea bueno o malo, es enemigo de la autoridad de Dios. La carne no se preocupa por Dios ni por Su autoridad. Cuando estamos en la carne, nos consideramos como individuos que no estamos obligados a someternos al Trono de Dios. Pensamos que tenemos una posición y derechos propios. El origen de esta actitud rebelde es Satanás. En todo caso, Satanás es uno con nuestra carne. Satanás no nos tienta directamente, sino por medio de otros o por medio de algo dentro de nosotros. Por ejemplo, Satanás vino a Eva en forma de serpiente. En Mateo 16, Pedro, un discípulo que amaba mucho al Señor Jesús, fue usado por Satanás. Satanás se presentó al Señor en Pedro y por medio de él. A menudo nuestra carne encubre a Satanás. Cuando ejercitamos nuestra carne, Satanás se oculta dentro de nosotros. Por tanto, así como Satanás, la carne se opone a la autoridad de Dios. Según el relato de Éxodo 17, Amalec es una mano contra el Trono de Dios.

B. Hur de la tribu de Judá sostuvo
la mano de oración de Moisés contra Amalec

Cuando la mano de oración de Moisés se cansó, se necesitó el apoyo del sacerdocio, representado por Aarón, y del reinado, representado por Hur, quien pertenecía a la tribu de Judá. Puesto que Amalec es una mano contra el Trono de Dios, la mano de oración necesitaba ser apoyada por el reinado en su combate contra Amalec. El reinado es un apoyo para nuestra vida de oración. Si no estamos bajo la autoridad de Dios, y somos rebeldes, nuestra vida de oración se acaba. Pero cuanto más nos sometamos a Dios y a Su autoridad, más grande será nuestro deseo de orar. Cuando nos rebelamos contra Dios y rechazamos Su autoridad, desaparece nuestro apetito de orar. Supongamos que usted desobedeció a la unción interior en cuanto a cierto asunto. Como resultado, durante un periodo de tiempo, quizá de algunos días, usted no siente ningún deseo de orar. Por tanto, es crucial que aprendamos a honrar el reinado de Dios, a honrar la autoridad de Dios. Nuestra actitud será: “Señor, no quiero hacer nada sin Ti. Te necesito como mi gracia. La carne es simplemente yo mismo haciendo cosas fuera de Ti. No quiero vivir sin Ti como mi gracia”. Todos debemos orar con este espíritu.

También debemos orar: “Señor, ayúdame a honrar Tu autoridad, Tu reinado y a siempre estar sometido a Ti. Señor, Tú tienes la autoridad. Debo obedecerte y someterme a Ti”. Si mantenemos esta actitud, nuestro apetito y deseo de orar aumentará. Por ejemplo, si somos guiados por el Señor a ir de compras, estaremos llenos de oración mientras vamos de compras. La rebelión mata nuestro apetito de orar, pero la obediencia incrementa el deseo de orar.

Puesto que Amalec está en contra del Reino de Dios, necesitamos el apoyo del sacerdocio y también del reinado para combatir contra de él. Si intentamos vencer la carne sin preocuparnos por la autoridad de Dios, nos equivocamos. En principio, nosotros mismos estamos en contra del Reino de Dios. Necesitamos el apoyo del reinado, de Hur, en nuestra vida de oración. Debemos mirar continuamente al Señor para recibir Su gracia y ser sumisos a Su autoridad. De esta manera, honramos la autoridad de Dios y fortalecemos el reinado en nuestra experiencia.

C. El Reino viene después
de la guerra contra Amalec

En Éxodo 18, tenemos una tipología, un cuadro, del Reino de Dios. El hecho de que se presente este cuadro después de la guerra contra Amalec indica que cuando Amalec es vencido, el Reino con el reinado entran inmediatamente. Esto indica también que Amalec iba en contra del reinado.

D. El rey Saúl perdió su reinado

En 1 Samuel 15, otra porción de la Palabra que habla acerca de Amalec, vemos como el rey Saúl perdió su reinado. Saúl fue ungido adecuadamente para ser rey, pero él perdió el reinado por la manera en que se comportó con Amalec. Con esto, debemos aprender a tener cuidado cuando tocamos el asunto de la carne. Podemos tocarla de manera que nos hará perder nuestro reinado.

Según Apocalipsis 5:10, nosotros los cristianos fuimos salvos no solamente para ser sacerdotes, sino también para ser reyes. Nosotros somos los Aarón y los Hur de hoy. Nacimos en una familia real. Pedro dice que somos un sacerdocio real (1 Ped. 2:9). No obstante, pocos cristianos se dan cuenta de que son reyes por nacimiento. Los que no tienen conciencia de esto quizá le presten poca atención. Ya que somos reyes, debemos comportarnos como tal.

Cuando nos relacionamos con algunos cristianos, sentimos que ellos llevan el reinado, la autoridad. En cambio, con otros pensamos que ellos tienen carencia en el reinado. Se encuentran muy por debajo del nivel del reinado. Puesto que nacimos reyes y seremos reyes en el futuro, es importante que ejercitemos nuestro reinado hoy en día.

1. No destruyó totalmente a Amalec

Saúl perdió el reinado porque él no destruyó completamente a Amalec. Según 1 de Samuel 15:3, Saúl recibió el mandato de “ir y herir a  Amalec, y destruir todo lo que tenía, y no apiadarse de él; matando hombres, mujeres, niños, y aun los de pecho, vacas, ovejas, camellos y asnos”. Todo lo que pertenecía a Amalec debería ser totalmente destruido. Sin apiadarse de nada. Saúl destruyó a los amalecitas, pero él no lo hizo de manera absoluta.

2. Perdonó a Agag, rey
de los amalecitas y a lo mejor del ganado

1 Samuel 15:9 dice: “y Saúl y el pueblo perdonaron a Agag y a lo mejor de las ovejas y del ganado mayor, de los animales engordados, y los carneros y de todo lo bueno, y no lo quisieron destruir, más todo lo que era vil y despreciable destruyeron” (v 21). Esto describe el hecho de que en nuestra experiencia, atesoramos los buenos aspectos de nuestra vida natural, por ejemplo: nuestras virtudes naturales, y no deseamos destruirlas. Todos atesoramos los puntos positivos de nuestra carne. Todos nosotros somos Saúles. Cuando recibimos el mandato de Dios de destruir la carne, destruimos las cosas negativas, como nuestra ira. Pero pocos están dispuestos a destruir los aspectos buenos de la vida natural. Todos atesoramos las mejores partes de nuestro ser natural. No obstante, debemos ser alentados por el hecho de que el Señor todavía obra sobre nosotros y dentro de nosotros. En el Nuevo Testamento, podemos ver que Pablo y Juan fueron liberados de su carne. Ellos destruyeron totalmente a Amalec.

Necesitamos una luz intensa que brille sobre nosotros y nos muestre que todo lo que somos en la vida natural es Amalec. El Amalec dentro de nosotros debe ser totalmente destruido. No debemos tomar ninguna excusa para perdonar los aspectos de Amalec dentro de nosotros.

Saúl intentó justificar su fracaso al no destruir totalmente a Amalec. Primero, él dijo que el pueblo separó lo mejor de las ovejas y de las vacas” (v. 15). No puedo encontrar ni un versículo en 1 Samuel 15 que nos diga que Saúl deseaba matar a todo el ganado, pero que el pueblo se rehusaba a hacerlo. Creo que Saúl estaba mintiendo al echarle la culpa al pueblo. Saúl debe haber estado muy contento por su victoria sobre Amalec. Hasta edificó un monumento, que serviría de conmemoración de su victoria (v. 12).

Segundo, Saúl le dijo a Samuel que lo mejor de las ovejas y del ganado fue separado a fin de ofrecer sacrificio a Dios (vs 15, 21). No obstante, no creo que Saúl tuviese tanto corazón para el Señor. Al contrario, yo creo que él le mintió a Samuel para guardar las mejoras ovejas y vacas.

Al leer Primera de Samuel 15, no confío en que yo sea mejor que Saúl. Reconozco que el cuadro de Saúl describe lo que se halla en mí. En el asunto de justificarnos, podemos ser aún peores que Saúl. Toda justificación es una mentira. Pasa lo mismo con nosotros. No intente jamás justificarse a sí mismo ante el Señor. Ninguna excusa puede permanecer delante de Él.

No justifique su fracaso al no destruir totalmente la carne. No diga que usted tiene una costumbre particular y que no puede hacer nada al respecto. Pretender que usted no puede destruirlo constituye una mentira. Si repasamos nuestro pasado, veremos que muchas veces hemos fracasado y no hemos destruido totalmente la carne. No obedecimos al mandato de Dios de destruir completamente a Amalec. Entre el pueblo de Dios, son muy pocos los que son absolutos en la destrucción de la carne. Esta es la razón por la cual en nuestra vida diaria, no sentimos gran cosa acerca del reinado. Puesto que no hemos destruido totalmente a Amalec, en nuestra experiencia, el reino no ha venido plenamente.

Hace poco, en una reunión, mencioné que todos tenemos rasgos peculiares que nos impiden disfrutar a Cristo. Nuestras costumbres, que preservan los buenos aspectos de la carne perjudican más nuestra vida espiritual. Tenemos la costumbre de destruir los aspectos malignos de la carne y de preservar los buenos aspectos. Dentro de nosotros pocos aborrecen verdaderamente la “buena carne”. No obstante, debemos llegar a aborrecer todo aspecto de la carne, porque va en contra de la gracia y nos aleja del disfrute de Cristo. También debemos aborrecer la carne porque va en contra del reinado.
Guardar los buenos aspectos de la carne causa una carencia definitiva de autoridad espiritual. Muchos creyentes carecen de una autoridad espiritual fuerte simplemente porque no han vencido sus peculiaridades. La cultura, las opiniones, las peculiaridades, las costumbres, constituyen escondites de la carne, y dañan nuestra vida espiritual. Puesto que guardamos los buenos aspectos de la carne, estos aspectos consumen nuestro reinado, nuestra autoridad. Nosotros los que hemos estado en el Señor durante muchos años y que lo amamos y lo buscamos, debemos tener un peso espiritual considerable. Debemos estar llenos del reinado, de autoridad divina. Pero en muchos casos pasa lo contrario. Por no haber destruido el “Agag” dentro de ellos y el mejor ganado de Amalec, muchos santos carecen de autoridad, de reinado y de peso espiritual.

3. A los ojos de Yahweh era malo perdonar
lo mejor del ganado para sacrificarlo a Él

Dios no quiso aceptar la excusa de Saúl de que el pueblo había separado lo mejor del ganado y de las vacas para ofrecer sacrificio al Señor. Dios había mandado que Saúl destruyera completamente todo lo que pertenecía a Amalec, y Saúl no tenía ninguna excusa. Dios no quería que se usara lo mejor del ganado como sacrificio para Él. A Sus ojos, eso fue maligno. (1 S. 15:19). Esto indica que podemos considerar cierta cosa como buena para ser ofrecida al Señor; no obstante, a los ojos del Señor, es maligno hacer esto. Considere el ejemplo de Caín, cuyo sacrificio fue maligno a los ojos de Dios. Muchos cristianos contemporáneos ofrecen cosas que Dios considera malignas. Pretenden estar comprometidos en el servicio espiritual, pero Dios afirma que su ofrenda es maligna porque tiene su fuente en la carne. Todo lo que está presentado y sacrificado a Dios y que tiene su fuente en la carne es maligno a Sus ojos.

4. Cometió un pecado presuntuoso
al ofrecer sacrificios a Dios
conforme a la voluntad de los hombres

Al ofrecer sacrificios a Dios conforme a la voluntad de los hombres, Saúl cometió un pecado presuntuoso. Samuel dijo de él: “¿Se complace Yahweh tanto en los holocaustos y víctimas como en que se obedezca a las palabras de Yahweh? Ciertamente el obedecer es mejor que los sacrificios, y el prestar atención que la gordura de los carneros?” (1 S. 15:22). Ofrecer algo a Dios conforme a nuestra propia voluntad es algo presuntuoso. Aun cuando presentamos algo bueno, todavía estamos cometiendo un pecado presuntuoso. Dios no mandó que Saúl perdonara lo mejor del mejor ganado ni que lo presentara a El como sacrificio. Saúl fue presuntuoso al hacer eso. Esto es pecaminoso.

5. Cometió rebelión como el pecado de brujería
y de terquedad como iniquidad e idolatría

En 1 Samuel 15:23, Samuel continuó y dijo: “Porque como pecado de adivinación es la rebelión, y como ídolos e idolatría, la obstinación. La adivinación involucra contacto con los demonios. La palabra de Samuel a Saúl indica que el perdonar nuestra carne es un hecho de rebelión que nos lleva a tener contacto con los demonios. Ofrecer sacrificio en la manera en que lo hizo Saúl en realidad no es ofrecer sacrificio a Dios, sino entrar en contacto con los demonios. Esta rebelión se parece al pecado de adivinación.

Además, la obstinación de Saúl se parecía a la iniquidad y la idolatría. La palabra hebrea traducida por iniquidad en Primera de Samuel 15:23 significa ídolos de vanidad. La obstinación de Saúl se parecía a la adoración a un ídolo vano. Él no adoraba verdaderamente al Señor, sino que adoraba un ídolo de vanidad. Saúl quizás haya pensado que él adoraba al verdadero Dios, pero en realidad, él servía a un ídolo. La palabra de Samuel a Saúl significa que a causa de su rebelión, Saúl se había involucrado con los demonios y con ídolos de vanidad.

Si en lugar de destruir completamente nuestra carne, perdonamos ciertos aspectos buenos de la carne, nosotros también nos involucraremos con los demonios. Perdonar la buena carne y luego ofrecerla a Dios es algo que Él aborrece porque en esta práctica están involucrados los demonios. Los ídolos de vanidad también están involucrados. Si deseamos seguir la Palabra del Señor y destruir completamente la carne, tendremos el reinado y estaremos en el Reino de Dios. Pero si fracasamos y no llevamos a cabo Su Palabra de destruir a Amalec, nos cortaremos a nosotros mismos de la autoridad de Dios y nos uniremos a los demonios y a los ídolos de vanidad.

Es crucial que veamos lo que es la carne y como ésta se opone a la gracia y al reinado de Dios. Si descuidamos el asunto de la carne, nosotros, como Saúl, perderemos nuestro reinado. Entonces nos uniremos al poder de las tinieblas. Aparentemente somos el pueblo de Dios, pero en realidad, adoraremos el ídolo de vanidad. ¡Cuán grave es eso! La rebelión es como el pecado de adivinación, y la obstinación como el ídolo de vanidad. Que el Señor nos tenga misericordia y que aprendamos lo que es la carne y cómo aniquilarla completamente.

El relato bíblico acerca de Amalec nos enseña que debemos tener temor y temblor delante de Dios al hacer cosas buenas. Todos tenemos miedo de cometer maldades. Pero quizá no tengamos miedo de hacer lo bueno. El relato de Amalec en el Antiguo Testamento nos muestra que hacer lo bueno según nuestra propia elección es algo aún peor que cometer maldades porque va en contra del mismo Trono de Dios. El sacrificio de Caín parecía bueno, pero en realidad fue un acto de rebelión contra el Trono de Dios y contra Su economía. Del mismo modo, Saúl perdonó lo mejor del ganado de Amalec con la intención de ofrecerlo a Dios como sacrificio. Esto fue rebelión, la cual está relacionada con la adivinación, y el contacto con los demonios. Mucho de lo que hacen los cristianos contemporáneos supuestamente por Dios, en realidad es una rebelión contra la economía de Dios e involucra contacto con los demonios.

Sin 1 Samuel 15:22 y 23, no nos daríamos cuenta de que la acción de Saúl fue un hecho de rebelión relacionado con los demonios. Pero la palabra de Samuel expuso la naturaleza de lo que Saúl había hecho. Aparentemente Saúl deseaba ofrecer sacrificio a Dios; pero en realidad su sacrificio estaba relacionado con los demonios. Esto revela la importancia de darnos cuenta de que todo lo que hacemos fuera de la gracia de Dios y fuera de Su dependencia y de Su confianza proviene de la carne. Y todo lo que proviene de la carne va en contra del Trono de Dios. Será usado por el Sutil, el enemigo de Dios, para impedir que se cumpla el propósito de Dios.

Muchos cristianos contemporáneos perdonan los mejores aspectos de la carne y los ofrecen a Dios; hasta se les anima a ofrecer lo mejor de su vida natural para Dios. Al presentar estas ofrendas, el pueblo redimido de Dios no rechaza la carne ni depende de Dios. Por el contrario, entre muchos cristianos contemporáneos, se promueven las actividades de la carne. Sólo el Señor sabe cuántas actividades cristianas están hoy en día relacionadas con los demonios, y por tanto, constituyen un impedimento al propósito de Dios.

Bajo la luz de la Palabra de Dios, debemos aprender que al servir a Dios, debemos tener temor y temblor de fracasar en nuestra confianza en Dios y el no depender de Su gracia. Debemos tener miedo hasta de hacer las cosas en nosotros mismos o conforme a nuestra propia voluntad. Debemos confiar en el Señor y depender de Su gracia. Debemos tener más temor al hacer el bien que al cometer maldades. Todos sabemos que Dios condena lo malo. Ahora debemos aprender que aún al hacer el bien, podemos brindarle a la carne una oportunidad de producir un Ismael. También podemos darle terreno a Agag, el rey de Amalec.